Narrador Omnisciente:
Luego de terminar su hora escolar, la joven coreana ingresó en su hogar dirigiéndose rápidamente hacía su habitación, la muchacha frunció el ceño observando las llamativas tarjetas que se hallaban sobre la cama, con confusión, Nayeon caminó en el interior del lugar tomando asiento sobre el suave colchón, sus manos se fueron por instinto hacia aquellas notas tomando entre los dedos el papel que los envolvía.
Se dispuso a leer lo que contenía sintiendo sus comisuras elevarse ante el contenido de las notas.
"Dahyun" "Te quiero" "Comida" "Baño" "Llorar" "Abrazo" "Jugar"
La joven volvió a releer las palabras que su hermana había osado en darle de regalo, sus ojos se cristalizaron ante el bonito obsequio de la muchacha sintiendo el conocido calor en su pecho extendiéndose por todo su cuerpo. Nayeon se levantó de la cama guardando las tarjetas en su bolsillo trasero, rápidamente se dirigió hacia la salida de su habitación caminando por el pasillo en dirección de la habitación de la menor, al llegar, tocó con sus nudillos sobre la madera y esperó paciente a que la menor fuese capaz de abrirle la puerta, porque a pesar de que no fuese capaz de oír, era completamente consciente de que debía respetar el espacio personal de las personas.
Luego de un par de minutos la puerta se abrió revelando la figura de una niña de diez años observándola con sorpresa. Nayeon llevó sus dos manos hacia sus jeans buscando a tientas las tarjetas de la menor, al encontrarla le sonrió de modo cariñoso, intentando demostrarle lo agradecida que estaba.
No era la primera vez que Dahyun le daba un regalado de esta manera, en su habitación mantenía una caja que la pequeña pelinegra le había obsequiado años atrás, en aquello guardaba las diferentes cartas y tarjetas que la joven le daba.
Existía algo que Nayeon siempre había detestado, no le gustaba que la tratasen diferente, y aunque el lengua de señas era realmente favorable para comprender su alrededor se rehusaba a entender lo que sus padres y hermana intentaban brindarle, así que, al final, ellos terminaron por ceder ante sus ideales comenzando a brindarles tarjetas para poder comunicarse.
La coreana sacó la primera tarjeta dejando que la pelinegra fuese capaz de leer su contenido.
—Está bien—contestó Dahyun con una bonita sonrisa plasmada en sus labios al leer "abrazo" escrita en la tarjeta, rápidamente envolvió sus brazos sobre el torso de la mayor bridándole aquel cálido pedido—Te quiero Nayeunnie—susurró sabiendo que la joven mencionada no era capaz de escucharla.
Nayeon sonrió acariciando el suave cabello de la contraria mientras que las lágrimas descendían por su rostro, lloraba por agobio, porque odiaba el sentir que la pequeña hablaba pero aún así se veía incapaz de oírla, detestaba el hecho de no tener la oportunidad de oír su voz, de tener que estar constantemente imaginando si su voz sonaba igual de adorable que su rostro, o si era más fina que áspera, pero no importaba cuan duro trabajaste por imaginar cómo se escuchaba siempre llegaba a la misma respuesta; silencio, tristemente así se lo imaginaba, un maldito silencio ensordecedor.
Dahyun rompió el abrazo elevando su rostro para notar las húmedas mejillas de la mayor.
—No llores Nayeunnie—pidió la pelinegra sintiendo como ahora era ella quien tenía los ojos cristalizados—si no te gustan, puedo mejorarlas—comentó sabiendo que la joven solo había entendido una parte de sus palabras.
Y aquello era lo que realmente le dolía a la joven pelinegra, que su hermana hubiese prohibido el lenguaje de señas, por qué ella quería decirle todo lo que sentía, de lo orgullosa que estaba por todos sus logros, por el jamás rendirse y sentía que, una estúpida carta no era lo suficientemente expresiva para que la castaña entendiera lo mucho que la amaba.
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Silence
Hayran KurguLa vida de Im Nayeon se había construido en silencio, la joven observaba el mundo sin poder oír que era lo que esté podía ofrecerle. Nayeon siempre caminaba por los mismos pasillos, observaba con completa atención los mismos rostros que transcurría...