—¡Cuahutémoc López, príncipe de los Aztecas! ¡Despierta ya!
Pancho empezó a golpear una olla con una cuchara; un método de despertador casero. Temo se levantó muy agitado y cayó de la cama por el susto, empezó a sobar su cadera ya que se había dado un buen golpe con el suelo.
—¡Es sábado, Papancho!
—¿Y eso a mí qué? —rió— Hazme un favor y ve a traer pan para que desayunemos todos, ¿sí?
—Bien, pero deja me visto-
—¡No! Lo necesito ya, vamos, ni que estuvieras en chones —dijo para después salir riéndose como sólo él sabe hacerlo.
Cuahutémoc tomó los primeros zapatos que vió para ponerselos, se vió al espejo y acomodó rápido su cabello. Iba con unos pants de pijama a cuadros y una playera suelta gris, hizo una mueca y salió de su habitación tallando sus ojos, tomó el dinero que había dejado Pancho en la mesa y salió del departamento para dirigirse a la panadería.
—Entre más rápido sea, mejor —murmuró para sí mismo mientras cerraba la puerta.
No quería que lo vieran recién levantado, y menos en esas fachas. Por suerte, era sábado en la mañana, no había casi nadie fuera, puesto que todos debían seguían durmiendo... O eso era lo que Temo esperaba.
Al salir del edificio, vió hacia todos lados para verificar que no hubiera tanta gente, rápidamente se dirigió a la panadería y giró para meterse en la entrada. Lastimosamente, sus planes no salieron como quería y chocó con alguien, provocando que ambos cayeran.
—¡Ay! ¡Lo siento, fue mi culpa! ¡No ví por dónde iba! —empezó a decir Cuahutémoc mientras ayudaba a levantar unas piezas de pan que salieron de una bolsa que cayó junto con ellos.
—No te preocupes, Temito bonito —rió—. Los accidentes pasan.
Cuahutémoc reconoció de inmediato esa voz y ese apodo, volteó para ver con quién había tropezado y sonrió al ver que era Aristóteles. Sintió una pequeña emoción al verlo, él también parecía haberse recién levantado, el rizado levantaba el pan con una sonrisa y lo volvía a meter a la bolsa. Ambos se pusieron de pie y se miraban fijamente sonriendo.
—Buenos días, Temocles.
—B-buenos días... Aristocles.
Parecía que por el momento habían olvidado el duro momento de ayer, Aristóteles se sentía feliz de que Cuahutémoc se siguiera mostrando como es al estar junto a él, por un momento todo estaba bien, hasta que recordó que la persona a la que tanto deseaba dar su cariño no podía recibirlo. Apretó los labios y esperaba que Temo rompiera el silencio tan incómodo que se estaba formando, se tenía que ir para seguir cuidando a Arquímedes, que se había quedado solo en el departamento mientras Aristóteles iba por algo de desayunar.
Cuahutémoc, por su parte, era un mar de sentimientos y confusiones. ¿Era normal sentir tanta emoción de repente al estar junto a alguien? A veces los sentimientos que tenemos escondidos nos llegan de golpe en el momento que menos esperamos. El toluqueño seguía sonriendo al ver a Aristóteles, y éste último empezaba a pararse en sus puntas para después hacerlo en sus talones.
—¡Chicos! ¿Están bien?
—Sí, ma'. Sólo se cayó el pan.
Temo seguía mirando sin habla a Aristóteles, una que otra vez soltaba algún suspiro. ¿Qué le estaba pasando?
—A ver, pásamelo. Lo voy a cambiar.
Aristóteles le entregó a Polita la bolsa de pan sin dejar de ver a Cuahutémoc, al sentir su mirada tan clavada, empezó a ver hacia todos lados. Amapola no tardó en volver con una nueva bolsa llena de rico pan recién hecho, se la entregó y Aristóteles decidió acabar con ese incómodo momento.
—Bueno, Temo... —empezó a mover los hombros— Tengo que irme.
Sin más qué decir, Aristóteles se dirigió a la salida de la panadería, diciendo un "Adiós" al pasar junto a Cuahutémoc.
Temo lo siguió con la mirada hasta que salió del local, se quedó viendo a la entrada pensativo hasta que reaccionó salió corriendo a seguirlo. Polita lo miró extrañada mientras seguía limpiando el mostrador, rió un poco al notar la actitud del crush de su hijo y siguió con su trabajo.
—¡Ari! ¡Ari! —lo detuvo tomándolo del brazo antes de que entrara al edificio.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
¿Qué pasaba? Ni siquiera Cuahutémoc lo sabía. Lo había seguido y detenido sin motivo y ahora tenía que ingeniarselas para decir algo que tuviera sentido.
Miraba fijamente a los ojos a Aristóteles y se preguntaba si en algún momento sentiría perderse en ellos, su mirada tan profunda y expresiva de confusión hacía que Cuahutémoc sintiera escalofríos de simplemente presenciarla.
—Te q-quería invitar a jugar básquet más tarde.
¿En serio, Temo? ¿Invitarlo a jugar cuando ayer lo lastimaste? ¿Querer pasar tiempo con él cuando ayer le pediste que respetara el tuyo? Bueno, ya sentiste tu propio golpe en le frente mental.
Aristóteles sonrió no muy convencido del todo y asintió. —Claro, Temito bonito. Nos vemos en la tarde.
—Bien —soltó su brazo—, ¿en la cancha de la plaza te parece bien?
—No se me ocurre otro lugar —rió.
Cuahutémoc también rió y se despidió de Aristóteles, cuando éste entró al edificio, no pudo evitar soltar un suspiro con una sonrisa. No sabía que era lo que pasaba, pero le gustaba el sentimiento que generaba en él. Giró y regresó a conseguir el pan que esperaba Pancho y los mellizos.
Aristóteles, dentro del edificio, se encontraba de la misma manera. Sin ellos saberlo, habían suspirado de igual forma al mismo tiempo. Se dirigió hacia su departamento y tomó a Arquímedes en brazos, dándole vueltas por los aires mientras éste reía, se notaba muy claramente lo feliz que estaba.
«Una cita», pensaron ambos.
¿Realmente lo era?
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Besayúname [#1]
Fanfiction-¿Tienes hambre? -rió el rizado. -No alcancé a desayunar en mi casa, me levanté muy tarde -rió avergonzado-. Sí, tengo hambre. -Besayúname -lo dijo tan cerca del contrario que causó que tragara saliva de los nervios. Besayúname por las mañanas. ____...