Sonrisa.

386 32 1
                                        

28 de Diciembre de 1989.

— Freddie –lo llamo el menor.

A lo que el mayor no respondía.

— Freddie, levántate ya, querido –lo llamo Jim.

— No quiero, estoy cansado –respondió.

— Lo sé, pero ya es tarde y debes levantarte –dijo el menor.

Freddie solo se giro y le dio la espalda.

Jim suspiro y le acarició la espalda, hasta que noto que se había vuelto a quedar dormido.

Hutton se levantó y salió de la habitación, bajo las escaleras y se encontró con Seamus en la sala.

— ¿Y Freddie? –pregunto el menor.

— Dormido, dice que está cansado y se volvió a dormir –respondió– vamos a desayunar –indico, entrando al comedor y el menor lo siguió.

— Papá –lo llamo– ¿Tú no te sientes cansado? –pregunto Seamus mirándolo.

Jim miró al menor y después suspiro.

— La verdad sí, un poco, últimamente quiero dormir más, pero tengo y quiero cumplir con mis labores –dijo.

— Debería descansar, no le hará bien que se esfuerce tanto –dijo el menor con preocupación.

— No me trates como un inválido –dijo Jim.

— No lo hago, solo creo que debería descansar, yo lo puedo ayudar con las labores, no me molestaría –dijo Seamus.

— No Seamus, tú debes enfocarte con tus estudios –dijo Jim.

— Estoy de vacaciones –respondió el joven.

Ambos guardaron silencio al escuchar los pasos de Freddie.

— ¿Porque no me esperaron? –pregunto el mayor.

— Dijiste que querías dormir –respondió Jim.

El mayor solo suspiro y se sentó al lado de Jim y espero a que sirvieran al desayuno.

En el desayuno Jim y Seamus hablaban, mientras que Freddie comía en silencio.

Después de desayunar Freddie se levantó y salió del comedor sin siquiera despedirse.

— ¿Dije algo? –pregunto Seamus.

— No, tranquilo –respondió Jim, levantándose– termina de desayunar –dijo antes de salir del comedor.

Jim camino hasta la habitación de música donde escuchaba cantar a Freddie, mientras tocaba el piano.

Al llegar a la habitación se recargo en el marco y miró como Freddie le cantaba a Delilah.

Jim espero a que su esposo terminará de cantarle a la felina y hablo.

— Ahora soy yo quién tiene celos de los gatos –dijo.

— Querido, no tienes que sentir celos por los gatos, sabes que los adoro como mis hijos –dijo Freddie– además Delilah es la reina aquí –finalizo acariciando la cabeza matizada de la gata.

— ¿Más reinas qué tú? no lo creo –bromeo el menor.

Freddie río y agitó su cabeza como si aún tuviera su gran melena negra.

— Aunque no lo creas –dijo Freddie.

Ambos se miraron, hasta que Jim se acercó a Freddie y acarició su rostro.

Un Año Para Amar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora