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La bruja caminaba en la profundidad del bosque con el chico sobre su hombro, cargandolo como si de una pequeña almohada se tratara.

Caminó más hasta que al fin llegó a una cabaña hecha de paja, madera y piedras.

Se adentró escuchando la puerta rechinar y el suelo crujir tras sus pasos.

Miró hacia ambos lados y pudo ver todo el desorden que había en lugar, quizá luego de haber estado creando pociones debió limpiar.

Suspiró y se adentró más hasta que pudo llegar a una pequeña cama que era dividida del resto por una delgada tela blanca que se transparentaba.

—Bien, ahora te despertare.— le dijo al muchacho colocándolo delicadamente sobre el colchón.

Acercó su mano, pero no se atrevió a tocarlo. Las lágrimas secas aún podían verse sobre su tranquilo y precioso rostro, sus labios gruesos a pesar de estar partidos, lucían tan deseables, su cabello dorado le hacía pensar en los rayos del sol, haciendo que su piel se viera aún mas pálida, como si fuese un muñeco de porcelana.

—¿Cómo pudieron ofrecerlo de esa manera?.— se preguntó y por fin su mano acarició los finos mechones con delicadeza.— Despierta.— le susurró.

JiMin se removió sobre el colchón, apretando sus ojos y puños mientras balbuceaba cosas sin sentido.

—P-Papá no por favor.— Lloriqueo despertando de golpe, pensando que había sido solamente una pesadilla. Sin embargo cuando sus ojos por fin se abrieron, pudo notar que aquella no era su casa.

Miró hacia su lado y entonces logró ver a la bruja de pie, mirándolo.

El muchacho se alejó lo más que pudo y se abrazó a si mismo, sintiendo las ganas de llorar nuevamente.

—N-No me coma por favor.— suplicó temeroso.

—¿Porqué querría comerte pequeño muñeco de porcelana?.

—Y-Yo...— las mejillas de JiMin inevitablemente se tornaron rojas, causando aún más asombro a la persona frente a él.

—No voy a comerte.

Se quitó el gorro de la capucha y JiMin pudo apreciar una corta y brillante cabellera negra. Sus manos pararon en la máscara y lentamente la quitó de su rostro.

Su sorpresa fue tan grande que no supo que decir por largos minutos.

—E-Eres... Eres un hombre.— dijo al fin, observando un atractivo y masculino rostro de piel clara. Labios finos y rojizos, acompañados de unos ojos que parecían más oscuros que la noche misma.

—Si, soy un hombre.— respondió con su tono de voz gélido.

—P-Pero la bruja...

—Yo soy la bruja.— le interrumpió.— Es solamente un disfraz para ocultar mi verdadera forma.

JiMin olvidó por un momento su temor, aquel sin duda, era el hombre más hermoso que sus ojos habían visto.

—¿P-Porqué me trajiste aquí?.— las lágrimas inevitablemente escurrieron por sus mejillas cuando recordó lo sucedido.— Y-Yo quiero volver con mi familia.

El hombre de cabellera negra frunció el ceño.

—¿Tu familia?... ¡Ellos te ofrecieron a mi!.— gritó incrédulo.

—P-Pero seguro que están arrepentidos.— respondió el rubio sorbiendo su nariz.— F-Fue sólo el miedo.

El hombre no podía creer lo que escuchaba. Realmente aquel muchacho era un tonto por pensar en eso.

—No puedes irte.

—P-Por favor.— suplicó entre llanto.

—No, eres mío ahora.

Y tras decir aquellas palabras, caminó hacia la puerta y salió, dejando muy bien cerrado con un hechizo.

JiMin brincó de la cama y corrió hacia la puerta, pero no pudo abrirla a pesar de que pateó y golpeó con todas sus fuerzas.

El brujo por su parte, había ido a un lugar oculto, donde las flores crecían hermosamente y la cascada reflejaba preciosas luces coloridas cuando los rayos del sol la tocaban.

—Yo lo salvé.— se dijo caminando de un lado a otro.— Ellos no lo querían.

Sus pasos se detuvieron y quedó pensando en sus palabras... ellos no lo querían... ¿Y yo? ¿Yo lo quiero?.

Soltó un gruñido de molestia.

Él solamente quería asustarlos, jamás pensó que alguno de los pueblerinos le ofreciera a su hijo realmente.

Estaba aburrido, después de casi veinticuatro años oculto del mundo, quizo hacer algo diferente, desobedeciendo lo que su madre, la verdadera bruja, dijo antes de fallecer. “No te acerques a ellos hijo".

Nunca imaginó que volvería a casa con un hermoso muchacho sobre su hombro. Ni siquiera supo porqué lo aceptó.

Tal vez por la manera en que los demás pedían que se lo llevara, quizá fue la forma en que su progenitor lo miraba con desprecio o tal vez fue el sufrimiento en su rostro.

Él no quería nada, sin embargo volvió con más de lo que esperó tener algún día...

Compañía.

Quédate Conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora