XIV. Auto

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Cuahutémoc empezó a estirarse en su cama intentando sacar el sueño, soltó un bostezo largo y se quedó mirando al techo con una sonrisa boba. Giró para ver el reloj que tenía en su mesita de noche.

—Oh, 7:43... —bostezó y luego se detuvo para pensar rápidamente, se levantó de golpe— ¡No manches! ¡7:43!

La entrada a la escuela era a las 8:10, de nuevo iba tarde y se sentía enojado consigo mismo por no escuchar la alarma.

—¡Papancho te dije que me despertaras! ¡Ya se me hizo... —gritó al salir de su cuarto y se topó com la sorpresa de que no había nadie— tarde...

Se dirigió a la mesa y había una nota en ella, era la letra de Pancho y otras frases pequeñas de otras personitas.

Mijo, te levantastes tarde de nuevo y tengo que llevar a las calcomanías porque tenían que terminar un proyecto en equipo
Perdón por no poderte llevar, apúrate para que no llegues tarde!!! -Tu papancho pss quien mas

Hola Temo, te quiero mucho -Lupita :)

Ni modo hermano ya te toco ir a patrulla -Julio

Ya te toco ir caminando* -Lupita

No le hagas caso a Lupita, es lo mismo -Julio

Te queremos Temo ♡ -La tropa López

Cuahutémoc sonrió mientras leía la nota y la dobló para guardarla, entró a su cuarto y la metió entre las hojas de un libro. Reaccionó rápido y entró a la ducha, fue rápida y salió a su cuarto a vestirse. Miró el reloj y marcaban la 7:56, tomó su mochila y salió de su departamento corriendo. Al llegar a las escaleras se frenó de golpe por casi chocar con alguien que iba bajando a la misma velocidad.

—¡Temito bonito! —saludó alegre— ¿Otra vez tarde?

—Ahora no soy el único que va tarde —se burló—. ¡Corre! Si vamos corriendo aún alcanzamos a llegar.

Temo comenzó a bajar las escaleras y se detuvo al ver que Aristóteles no lo seguía, regresó y lo vió parado con el ceño fruncido.

—¿Qué tienes? ¡Corre!

Aristóteles lo miró y una expresión digna de una idea apareció en su rostro.

—¡Espera aquí! ¡No te muevas! —dijo para correr hacia su departamento.

—¡Ariii! ¡Vamos tarde!

No tardó ni dos minutos para que Aristóteles regresara y viera a Cuahutémoc con los brazos cruzados y dando pequeños golpes al piso con su pie.

—¿Y ahora tú? Vamos tarde, Ari.

—No por mucho —sonrió y levantó su mano para mostrarles las llaves de un coche—. Le pedí prestado el coche a mi padre para llegar a tiempo. Ahora sí... ¡Corre!

Ambos bajaron las escaleras corriendo hasta llegar al auto de Audifaz, Aristóteles se acercó a la puerta del copiloto y la abrió para que Temo entrara.

—Gracias —Temo sonrió y entró.

Aristóteles rodeó el auto y se subió al lugar del piloto, encendió el auto y manejó hacia el colegio. Cuahutémoc lo miraba y suspiraba, se acercó y dejó un beso en su mejilla, éste sonrió sonrojado y siguió manejando.

Temo encendió la radio buscando alguna estación de radio con buena música, ya que siendo tan temprano no había tanto que escuchar. Se detuvo cuando escuchó la melodía de una de sus tantas canciones favoritas.

—¡Me encanta esa canción! —dijeron al unísono y empezaron a reír.

La música sonaba y Aristóteles empezó a cantar mientras hacía ademanes con una mano y con la otra seguía sujetando el volante.

Era lo bonito del mar, cuando estás a mi lado no hay otro lugar —volteó a verlo rápidamente—. Y era lo bonito de ser un par de enamorados...

Era lo bonito de ti, tú nunca te rendiste hasta verme feliz —tomó su mano libre—. Y es lo más bonito saber que nunca me has fallado...

Ahora sé que es fácil decir que te olvidé...

Que lo nuestro nunca existió, que te fallé...

Todo por un maldito error se vino del revés...

Siento que hoy te quiero más de lo normal, por primera vez el dolor es vertical, se hace cuesta arriba el tiempo cuando tú no estás...

Enamórate-te-te, otra vez... —cantaron juntos.

Quiero recordarte que bonito es verlo todo en una nube del color del cielo —Aris tomaba su mano mientras le cantaba.

Enamórate-te-te, otra vez...

Bajar a la tierra y tocar con los dedos el agua del mar, tu cuerpo con mi cuerpo... —Temo pasó su dedos por los rizos de Aristóteles causándole un pequeño escalofrío que hizo que ambos rieran.

Seguían cantando mientras se tiraban miradas coquetas y uno que otro beso al aire; eran felices.

Al momento de admitir sus sentimientos y saber que ambos se querían con la misma intensidad, sabían que ahora ellos dos irían de la mano contra todo. Sería un camino largo para lograrlo, pero lo lograrían juntos.

Sigue enamorándote... —el rizado colocó su mano cerca de Temo.

Sigue persiguiéndolo... —entrelazó sus manos.

Si el impulso viene de tu corazón. —cantaron al unísono emocionados.

Como el aire que no ves, que se mete en tu interior —Temo tocaba su pecho al cantar con tanta inspiración.

Pase lo que pase siempre seré yo... —besó la mejilla de Temo e hizo que volteara— quien te va a querer.

Aristóteles detuvo el auto al ver el semáforo en rojo, miró fijamente a Cuahutémoc quien le estaba sonriendo emocionado y empezaron a cantar de nuevo la parte tranquila juntos.

Enamórate-te-te otra vez... Quiero recordarte que bonito es verlo todo en una nube del color del cielo —el semáforo cambió a verde y Aristóteles tomó la mano de Cuahutémoc mientras miraba al frente para seguir conduciendo—. Enamórate-te-te otra vez, bajar a la tierra y tocar con los dedos el agua del mar... Enamórate.

Cuahutémoc miraba sonriendo a Aristóteles, ambos sonreían y disfrutaban de la compañía del otro.

—Te quiero mucho, Ari.

—Yo te quiero más, Temito bonito.

Temo se acercó a Aristóteles para recargar su cabeza en el hombro del rizado, llegaron a la escuela y Aris se estacionó, miró la hora; 8:07, ahora sólo tenían que bajar, cruzar la calle y entrar a la escuela... Sencillo, ¿o no?

Besayúname [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora