XV. Besayúname

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Aristóteles salió de auto y lo rodeó para abrir la puerta de Cuahutémoc, cerraron el auto con llave y se tomaron las manos, se pararon en la orilla de la banqueta para esperar a que dejaran de pasar autos.

—Sí creí que llegaríamos tarde —rió Cuahutémoc.

—Aún no cantes victoria, Temito bonito, tenemos que cruzar el portón de la escuela.

Miraban a ambos lados verificando que no viniera algún auto y empezaron a cruzar, Aristóteles a lo lejos vió un auto a acercarse a alta velocidad, la calle era muy ancha y podría ser peligroso, tomó de la cintura a Cuahutémoc y lo arrastró junto con él de regreso a la banqueta.

El auto siguió sin detenerse y, cuando pasó frente a ellos, hizo que un charco los salpicara.

—¡No puede ser! —se quejó Cuahutémoc cuando vió su uniforme mojado.

Aristóteles lo miró y lo abanicaba con sus manos para tratar de secarlo, después miró su uniforme y también había quedado empapado.

—Por un demonio...

—¿Y ahora que hacemos, Ari? No podemos entrar así a clases —dijo haciendo un puchero.

—Vamos a los baños a intentar secar esto.

Aristóteles tomó la mano de Cuahutémoc y miró a ambos lados de la calle para después cruzar y entrar por la escuela en camino a los baños.

—Vamos a llegar tarde, Ari...

—No tardaremos, te lo prometo.

Bueno, ya daban las 8:09. Esperemos que tengan suerte.

Al llegar, Aristóteles tomó pañuelos de papel y le dió unos cuantos a Temo, empezaron a tallarse la camisa y sólo lograban embarrarla más.

—¡Ariii! ¡Esto no funciona!

El rizado hizo una mueca y tomó un pañuelo para ayudar a Temo a limpiar su camisa. Cuahutémoc lo miraba fijamente y Aristóteles, al sentir su mirada, vió sus ojos.

El López sintió una explosión de cosquilleos en su estómago; realmente quería a Aristóteles, tanto que simplemente con verlo sentía que le iba a dar algo de la emoción. Se sentía muy tonto al tardarse en darse cuenta de sus sentimientos, pues nosotros lo vimos, Aristóteles tuvo que intentar besarlo y declararse para que él pensara en lo que realmente sentía. Ahora quería pagarle al rizado todo lo que pasó por su culpa, por su inseguridad, su confusión... Quería pagarle con amor, amor que el oaxaqueño le correspondería.

Se quedaron viendo un buen rato hasta Aristóteles sonrió y frotó sus narices.

—En los vestidores tenemos uniforme de repuesto, ¿no? —Temo asintió— Pues ya está, vamos a cambiarnos.

Aristóteles se disponía a salir y el brazo de Cuahutémoc lo detuvo.

—Primero limpia tu cara, tienes gotas de agua sucia —rió y mojó un pañuelo para pasarlo por la cara de Aris cuidadosamente—. ¡Listo! Tan guapo como siempre.

Aris sintió un sonrojo en su cara y Cuahutémoc besó su mejilla para después tomar su mano y dirigirse a los vestidores. Entraron y cada uno fue a su respectivo locker para sacar un uniforme limpio, empezaron a cambiarse dándose la espalda –pues en ese momento, les importaba más llegar lo más pronto posible al salón–, Aristóteles fue el que terminó de cambiarse primero y volteó con Cuahutémoc quien estaba a punto de ponerse la camisa limpia, cuando Cuahutémoc terminó, volteó y se dió cuenta que Aristóteles lo estaba viendo.

—¿Cu-cuánto llevas viendo?

—Casi nada —rió encogiéndose de hombros y empezó a acercarse a él.

Se detuvo cuando quedó a pocos centímetros de él y tomó sus manos, se miraban fijamente a los ojos y juntaron sus frentes, es inexplicable el cómo estos dos chicos se disfrutan con simplemente tenerse cerca.

Sonó un borborigmo de parte Cuahutémoc y el golpe de un déjà vu les llegó a ambos.

—¿Tienes hambre? —rió el rizado.

—No alcancé a desayunar en mi casa, me levanté muy tarde —rió avergonzado—. Sí, tengo hambre.

Separaron sus frentes y miraban fijamente a sus ojos.

Besayúname —dijeron ambos.

Soltaron una pequeña risa y Aristóteles pasó sus manos alrededor de la cintura de Cuahutémoc mientras éste rodeaba el cuello del rizado con sus brazos. Sus narices se tocaban y sus labios sentían la respiración del contrario.

—Aristóteles... —rió.

—¿Sí?

—Ya bésame.

Cuahutémoc cerró los ojos y Aristóteles cortó el espacio restante besando los labios de su crush.

Comenzaron con movimientos torpes hasta que encontraron la sincronización que buscaban, se besaban con lentitud y dulzura, ambos habían esperado este momento con muchas ansias. Ahora eran sólo ellos dos, disfrutando de su amor.

Aristóteles tomó de los muslos a Cuahutémoc y lo cargó haciendo que éste enredara sus piernas en su cadera y lo pegó a uno de los lockers mientras seguían besándose. Temo pasaba sus manos por los cabellos del rizado y reía tiernamente entre besos, mientras que Aristóteles daba caricias con los pulgares en las piernas de el toluqueño.

Después de un pequeño rato de besos, se empezó a intensificar cuando Aristóteles empezó a usar la lengua; se había vuelto una guerra de besos entre ellos dos. En momentos se separaban del beso para tomar aire, y, en esas pausas, alguno de los dos aprovechaba para llenar de pequeños besos el rostro del contrario. Aristóteles dejaba besos en la nariz de Cuahutémoc mientras éste reía por las cosquillas y después besaba repetidas veces sus mejillas, y Temo dejaba besos en la frente del rizado.

Tenían tanto amor por darse, y lo harían... no habría nada que se los impediría.

—Creo que debemos ir al salón —rió Temo.

Aristóteles hizo un puchero. —Sólo uno más, por favor... ¿Sí, mi Temito bonito?

—No te puedo decir que no, guapo.

Aristóteles sonrió triunfante y volvieron a juntar sus labios en el último beso de ese día... o probablemente de esa hora.

Cuahutémoc bajó de los brazos de Aristóteles y tomó su mano para dirigirse a su salón, con el miedo de que no los dejaran entrar por ser tarde.

Cuando llegaron, soltaron sus manos y se asomaron cuidadosamente por la puerta, encontrándose con la agradable sorpresa de que el profesor no había llegado; era común en él llegar tarde. Entraron y buscaron rápidamente dos lugares para sentarse juntos, justo había unos en la esquina donde se habían sentado el viernes. Tomaron asiento y Cuahutémoc empezó a buscar alguna libreta en su mochila para empezar a tomar apuntes cuando el profesor llegara, y Aristóteles aprovechó su distracción para acercarse y deja un corto beso en sus labios. Cuahutémoc le sonrió y miró al resto de los alumnos para ver quién los había visto, pero todos estaban en su mundo hablando con sus amigos de cosas sin sentido.

—¡Buenos días, jóvenes! Espero hayan tenido un lindo fin de semana y lo hayan aprovechado al máximo para hacer su proyecto.

Aristóteles y Cuahutémoc abrieron los ojos como platos y se miraron.

—¡El proyecto! —dijeron al unísono.

Después de todo un fin de semana lleno de confusiones, declaraciones, arrepentimientos, llantos, risas y besos... habían olvidado el proyecto para la feria. Ahora tendrían que ingeniarselas para encontrar una excusa o rápido crear un proyecto de química extraordinario que impresione al maestro, pero eso ya sería problema de ellos.

Lo más importante era el hecho de que ahora están juntos, ¿tomarían la decisión de formalizar la relación? ¿Qué locas aventuras tendrían ahora nuestros chicos?

Se podría decir que éste es el fin, pero...

¿En realidad lo será?




«Fin»
Primera temporada.

Besayúname [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora