12. [ 정호석 ]

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Yoongi observó el inmenso campo y su pasto verde oscuro iluminado por la luz de luna. Habían subido a la colina y él había descubierto un mundo tan hermoso que no podía alcanzar a ver desde su ventana.

Era como un cuadro pintado, pero en realidad, no sólo un retrato inmóvil. Vio muchas flores, de todos los colores, adornando la hierba como esferas en la noche.

Se detuvo un momento para apreciar aquello. La casa de Hoseok quedaba por un camino de tierra.

El castaño observó el rostro emocionado de Yoongi, sus ojos brillaron como dos estrellas. Le pareció una imagen majestuosa, digna de recordar para toda una vida. Esa persona era tan interesante para él, como un pequeño baúl que contiene miles de cartas, y él quería abrir una por una.

Siguieron caminando y se acercaron a la casa.

Yoongi se dio cuenta de lo bonita que era, más chica que la suya y menos elegante, pero de alguna manera aquellas tejas y ventanas le sonreían, invitándolo a pasar.

En ese momento se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Sintió nervios de nuevo.

—¿Quiere entrar a tomar algo?

Pero Yoongi realmente no quería hacerlo. Hoseok notó la cara angustiada del chico.

—Bueno, no hay problema, iré por el cuaderno.

Se metió a su casa y el pelinegro dejó salir el aire de sus pulmones. Miró a sus pies y los zapatos ajenos, sonriendo.

—Hoseok... —susurró para sí mismo, probando el nombre en sus labios y ensanchando la sonrisa.

—¿Sí?

Se sobresaltó cuando vio al joven castaño frente a él.

—¿Lo hice esperar mucho?

Yoongi negó con la cabeza.

—Aquí tiene su libro, disculpe de nuevo por las molestias que le causé.

—No hay problema, de verdad. Gracias por devolverlo.

Se quedaron así, en silencio. Ya no había nada que los detuviera ahí juntos.

—Debería de regresar... —dijo Yoongi después de unos momentos, recordando que no podía quedarse en la intemperie por mucho tiempo.

—¡Oh! Así es. Le acompaño.

Volvieron sobre sus pasos. Hoseok tenía el corazón acelerado, porque antes de entregarle el cuaderno a su dueño, había vuelto a repasar los poemas escritos. Le habían encantado y conocer al autor de ellos lo fascinaba. ¿Cómo era posible que una persona tan tímida pudiera esconder tanta belleza en sus palabras?

—Por cierto —Yoongi lo miró de reojo cuando comenzó a hablar— su poesía...

Se había puesto nervioso, se sentía como si fuera un fanático o algo.

—¿Qué tiene mi poesía?

Hoseok no sabía cómo proseguir.

—Me gustó mucho, la manera en la que escribe me transmitió muchas cosas. Nunca había leído algo así, que me llegara en el instante, no sabría como explicarlo.

Yoongi se sonrojó.

—¿Leyó mis poemas?

Hoseok asintió, avergonzado.

—¿Le molesta?

Pero no lo hacía. Era el hecho de que nadie leía lo que escribía. A veces lo hacía su madre, pero no era lo mismo.

—No, no es así. Muchas gracias por creer eso —respondió tímidamente.

—Lo digo sinceramente, usted es mi poeta favorito.

La brisa sopló y Yoongi escondió su mirada bajo su cabello negro.

—¿De verdad? —Su voz apenas fue un murmullo, salió tan aguda que no parecía ser suya.

Hoseok rió, con su habitual energía.

—¡Por supuesto!

En ese corto recorrido ya habían llegado a casa de Yoongi.

Se sonrieron, como almas viejas al reencontrarse.

—¡Oh! Casi lo olvido —El más bajo se agachó para quitarse los zapatos y devolverlos a Hoseok—. Fue muy amable al prestármelos, muchas gracias.

El castaño se los puso aún sonriente.

—Al parecer tengo que despedirme.

Por alguna razón, Yoongi vaciló su sonrisa, algo en su pecho se oprimió con la sola idea de despedirse. Era sólo un desconocido y parecía que se conocieran de toda la vida.

—Adiós.

Hizo el gesto con la mano. El castaño se volteó.

—Adi... Hasta luego, Yoongi.

Y de espaldas, también se despidió con la mano, pero como él dijo, sólo sería hasta después de que se vieran de nuevo. Porque eran dos pétalos pertenecientes a la misma flor.

El azabache se quedó ahí hasta que vio la figura del chico desaparecer.

Suspiró derrotado y cansado al darse cuenta de que aún tenía que llegar a su habitación. Tendría que poner mucho esfuerzo para subir por alguna enredadera, y eso si no se rompía al subir por ella. Pero valía la pena, algo dentro de él le decía que todo eso valía la pena.

Porque en ese muchacho de sonrisa amplia y ojos brillantes había mucho más que una amabilidad innata y un aura atrayente.

Hoseok era un girasol que Yoongi quería pintar con sus palabras.



°°°

Capítulo corto y express, jaja.

Pensaba terminar la historia aquí... Pero no.

Por eso la historia seguirá hasta donde pueda.

Muchas gracias por leer.

El Lenguaje De Los Girasoles (Sope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora