Todo había vuelto a la normalidad, Mario se disculpó con Christopher y le prometió nunca hacerlo llorar de nuevo, Christopher solo lo abrazo, después de todo era su hijo y no tenía la culpa de enamorarse de esa chica.
Todos se encontraban en la casa de Richard, pues iba a tener otro bebé.
—Ya era hora Rich, te quedaste muy atrás —reía el castaño abrazando al boricua
—Yo no me quedó atrás, solo que ustedes son muy calenturientos y cogen por todo lado.
—Cada parte de la casa está sellado por nosotros —sonríe el mexicano recibiendo la mirada de todos.
—Joel no conocía ese lado tuyo, te has vuelto un pervertido.
—Solo falta sellar el cuarto de los niños —mira a Erick y le toca su pierna.
—¡Ni lo pienses Pimentel! —jalo de su oreja a manera de regaño.
—¡Duele Erick!
—Papi Chris, Papi Chris —venia corriendo un pequeño castaño.
—¿Qué pasa Luis?
—Me enamoré.
—¡QUE! ¿De quién? —gritó celoso el boricua.
—Cálmate Zabdiel —besa su mejilla y mira a su hijo— ¿de quién te enamoraste hijo?
—¡De Inuyasha!
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—Hijo...
—¿Son orejas?
—Si, ¿no es hermoso? —suspira besando el celular.
—No puedes enamorarte de alguien que no existe —se cruzó de brazos mirando a su hijo.
—¡Zabdiel! —lo mira enojado el castaño.
—¡Es amor de verdad! —se cruza de brazos y le saca la lengua a Zabdiel.
