La verdad detrás de rostros jóvenes: Capítulo dos

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Una vez afuera de la que sería mi primera habitación propia en muchos años, giro despacio la perilla y me doy el tiempo de observar cada rincón del cuarto, pareciera que la hubieran decorado a partir de todo lo que siempre quise tener una vez. Tapiz rosa pastel, tocador de espejo con luces y asiento de peluche, un librero con flores reales que plasmaban un olor indescriptible. Lo que más admiré fue la gran cama con velos caídos del techo y el gran closet a su frente. Tengo también mi propio baño, toallas en tonos pasteles, inciensos y jabones naturales con fragancias otoñales.

Me aseguro de dejar bien cerrada la puerta de la habitación antes de comenzar a desvestirme y dejar la ropa regada por la habitación. Enciendo la llave de agua caliente y siento satisfacción al sentir cómo el agua recorre mi cuerpo, agarro uno de los jabones y paso por todo mi cuerpo, ahora prosigo a distribuir el shampoo por todo mi cabello mientras lo desenredo a la vez.

Dejó caer la planta de mis pies en la suave alfombra del baño. Observo mi cuerpo por unos segundos, identifico cicatrices en mis brazos, heridas en las piernas, senos pequeños, caderas con celulitis, poco a poco pequeños recuerdos intervinieron en mi mente, todas las inseguridades que sembraron en mi gracias al horrible trato por años. Esta será la última vez que me vea al espejo y divise a la antigua Diana que fue víctima de abusos, debo acabar con ella.

Algunas lágrimas cayeron inconscientemente, enseguida me agacho y reviso cada uno de los estantes, hasta que encuentro unas tijeras, y comienzo a cortar mi cabello lo más corto posible. Dejando caer trozo por trozo al suelo, respiro hondo tres veces y sonrío. Se acabo, por fin se acabó.

5

Revisé de izquierda a derecha, de arriba a abajo mi nuevo closet y me probé de todo, vestidos, camisetas, faldas, chaquetas, shorts, tacones, zapatillas incluso lencería, que más allá de ser cómoda la siento bastante incómoda y reveladora diría yo. Escogí un vestido palo rosa de tul con pequeños diamantes y un gran escote en forma de V que deja al descubierto mi espalda y hombros. El vestido llega hasta la altura de mis muslos y decido agregarle unas converse para el toque final.

Me fijé en una pequeña caja de vidrio con marco dorado encima del tocador que llamó mi atención. Adentro habían algunas joyas que me probé enseguida y quedaron a mi medida. No hacía más que sonreír frente al espejo, por primera vez en mi vida sentía que valía, que le importaba a alguien.

Nathanael

Toqué tres veces la puerta del cuarto de Diana, hasta que la abrió. Ahí estaba ella se veía demasiado hermosa, sabía que las joyas le quedarían perfectas. Además el vestido que lleva puesto le deja ver su hermoso cuerpo, y remarca sus caderas a la perfección.

-Tengo un buen ojo para las joyas -digo y ella rápidamente intenta quitarse los aretes de argolla.

-Tranquila, son tuyos... -agarro sus manos y enseguida sus mejillas se tiñen de rojo. Al percatarme del reciente contacto visual que ejercí con ella, me separé de inmediato. -Solo venía a avisarte que el almuerzo está servido.

Diana

Cerré mi cuarto y bajé tras Natthanael, tratando de evitar que se fijaran más de lo normal en mi cuerpo. Me senté en el único asiento vacío y acomodé mi vestido lo más bajo que pude. Noté cómo Evan de vez en cuando me dirigía la mirada, tal vez cuestionando la manera en la que vestía tan solo para bajar a almorzar. O tal vez porque no había tan siquiera tocado los cubiertos para empezar a comer.

-Lamento mucho lo que sea que te haya pasado donde estuviste, como para que te vistas así cuando vives junto a cinco chicos hombres que no conoces -exclama Evan. Me hierve la sangre cada vez que el imbecil de Evan abre la bocota. -Es deprimente -añade.

•Diana | versión actualizada•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora