Una equivocación: Capítulo cuatro

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Baja sus manos a mis glúteos y los aprieta con fuerza. Me recuesta en el sillón despacio y comienza a besar mi cuello. Todo era pasión, y realmente logró que mi espalda se retorciera al introducir sus manos para acariciarla de arriba abajo. Levanto la cremallera que lleva puesta hasta sacarla completamente y dejándola a un lado. Se acerca para besarme, en eso aprovecho de girarme para quedar sobre él.

Se deshace de mi camiseta y agarra mi cintura. Sus manos vuelven a tocar mi espalda pero ésta vez para librarse de mi sostén. -Odio este tipo de ropa -dice dejando caer mi sostén. Al principio me avergüenzo de mi busto y luego de mi cuerpo, pero al parecer a Evan le importa un carajo, ya que disfruta viendo mi cuerpo desnudo sobre él.

Ahora se levanta. Pienso que se irá y me dejará completamente sola con el busto descubierto y con unas ganas tremendas. Pero lo hizo para terminar de sacar mi short y calzón de una forma que no me incomodara. Se deshizo de sus pantalones y bóxer, y se recostó a mi lado para continuar besándonos.

La noche había pasado de ser una de las más frías a tener un calor más que deseado. Noté como pequeñas gotas de sudor recorrían la frente de Evan. Deseaba demasiado a éste ángel, más que a nadie en el mundo, en el cielo o en el infierno. Nuestra temperatura se había unido en el momento perfecto, sus caricias con sus besos ya me tenían mal, demasiado mal.

-Relájate o te dolerá, bebé -estaba demasiado nerviosa, y mi cuerpo había vuelto a tensarse pero al escuchar la palabra "bebé" salir de su boca, fue más que suficiente para que me relajara.

Sentí un dolor, un dolor que enseguida se fue. Más bien, un dolor que realmente me regaló placer, para llegar a lo más alto. Jugaba con su cabello negro, mientras él de vez en cuando me besaba los labios y luego el cuello.

Al acabar, fue imposible no estar agitados. Mi respiración no estaba en buenas condiciones y la suya tampoco. Así que nos quedamos recostados y decidimos opinar al respecto.

-Eres el ángel más malvado que existe en la tierra -digo ordenando su cabello que está un poco alborotado.

-Y tú el demonio que solo desearía un ángel como yo -rió pasando su brazo sobre mi hombro. -Ahora serás mía, sólo mía -acaricia mi hombro.

Estaba claro que ahora con Evan se nos haría común esto de tener sexo. Pero sé profundamente que está mal y que de alguna u otra forma, le llegaría a pasar algo. Si es que le llegara a pasar, yo sería la culpable de todo. Primero por haberme fijado en él.

7

Subí las escaleras casi de puntitas para evitar que se escuchara algún escalón hueco. Evan dijo que dormiría en el sillón rojo desteñido, para él es uno de sus lugares favoritos, ya que ama la privacidad y el espacio dedicado para pensar, sobre todo en la noche.

Abrí la puerta de mi cuarto, y al encender la luz vi a Nathanael, éste al lado de la ventana. - ¡Mierda! -pegué un salto del susto. - ¿Qué haces aquí? -grité en susurro.

-Escuché tu puerta. Pensé que necesitabas ayuda, pero demoraste en regresar, así que supuse que Evan te había orientado por la casa -tragó en seco.

Sentí un fuerte nudo en la garganta. -Solo bajé a comer -asentí apretujando los dientes, ya que me encontraba mintiéndole.

-Sabes muy bien que está prohibido. Él mismo me lo ha dicho, nada de cercanía con la chica -pausó. -Pero Evan jamás hace caso -ríe nostálgico.

- ¡Por favor, deja explicarte!

No había pasado un segundo cuando me encontraba en el suelo, retorciéndome del dolor, debido al golpe que Nathanael había mandado sobre mi estomago a puño cerrado.

•Diana | versión actualizada•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora