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Los días pasaron, al igual que las semanas y los meses, hasta que se completaron siete en total. 

Siete meses alejado de la calidez de aquellos brazos, siete meses sin poder mirar aquellas orbes llenas de ternura. Siete meses sin la fragancia dulce y embriagante de aquella hermosa criatura.

Y ahí estaba, como siempre, pensando en él, un día más, en su soledad, extrañándolo, imaginándolo. Una noche más, amandolo sin detenerse.

JungKook se sentía tan solitario a pesar de que Salem no se despegó de él ni un sólo día, ni una sola noche. Los segundos pasaban y cada vez su corazón se sentía más roto, como si los pedazos fueran cayendo uno a uno entre los recuerdos de aquella encantadora sonrisa y de aquella mirada pura e inocente.

En varias ocasiones trató de hacerse olvidar, pero su pecho dolía de sólo pensar en que aquel recuerdo se iría. No podía permitir eso, prefería vivir con el dolor a olvidar a su único y primer amor.

Su lugar secreto se había vuelto un lugar deprimente a donde iba cada vez que sus lágrimas deseaban correr junto al agua de la cascada, cada vez que deseaba sentir un poco de calor sobre su frío cuerpo solitario y abandonado. Cada vez que pensaba en irle a buscar.

Sólo su soledad sabía cuán grande era el vacío que había en su corazón, al estar tan lleno de su ausencia.

JungKook no podía vivir con los pueblerinos aunque quisiera mezclarse, él era distinto y de alguna manera se haría notar, por eso era mejor permanecer oculto hasta que su último día llegara... Solo en su cabaña, solo en la oscuridad, perdido entre el silencio de las paredes, consumiendose junto a la leña de la chimenea. Viendo el tiempo pasar sin detenerse.

Quería correr, quería marcharse lejos, demasiado lejos. Pero no podía. Si lo hacía, estaría perdiendo a JiMin un poco más. Le amaba, le amaba más cada día.

Pero lo había perdido.

Deseaba borrar ese abismo fatal que los dividía, deseaba embriagarse de la fragancia pura que su ser desprendía, deseaba transformarse en agua de lluvia para así al menos tocarlo una vez más e impregnarse en él por un momento. Deseaba borrar su hechizo, pero no podía. JungKook se había condenado él mismo a una vida llena de soledad y sufrimiento... Si tan sólo le hubiera dicho lo que sentía, tal vez JiMin aún seguiría a su lado.

Pero ya era tarde. Siete meses tarde.

Dolía tenerlo en su corazón, pero no poder tenerlo entre sus brazos. Si pudiera detener el tiempo, se quedaría a vivir ahí, donde su mirada le cautivó por completo, en el momento justo en que se enamoró de él.

Le dolía la piel por no poder tocarlo, le ardían los ojos por no poder verlo, sus oídos rogaban por escucharle reír. Vivir sin él, era como vivir sin aire.

Cuando llegó fue la tormenta que arrasó con su cordura y puso su mundo de cabeza, pero también fue la calma que su corazón necesitaba. Fue las sonrisas y ahora era las lágrimas… JiMin era todo para él y a la vez nada, porque no podía tenerlo.

Pero... ¿Estaba mal tal sólo mirarle una última vez?.

Su cuerpo estaba temblando, sus ojos se llenaban de brillo en tan sólo imaginarse viéndolo de cerca y no en sus recuerdos.

Sus piernas parecían moverse por si solas, quebrando las ramas caídas bajo las suelas de sus botas. Su gato negro se mantenía a su lado y él corría tan rápido como podía. Atravesando la niebla del bosque, pasando cada obstáculo que había en su camino.

Las luces del pueblo casi le llamaban cuando las vió a lo lejos, cada vez de acercaban más y cuando por fin pudo ver claramente, sus pasos se volvieron lentos. Su corazón se detuvo por un segundo.

Había sido una mala idea.

No sabía qué fue lo que le dolió más, si ver a JiMin en los brazos de otro hombre con sus labios unidos, o la sonrisa que le brindó después de separarse.

Tan rápido como se detuvo, sus piernas comenzaron a retroceder. Había sido una terrible idea ir a verlo.

Todo se había acabado.

...

JiMin suspiró en cuanto sus labios se alejaron de los ajenos y sonrió forzadamente.

Su novio era una buena persona, pero cuando los pueblerinos lo declararon prácticamente un milagro, no le pusieron objeción a que sus hijos lo pretendieran y durante meses fue seguido por ese chico que ahora se hallaba frente a él y estaba consciente que la influencia de sus padres había tenido mucho que ver.

—Te amo.— le susurró el muchacho de cabellos castaños, pero JiMin sólo respondió con otra sonrisa.

Desde que había despertado en el bosque, sentía como si algo le hiciera falta, como si hubiera olvidado algo importante, pero los recuerdos seguían nublados en su mente y aún así sentía un gran vacío en su corazón.

A pesar de que ahora era aceptado por los demás, se sentía incompleto, como si no encajara en ese lugar, como si su alma se encontrará en otra parte, lejos de ahí.

Aveces durante la noche le era imposible conciliar el sueño y extrañaba un calor y un cuerpo que no conocía. Extrañaba un aroma que no pertenecía a nadie en su vida. Veía unos ojos oscuros que le traían paz y dolor al mismo tiempo.

No entendía porque a pesar de tenerlo todo, se sentía tan vacío y solitario. Como si sólo aquellos brazos desconocidos pudieran envolverlo en tranquilidad, como si únicamente esos extraños ojos oscuros le transmitieran amor, como si aquella fragancia imaginaria lo embriagara por completo. Como una tormenta que azotaba sus puertas y rompía la calma de sus días, como una espina que dolía y se clavaba en lo más profundo de su corazón.

JiMin no entendía lo que pasaba, desde hace siete meses. Era como si le hubieran robado la parte mas importante de sus memorias.

Y aunque sabía muy bien que tal vez nunca descubriría el significado de aquella presencia desconocida que siempre le acompañaba, que tal vez nunca conocería al dueño de aquellos ojos oscuros y de aquella fragancia, seguiría esperando todos los días.

Quédate Conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora