Capitulo 3 (No habló con desgenerados)

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Una vez que salí del baño impecable, bajé por las escaleras de caracol hasta llegar al salón, donde se encontraban los adultos charlando en la mesa.

No veía a Brad por el salón, pero tampoco me importaba, se estaba mucho mejor sin él, la verdad.

Me senté donde antes me había posicionado y comencé a cortar otro delicioso trozo del dulce pastel que me habían preparado especialmente para mí.

-Come tranquila, que lo que sobre podrás llevarte a casa-me dice el señor Foster con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡¿Enserio que puedo?!-dije entusiasmada como una niña pequeña cuando le regalan lo que había pedido.

-Claro, hasta puedes venir cuando quieras para comer lo que te apetezca-me dice la señora Miller con una amplía sonrisa.

Sonreí agradecida y seguí comiendo el trozo de pastel que tenía en el plato.

Después de haber terminado aquél trozo, me comí dos barritas de Kit Kat, pero mientras lo hacía, pude notar como me observaban. Desvié mi mirada a la persona cuya cuál me estaba observando, y pude ver como Brad me miraba atentamente desdé las escaleras de caracol. Seguramente que estaría en su habitación aburrido, y como había visto que ya había salido del baño, pues decidió bajar para molestarme.

Esta vez se sentó a mí lado, dónde antes estaba el señor Foster sentado. Al sentarse, me sonrío y comenzó a trocear el pastel para después metérse un trozo de ello en la boca. Yo comencé a conversar con la señora Miller mientras que los demás acababan sus postres.

Al conversar con la señora Miller, noté como alguien había posicionado su mano en mi muslo y que no paraba de acariciarlo. De pronto aquella mano empezó a subir hasta pasar mi vestido y llegar a mi entrepierna.

Al girarme, descubrí quién estaba detrás de todo ésto. La irá se apoderó de mí tan rápido que me entró tantas ganas de pegarle, pero no lo hice por educación y porque estaban nuestros padres. Pero pronto le llegará su merecido, muy pronto.

Le aparté su mano de mi entrepierna bruscamente y vi como él sonreía pícaramente. Maldito playboy. He de admitir que tiene una jodida sonrisa preciosa, pero es lo único bueno que tiene.

Cuándo acabamos todos de cenar, vi como Brad se sentaba en el sofá y hablaba con alguien por su celular. Vaya hijo, a quién abrá salido, ni siquiera se ha limitado a ayudar.

Vi a mi madre irse al jardín para poder hablar tranquilamente por teléfono, pero cuándo regresó, su rostro estaba más pálida y algo decaída también. ¿Qué le habrán dicho en la llamada?

Mi madre fue con la señora Miller para recoger la mesa mientras que los padres fregaban los trastos, es decir, todos los utensilios que habían sido utilizados.

-¿Queréis que os ayude?-dije con toda la amabilidad.

-No hace falta cielo, pero gracias de todos modos-me dice la señora Miller mientras me sonreía.

En ese momento no sabía que hacer. No quería irme al sofá y estar con el playboy. Estaría mil veces en otro lugar antes que con él.

Vi a mi madre charlar con la señora Miller, y cuando acabaron de conversar, se acercó a mí.

-Hija, tenemos que hablar-dice mi madre después de habernos sentado en unos taburetes de la cocina.

-¿Qué pasa mamá?-dije algo asustada y preocupada a la vez.

-Mañana tu padre y yo tenemos que levantarnos muy temprano porque tenemos que ir a Rochester-dice mi madre mientras intentaba no derramar ninguna lágrima, pero eso fue en vano.

-Mamá, ¿estás bien?-dije mientras le daba un cálido abrazo.

-Sí hija, lo que pasa es que tu abuelo está muy enfermo y tengo que ir a verle. Tu padre me acompañará porque sabes que no me gusta viajar sola, y menos en estas condiciones-se acaricia su tripa-pero tú tendrás que quedarte aquí-dice esto último, antes de derramar alguna lágrima que caía lentamente por su rostro.

-¿Y el abuelo desde cuando está enfermo?-dije preocupada.

-Lleva ya tres días en el hospital, y me llamó la abuela hace un rato, diciendo que vaya a verles-me mira con una mirada bastante preocupada.

Eso era lo que le pasaba, ahora todo me cuadra. Espera, eso significaría que tendría toda la casa entera para mí sola. Podré organizar alguna que otra fiesta sin que se enteren. Sería genial. Aunque les extrañaré mucho a ambos.

-Hablé con Ruth y me ha dicho que te podrás quedar en su casa hasta que regresemos-me dice más calmada después de haberse secado el rostro.

-Pero mamá, sé cuidarme sola. Puedo quedarme en casa tranquilamente y no pasaría nada-le dije quejándome.

-La última vez que te quedaste sola, organizaste una fiesta y lo dejaste todo patas arriba, así que tendrás que quedarte con la señora Miller y el señor Foster-dice amablemente mientras me sonreía.

-Está bien, me quedaré, si no hay más remedio-dije en un suspiro.

-Así me gusta hija-dice mi madre mientras rebuscaba algo en su bolso.

-¿Qué buscas?-dije curiosa.

-Las llaves. Como sé que no has traído las tuyas, pues te prestaré las mías para que vayas a casa y prepares la maleta-dice después de haber encontrado las llaves y entregármelas.

-¡No tardes!-dice mientras me sonreía.

Le devolví la sonrisa y me encaminé hacía la entrada para dirigirme a mi casa. Pero una voz hizo que me parase en frente de la puerta.

-¿Ya te marchas?-me dice el playboy asomándose por el sofá.

-Lo siento, no hablo con degenerados -le dije sonriendo victoriosamente mientras abría la puerta y me marchaba, dejándole con la palabra en la boca.

Justo cuándo pensé que me iba a librar del playboy, me dicen que tengo que convivir con él durante quién sabe cuánto tiempo. Espero que no tengan que estar tanto tiempo fuera, porque no se cuánto podré aguantar estando en la misma casa que el playboy, porque seguro que uno de los dos acabará muerto, y no seré yo.

Posdata: Rochester es una de las grandes ciudades del estado de New York.

Mi vecino es un PLAYBOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora