XXXIV. [ 정호석 ]

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Amaneció y lo primero que escuchó fue la lluvia cayendo.

Miró hacia su mano entrelazada con Hoseok. Él joven había dormido de nuevo a su lado, en el suelo, y Yoongi en el sillón.

Se levantó. Ese día no era cualquier otro. Significaría el decisivo momento de si las alas del ruiseñor se abrirían o serían cortadas para siempre. De volver a ver los girasoles, o marchitarse como uno en la sombras.

Hoseok abrió sus ojos y estos enseguida vieron a Yoongi, que tenía un gesto serio y pensativo.

—Buenos días...

El castaño se enderezó y se estiró para tocar la piel pálida del azabache.

Yoongi le regresó la mirada y sonrió.

—Buenos días.

—Ah... Está lloviendo. Es bueno para las cosechas... Hasta cierto punto.

Se pusieron de pie. Yoongi usaba la ropa de Hoseok (le quedaba un poco grande)y de nuevo se hizo la nota mental de conseguir sus propias pertenencias. Aún era una idea un tanto descabellada, irse a vivir con Hoseok al campo.

Pero no por disparatada era mala. Al contrario, no había nada que más deseara.

Realizaron las actividades matutinas y la lluvia no dejó de caer en ningún momento.

Incluso cuando llegó la hora de actuar.

Yoongi estaba nervioso, pues había decidido ir solo, mientras Hoseok esperaba a la llegada de su padre. Cada uno hablaría con su respectivo progenitor, al respecto de sus decisiones y deseos.

—¡Oh! Sé que te podría ayudar. Recordé que mi madre tenía un paraguas, te lo puedes llevar para que no te mojes.

Yoongi vio a Hoseok ir a una habitación, la de su padre, y volver con el respectivo paraguas. Lucía viejo y muy bonito.

Estaba en la puerta. Conocía el camino a su casa.

Tomó el paraguas y ambos jóvenes se miraron a los ojos.

—Esperaré por ti, Yoongi.

El azabache asintió, tenía una expresión preocupada.

—Y yo regresaré.

Yoongi cerró sus ojos y suspiró, se atrevió a darle un abrazo a Hoseok, escuchar los latidos de su corazón. No quería que fuera la última vez de hacerlo, pero no podía evitar pensar que aquello era una posibilidad.

Se aferró a la idea de volver a ver los girasoles. La esperanza que el castaño le regaló

Salió a la intemperie, protegido de la lluvia, aunque algunas gotas cayeron en sus zapatos.

Comenzó a dirigirse a su hogar.

Por su parte, Hoseok también estaba asustado y preocupado. Tenía un mal presentimiento, pero no quiso decir nada, para no darle más nervios a Yoongi.

No podía poner el dedo en el renglón, pero sabía que ese día no pasaría como una brisa suave nada más. Traía el viento consigo una mala noticia que no podía contar aún.

Y Hoseok sólo esperaba que no fuera tan malo. Sólo quería que estuviera bien al final del día, y que pudieran ser capaces de llevar a cabo aquello.

Rezaba porque Yoongi regresara sano y salvo, que no fuera encerrado otra vez.

Así que, con la lluvia cayendo, rociando el campo, no le quedó otra mas que esperar.

Mientras tanto, Yoongi caminando el sendero ahora lúgubre. Antes, cuando nunca salía de su habitación, recordaba que cuando llovía, solía sacar su mano y sentir las gotas bañar su piel, ya que las espesas nubes no permitían a la luz del sol llegar hacia él directamente.

El Lenguaje De Los Girasoles (Sope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora