Se paró en dónde menos lo pensé. En el orfanato.
El pulso se me aceleró y ella salió del auto. Yo me senté y ella fue a buscarme, abriéndome la puerta ella se trataba de tragar una risa.
Yo baje lentamente, estaba insegura.
-Ayer dijiste que querías hablar- dijo ella y volteo a ver al orfanato –Pues puede ser mar al rato.
-Claro- dije y la mire extrañada.
Las dos bajamos y vimos a Bob en la entrada del orfanato. Estaba a lado de una pequeña rubia, con mejillas coloradas.
-________- gritó. Empujo a la pequeña para que se fuera.
Voltee a ver a Luisa y sin pensármelo dos veces, corrí hacia Bob. Lo abracé fuertemente y este me levanto, dándome vueltas.
-¿Qué haces por aquí pequeña?- Me bajó
-No lo se- dije, riendo de la felicidad y nerviosismo –Luisa me trajo de sorpresa
-¿Ahora qué hiciste?- preguntó Bob, levantando una ceja.
-¿Yo? Nada, soy buena niña- dije he hice un puchero. Bob rio –Vamos Bob, créeme, no hice nada.
-Está bien, te creeré mounstro- dijo y me despeino.
Luisa se acercó sonriente y saludo a Bob. Pude percibir que sus ojos ¿brillaron?
Los tres pasamos a la que antes era la deprimente sala. Ahora estaba pintada de blanco, las escaleras se veían reparadas y las grietas desaparecieron. Todo estaba como nuevo.
Me senté en el sofá; también era otro. Luisa y Bob se quedaron observándome.
Mis ojos se pusieron rojos y el nudo en la garganta no desaparecía.
-¿Qué pasa?- pregunto Bob, aparentemente preocupado
-Soy una gran idiota- dije y me paré.
Salí de la casa y fui hacia el jardín trasero del orfanato. Los pequeños me veían y susurraban cosas, los grande solo me veían como bicho raro.
Eso ahora no importaba.
Era una idiota. Todo lo que mi mente había creado alrededor de aquellas paredes sucumbía a mis pies. Todo lo que era se había ido, había cambiado, había muerto y en su lugar había otra ______. Una que luchaba por dejar de ser aquella pared de sentimientos falsos.
La idiotez detrás de todo esto era que si lo hubiera querido hace tiempo, no había tenido que lastimar a nadie.