Tormenta

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Canción ambiente:

Imagine - John Lennon
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“cometí el error de bailar hacia mi tormenta”

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Y lo que le impidió a James darle un beso a Stella fue la misma alarma que oyó Emily cuando se dió la vuelta. La misma alarma que hizo sonar Mcgonagall en un arrebato de estrés, con todos los profesores justo detrás de ella. No se podía hacer otra cosa, no tenía la menor idea de que hacer. Había afrontado un mago tenebroso, pero jamás un arma de fuego, un cuchillo, y hasta bombas.

Y justo con esas últimas abrieron las puertas.

⭐🌙⭐

— James para... — Stella se separó suavemente de su novio — ¿ También lo escuchas?

— Si. ¿Que se supone que tenemos que hacer? — preguntó, empezando a preocuparse — ¿ir a las salas comunes?

— Estamos un poco lejos... Vamos a la enfermería, está mucho más cerca.

La chica empezó a caminar hacia el lugar que habían acordado, pero James la cogió de la mano para pararla.

— Espera... ¿Te puedo pedir una cosa?

— Claro

— Me... ¿Me dejarías darte un beso? Tú tienes tú amuleto y... No sé, siento que me das suerte.

Ella se acercó de nuevo, y colocó sus manos en el cuello de su amigo

— Por supuesto.

Y por fin, después de tantísimo tiempo deseándolo, se acercó a ese ser tan maravilloso que olía tan bien y le dio el beso. Tan dulce, tan tímido, tan bonito y tan superior a todo lo que había imaginado. No podía abrir los ojos después de aquello, cualquier otra experiencia que ocurriera habría sido mil veces inferior.

— ALTO AHÍ, BRUJAS.

Una figura encapuchada, con un arma. Nada parecido a un mortífago, en lugar de una capa llevaba una sudadera y unos pantalones completamente negros. Los dos sintieron miedo, terror hasta. La primera reacción de James fue ponerse justo delante de Stella y sacar su varita lo más rápido posible

¡Expelliarmus!

La pistola saltó de las manos del desconocido. James se giró, orgulloso de haberle desarmado. Le dedicó la sonrisa más sincera y dulce a su novia, olvidando el peligro y perdido en sus ojos.

Pero ella, aún que más fantasiosa, fue más consciente. Y vió como él encapuchado saca otra pistola, está aún más grande que la anterior y con un aspecto más peligroso. Perfectamente sabía lo que iba a pasar, y viéndolo tan ausente, le tocó colocarse delante.

Le tocó a ella parar la bala.

Le tocó a la princesa salvar al caballero.

La dama se sacrificó por el flamante rompecorazones.

Y le dió todo lo que tenía.

No soy una LunáticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora