VI. Azotea

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Pssst... Gracias por el 1K. Los tqm💞
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—Hola, galán —Aristóteles saludó de regreso a Temo, éste sólo río.

—Que suerte encontrarnos en las escaleras, así subimos juntos —sonrió, Aristóteles asintió y llegaron juntos a la azotea—. Quería preguntarte algo.

—Ah, ¿sí? ¿Qué es?

—¿Recuerdas el proyecto en parejas que dejó el profesor de química?

El profesor que había interrumpido el casi beso de estos dos chicos había dejado un proyecto para el lunes.

—Tienen hoy, mañana y pasado para hacer el trabajo, chicos. El lunes lo entregaran, lo presentarán frente al grupo y se les calificará de inmediato, subiendo la calificación al sistema de la escuela —era lo que había dicho el maestro al terminar de dar la explicación del dichoso proyecto.

Se les había dado la oportunidad de hablar acerca de cualquier tema que hayan visto en el año escolar, dando así más posibilidad de variaciones en los proyectos; en pocas palabras, para que no todos llevaran un volcán de plastilina haciendo erupción por una pastilla efervescente o sal de uvas.

—Sí, lo recuerdo —respondió Aris—, ¿por?

—Podemos hacer equipo tú y yo, vivimos en el mismo edificio y sería demasiado fácil juntarnos para hacerlo —sugirió Temo con una sonrisa que Aristóteles era imposible negarle el mundo si se lo pidiera.

—Va, lo hacemos juntos... Podemos hacer algo que hable sobre el cómo reacciona nuestro cuerpo antes las emociones.

—No estoy seguro que se pueda de eso...

—Podemos hablar y explicar las sustancias químicas que libera el cerebro al enamorarse.

—Oh, ¡claro! La dopamina, adrenalina y norepinefrina. Es buena idea, claro que hay que pensar mucho para hacer algo que impresione a la clase y al profesor.

Aristóteles no entendía las palabras que había dicho su crush, pero sabía que en su cerebro había una explosión de sustancias que generaban emoción cada vez que se encontraba cerca de él.

—Bueno, me alegra que trabajaremos juntos... —le sonrió Temo— Ahora, ¿qué querías decirme?

Aris tragó saliva al recordar la razón por la cual se encontraban principalmente en la azotea. —Bueno, pues... Es difícil.

Aristóteles se acercó a la banca que se encontraba cerca y tomó asiento, Cuahutémoc lo miro confundido, se sentó a su lado y puso su mano en el hombro del rizado.

—Oye... ¿todo bien?

Suspiró hondo y aquí...

Aquí empezó todo.

—Hablando de la popamina, adrenalina y no-sé-qué-pinefrina...

Cuahutémoc río a carcajadas. —Dopamina y norepinefrina, Ari.

—Eso —sonrió poco, miró sus manos y empezó a jugar con ellas—. Hay algo importante, muy importante, que debo decirte.

—Sí, te escucho.

¿Alguna vez se han sentido tan decididos a hacer algo pero, cuando llega el momento, los nervios los comen vivos? Justo eso le pasaba a Ari.

Estaba decidido a hacerlo, le declararía su amor a Cuahutémoc López. Quería hacerlo y lo iba a hacer, pero era difícil si sentías como tus palabras se regresaban por la laringe. Ni siquiera tenía planeado que decir, sólo iba a dejar que su corazón hablara, porque el corazón nunca se equivoca.

Besayúname [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora