Última mirada atrás

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El cuerpo entero de Ash dolía; su mandíbula estaba entumecida y sentía que sus rodillas sangraban, su cuello palpitaba donde la cuerda lo rodeaba y las ataduras en sus muñecas sin duda dejarían marcas terribles. Se sentía como un muñeco de trapo inservible; degradado a prevalecer con la basura hasta su fin. «Todos son iguales» se había repetido constantemente. El abuso verbal y físico no eran cosas nuevas para él, pero no pudo evitar sentirse miserable cuando por fin todo cesó.

Estaba seguro de haberse desmayado por un tiempo hasta que su consciencia regresó a su cuerpo. La sonrisa victoriosa de Foxx desde el otro lado de la habitación y el olor a humo rodeándolo, al igual que cada golpe y magulladura en su cuerpo, todo parecía demasiado lejano.

Cuando por fin se fue, vio la inmediata posibilidad de escape; quizá la única que tendría. Aplicó la presión que creyó necesaria de los restos del cigarro en sus ataduras, asegurándose de no apagar la colilla mientras ignoraba lo que ocurría a su alrededor. Cada parte de él dolía, pero de igual modo se obligó a moverse para salir. Tenía que actuar rápido e ignorar el dolor.

—Estaremos a salvo aquí.

Ver a Eiji y el resto en medio de la adrenalina consiguió estresarlo aún más, anteponiendo la seguridad de todos ante cualquier otro tipo de necesidad. Habían corrido por impulso hasta llegar a un lugar adecuado para descansar. Sólo necesitó detenerse para que el dolor regresara a él, todavía más fuerte que antes, pero valía la pena siendo que habían conseguido salir ilesos.

—¿Estás bien? —la voz de Caín sonaba demasiado cerca—. Muéstrame tus herida-

Reaccionó por reflejo. Ash no había querido realmente apartarlo de ese modo, su cuerpo simplemente se había movido por su cuenta ante el pensamiento de contacto. Y ahora los ojos de todos estaban sobre él.

—Perdón, no es nada. Sólo necesito descansar —se estremecía sin intención. El rubio sólo quería cerrar sus ojos y desaparecer para siempre; ir a un lugar lejano donde no hubiera dolor ni nada parecido. En donde pudiera descansar de verdad y rendirse ante todo.

Eiji se paró frente a él en silencio, y se inclinó sobre su cuerpo herido rodeándolo con sus brazos. Por un momento sus músculos dejaron de temblar y se dejó absorber por el calor que emitía el japonés. Agradeció la falta de palabras y por un instante ese espacio entre sus brazos le pareció a Ash que era lo que estaba buscando. Ambos mantuvieron esa posición por lo que pareció una eternidad; aunque a él realmente le hubiera gustado si así hubiera sido.

Nunca antes se había puesto a pensar de ese modo lo importante que era Eiji para él. Lo necesitaba mucho más delo que había imaginado. Confiaba en él mucho más que en nadie.  Siempre se sintió perdido en el mundo hasta que lo encontró a él. Más que amor o amistad, sentía una especie de anhelo eterno. Ash siempre había estado dispuesto a morir, pero tras conocer al japonés había sentido lo que era la pureza por primera vez.

Y no estaba dispuesto a perder ese sentimiento.

———

—¿Por qué quieres saber dónde está Sing? Es raro de ti que no te des cuenta de mi llegada, Blanca.

No había ocultado la reacción de sorpresa por la repentina intromisión del otro, cuando lo enfrentó de frente se vio obligado a cortar la llamada que tenía con Nadia Wong; la hermana del difunto mejor amigo de Ash. Pensó que sería buena idea preguntarle a ella por el escondite en donde podrían estar, aunque esa idea se veía ahora arruinada.

—Es porque no estaba escondiendo nada —respondió con calma.

—¿A dónde vas? Depende de lo que respondas, podría no perdonarte nunca —el rostro de Yut Lung estaba serio, lleno de aquel rencor y odio que Blanca había llegado a conocer bien con ese tiempo juntos. Había entendido bien lo que movía al menor de los Lee en ese tiempo, pero a pesar de eso, no podía estar de acuerdo con los métodos que utilizaba.

A happy day for Banana Fish (Banana Fish) (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora