Detroit. Noviembre, 2038.
6:45:00 a.m
Delante de ella, en el suelo había una caja, una grande. La había sacado del maletero de su coche y sus ojos, cansados, vagaron por el nombre escrito en un marcador negro permanente. Todavía conservaba algunas otras pertenencias guardadas en cajas, pero esta era la que le importaba por ahora.
Aún sin estar segura de abrir la caja, comenzó a recordar lo temprano que se había levantado por el desternillante sonido de la alarma en su teléfono. Y también el último mensaje sin contestar que había recibido hacía unas horas, que aunque una respuesta no resultaba necesaria, esperaba que cierto androide de ojos marrones supiera eso con certeza. Tal vez sea la razón que a pesar de despertarse sintiéndose emocional y físicamente agotada por el día anterior, una sensación de calidez se precipitó dentro de su pecho. Por una vez en su vida, de verdad quería empezar un nuevo día. Y Dios, como echaba de menos eso.
Con delicados dedos trazando la superficie de la caja por encima de sus aberturas, finalmente las abrió. Sus ojos vagaron sobre la tela bien doblada y limpia, todavía nueva como el primer día que la consiguió. Su uniforme de Oficial. El que había guardado durante años en el fondo de su armario, olvidado y reemplazado por el de Illinois. Pero esta vez, el nombre de Detroit estaba claramente estampado en la azulada tela, seguido de su apellido en letras amarillas. Debajo de la camisa, estaba la chaqueta, la que necesitaba para afrontar el frío invierno en las calles y mantenerla protegida y cálida si la lluvia caía sobre sus hombros.
Y nunca se sintió más preparada cuando la familiar ropa ya estaba sobre su cuerpo, su cabello recogido en un moño bajo y sus dedos acariciando la placa oficial colocada sobre su pecho y su cinturón bien asegurado sobre su cintura, acompañado por su arma.
Se sentía como volver al pasado.
Su nariz captó el breve olor a tocino frito mientras sus botas caminaban por el pasillo, el ruido de las suelas contra el suelo cesaron cuando cruzó la esquina. Su rostro se dirigió hacia la espalda de Hank y la figura de Sumo a su lado, con hocico en alto, olfateando la carne y a la espera pacientemente de recibir solo un bocado de esta. Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, Hank se adelantó, incluso si aún no se había girado para mirarla.
—Buenos días.
Fue un saludo tranquilo, aunque salió de manera ronca. Aún pudo percibir el cansancio y quizás el arrepentimiento en su voz por los eventos del día antes. Frescos en su mente. Guió sus pies hacia la mesa y dejó encima a un lado su sombrero de Oficial.
—Buenos días, Hank.
Quiso sonar suave, sin ninguna intención de parecer seca. Sin embargo, había un ambiente tenso en el aire, y solo se podía culpar a ella misma y al hombre que tenía en frente por no comentar nada durante unos valiosos y largos minutos.
Finalmente, él giró su cuerpo, sus dos manos ocupadas por dos platos del desayuno que había preparado con cierto esmero. Pero se detuvo cuando sus ojos se encontraron con los de ella y una pequeña sonrisa se asomó por sus labios, fue un movimiento inconsciente.
—Han pasado muchos años desde la última vez que te vi con ese uniforme.
Su rostro se inclinó hacia abajo para echar un último vistazo a la tela y ella imitó el agradable gesto de él, sintiendo que el tenso aire se desvanecía poco a poco. Resopló levantando nuevamente su mirada, esta vez fijándose en la figura de Hank que ya se había sentado en frente, con el cubierto en su mano preparado para almorzar el desayuno. Se inclinó hacia adelante y alzó una ceja.
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Un Alma de Androide » Connor x Lectora. [Detroit: Become Human]. *SEMI-HIATUS*
FanficAño 2038. Después de cinco largos años, [__] se ve obligada a regresar a Detroit para continuar su trabajo como Oficial en el DPD. Durante su estancia se enfrenta con el frío invierno de la ciudad, viejos conocidos a los que añoraba y por supuesto...