CAPITULO 13

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sad girl - lana del rey

La extraña sensación que me invade en ese instante es difícil de explicar, es la primera vez que tengo ese tipo de regalo con una persona que no es mi familia, aunque la realidad era que el término "familia" era lo menos que encajaba entre la relación que manejaba con mi madre y mi hermana desde hace tiempo.

Creo que jamás me había detenido a pensar en aquello, porque vivía concentrada en hacer lo posible para retomar mi vida con normalidad, por no dejar sola a mi madre, por resolver los problemas en los que se metía Georgia. Todo eso se había mezclado y había ignorado que para ellas quizás yo no era una  persona importante en sus vidas.

Cuando le regale el hurón a Andrey pensé en que lo consideraría un regalo infantil y soso de mi parte. Pero su actitud fue diferente y vaya que él era el hombre más bipolar que conocía.

- Y bien... - me detengo en la puerta de mi habitación.

- Buscare una especie de "cama" para que esta cosa no se escape y me muerda – sostiene al pequeño hurón en sus manos y se rasca la cabeza-. – ¿Vas a estar cómoda allí? Digo durmiendo sola..

- Lo estaré – esbozo una sonrisa en mis labios.

- Lamento que hoy no pudiéramos ir a la playa como lo idee en un principio, pero te aseguro que mañana estaremos ahí a primera hora.

- De acuerdo – aprieto mis labios y juego con mi cabello.

Pareces una niña Victoria.

- Buenas noches – me despido dándole un beso en los labios y cierro la puerta después de ello.

Visualizo la cama que tengo enfrente con sabanas de color azul cielo. Se ve tan cómoda. Solo quiero descansar ha sido sin duda alguna un día agotador. El viaje, la situación en esa cafetería, el que se hubiesen encontrado.

Me quito los zapatos dejándolos a un lado y saco una bata de color rosa de las cosas que compre en esa tienda de variedades. Hago a un lado las sabanas y me sumerjo en ellas.

- Hmm que suave... - murmuro mientras me abrazo a una almohada y apoyo mi cabeza para caer en un profundo y placentero sueño.

Mi cuerpo se remueve con lentitud y con el movimiento de otra persa a mi lado. No hace falta que gire mi rostro para saber de quien se trate. Una vez volteo mi vista lo encuentro con su quijada pegada en mi hombro, una sonrisa en su rostro y sus manos despeinando mis cabellos.

- Son las ocho – dice con una suave voz.

- Dormí mucho – me tapo con la almohada y le vuelvo a dar la espalda-. – Una hora más y saldré de la cama.

- Nada de eso – quita la almohada de mi rostro y la hace a un lado-. – Ve a ducharte – señala con su rostro el cuarto de baño que está a escasos centímetros de allí.

- ¿De verdad? – enarco una ceja y suelto un bufido-. – Te creí en tu habitación...

- Me quede aquí contigo, porque aquello de dormir juntos se ha vuelto una rutina.

- ¿Así que solo lo hiciste porque es una rutina...

- Tal vez porque no aguante estar despegado de ti.

Está claro que se niega a decirlo. Bueno, nunca hemos hablado de lo nuestro. Y después de lo de ayer, creo que hay definitivamente existe algo entre los dos. Pero el decir que lo tenemos o solo el cuestionarle que si considera lo nuestro como una relación me hace tener escalofríos de la respuesta que vaya a darme. Así que como una gallina decido no preguntar.

Sigo siendo insegura y desconfiada todavía, aun tratándose de mis propios sentimientos.

Levanto mi trasero delgado de allí y tomo la toalla de baño.

El arte de tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora