Un Año Para Amar.

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Solo un año de amor, es mejor que toda un vida solo.

Un instante sentimental en tus brazos,

Es como una estrella fugaz directo al corazón.

Siempre es un día lluvioso sino estás,

Soy un prisionero del amor dentro tuyo.

Me estoy desmoronando a tu alrededor.

10 de Diciembre de 1989.

El pelinegro caminaba apresuradamente por las frías y húmedas calles de Londres, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, sus mejillas y la punta de su nariz estaban sonrojadas, tu corta cabellera estaba desordenada, su bigote mal cortado, por su mirada se notaba cansado y su cabeza estaba hecha un lío, pero poco le importaba si con eso lograba aliviar a su amado.

Se metió rápidamente a una pequeña farmacia, busco entre los estantes, miró de arriba a abajo y estando decepcionado hablo con la encargada.

— Disculpe, buenas tardes, ¿Tiene morfina? –pregunto.

— Buenas tardes, señor –saludo la mujer– permítame revisar –dijo caminando detrás del mostrador.

Pasaron unos minutos y la mujer regreso con las manos vacías, el mayor al ver esto sintió una inmensa frustración.

— Lo lamento señor, se ha agotado –dijo la joven.

El pelinegro pasó sus manos por su cabello y empezó a dar vueltas, estaba desesperado, ya había visitado todas las farmacias de su zona local, sin más que decir salió del lugar, estaba furioso y decepcionado de sí mismo, había fallado, le había fallado a su pareja.

Camino nuevamente hasta su casa, mientras maldecía a la suerte que le acompañaba, entro a la vivienda y un rubio le recibió.

— ¿Lograste encontrar? –pregunto nada más verlo.

El pelinegro negó y bajo la cabeza.

— ¿Cómo está? –pregunto de manera apenas audible.

— Lo lograron controlar, pero el médico dijo que seguirá teniendo los dolores y es posible que se intensifiquen –explico el rubio.

Un nudo se formó en su garganta y lágrimas se asomaron de sus ojos, pero estas nunca cayeron.

— Freddie, él no soportará mucho tiempo más, es mejor que te prepares –hablo el rubio.

— Me reusó a darme por vencido, él no se puede ir –respondió el mayor.

— Freddie... –dijo el rubio con pena.

— ¡No Roger! Tiene que haber otra salida, una solución, otra oportunidad –respondió mirándolo con los ojos llorosos.

— ¡Pero no la hay! ¡Entiéndelo ya! –Dijo sujetándolo fuertemente de los hombros– Jim va a morir.

Al escuchar aquellas palabras Freddie se derrumbó, él era consciente de lo que pasaría con Jim, pero no quería aceptarlo, no estaba listo y jamás lo estaría.

¿Cuándo te preparas para dejar ir al amor de tu vida?

Nunca nadie me dijo que el amor me lastimaría tanto.

Oh sí, duele.

Roger sentía el gran dolor de su amigo, pero no podía hacer nada, era algo inevitable.

Freddie se levantó y camino en dirección a la habitación donde se encontraba su pareja, una habitación totalmente adaptada para sus necesidades, que él mismo había mandado a realizar.

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