2 » Sangre fría.

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Detroit. Noviembre, 2038.
06:45:00 a.m


El día había amanecido con todo su fulgor. Los rayos del Sol se filtraban a través de los orificios que había en la persiana, traspasando además con egoísmo la delgada tela color crema de las cortinas.

Alargó su brazo para agarrar su teléfono que había estado cargando toda su batería toda la noche y apagó la alarma que no dejaba de retumbar en sus oídos. Lo desenchufó y estiró su cuerpo lo más que pudo. Había conseguido dormir tan plácidamente la noche anterior, como si volviera a ser una niña de cinco años.

Seis horas de viaje. Fueron seis eternas horas en coche que la acabaron agotando de tal manera que en cuanto vio la cama esperando por ella con los brazos abiertos, no dudó ni en un instante en tirarse al colchón y comenzar a roncar con la saliva empapando su almohada.

Hank quiso tomar una foto por la cómica apariencia, –quizás para luego reírse de ella y chantajearla, pero no tenía a penas ni idea de cómo usar su nuevo teléfono.

Cogió algunas prendas de su mochila y se dirigió con suma delicadeza hacia el baño, con el fin de no despertar al hombre. Aunque a juzgar por sus retumbantes ronquidos, parecía ser una misión casi imposible. Cerró la puerta tras de sí y dejó las dichas prendas encima del lavamanos, sin quitar la vista en dirección a unos post it de varios colores pegados alrededor del redondo espejo.

"¿afeitarse o no?"

"no soy GRUÑÓN, solo NO me caes bien"

"sigue sonriendo"

Con simpatía, apartó el agradable gesto de la nota con una misma sonrisa. Preparó el agua de la bañera y comenzó a deshacerse de su ropa con la que había dormido, dejando así, su cuerpo al descubierto.

Las esquinas de sus labios se deslizaron hacia abajo, sus ojos acapararon toda su atención en el reflejo del espejo. Trazaron un recorrido por los leves rasguños y moratones que llevaban adornando su piel por algún tiempo, aún a la espera a que se desvanecieran por completo. No eran muchos, la mayor parte se concentraban sobre la superficie de su torso, caderas e incluso antebrazos.

Algunos eran hasta a penas visibles a la luz, pero estaban, seguían ahí para hacerle recordar por las situaciones que ha pasado para habérselos ganado. Ser policía no era un trabajo fácil y parece ser que tampoco lo era dejar de ser tan terca y torpe a veces.

Sin embargo, intentó hacer caso omiso a ellos y se dio un baño cuanto antes, sintiendo la templada agua haciendo su camino por su cuerpo y relajando sus músculos de paso. Minutos después, ya refrescada y con nueva ropa, caminó por el pasillo hasta llegar a la sala principal y sonreír hacia el San Bernardo recostado en su sitio, vagamente levantando su hocico para devolverle la mirada.

—Tu dueño me dará las gracias si recojo un poco este lugar antes del desayuno, ¿eh, Sumo?

Frunció su nariz al recoger un par de latas y botellas vacías de encima de la mesa, unos cuantos recipientes vacíos de comida china y algunos papeles tirados por doquier, que por suerte de Hank, Sumo no pareció encontrar interesante destrozarlos por diversión.

Queriendo además abrir las ventanas para dejar entrar la luz y el aire de la mañana, se detuvo de manera abrupta al captar que una de ellas se encontraba rota. De manera poco profesional, el estropicio estaba tapado por un viejo cartón que impedía el paso de la luz. Confusa y extrañada, decidió que más tarde preguntaría con curiosidad al hombre a que se debió para que terminara de esa manera.

Un Alma de Androide » Connor x Lectora. [Detroit: Become Human]. *SEMI-HIATUS*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora