Capítulo 1: Memorias dañadas

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NOTA DE LA AUTORA: ¡Buenas!! este fic con el que me estreno es mi obra maestra yaoi de Bleach por así decirlo, es el fanfic que más capítulos tengo y creo que puede gustar por la temática, comedia y la cantidad de personajes que salen. Tengo una secuela de este fic "Polvos eternos", que subiré más adelante. ¡Espero que os guste!


1-Memorias dañadas

**Renji**

¿Quién soñó alguna vez con ser inmortal? ....he oído a muchos hombres gritar a los cuatros vientos que el don de la eternidad es algo que no podemos alcanzar....pero yo si lo hice. Soy Abarai Renji, actualmente shinigami en mi nueva "reencarnación". Pero no siempre he sido un dios de la muerte. Fui humano, animal, hasta creo que fui parte material de la naturaleza. He vivido siglo tras siglo, época tras época....y he muerto de tantas maneras que no sé cómo no estoy ya acostumbrado a sufrir....he recorrido tantos países, conocido tantos idiomas, tantos lugares....He visto caer antiguas civilizaciones. Me violaron siendo esclavo. Me quemaron en la Inquisición española. Me condenaron en el holocausto. Muchas de mis vidas pasadas apenas las recuerdo, pues siempre acabaron en desgracia. No me importaba morir sabiendo que volvería a renacer. Pero todo cambió en una de esas vidas, cuando le conocí a ÉL. Mi dios...mi inspiración, mi amigo y compañero, mi amante...

Soy aspirante a formar parte de la mayor élite de shinigamis. Nosotros vivimos entre el mundo terrenal y celestial, somos jueces y verdugos, almas errantes que se valen de otras para aspirar a más...somos dioses oscuros. Vuelvo a tener amigos en esta existencia, gente que está a mi lado y me hace sonreír. Lo curioso es que no puedo olvidar a mis antiguos "yo", pero imagino que ese es el precio que he de pagar para seguir viviendo eternamente. Hice un pacto inconscientemente hace siglos...y gracias a ello le encontré. Ahora estoy aquí por él. Necesito encontrar a la persona que llevo buscando todo este tiempo. Por desgracia las cosas no serán tan fáciles como yo tenía planeadas. Sé que esto puede resultar confuso al iniciar mi historia, pero para que me entendáis, tendré que remontarme a un siglo pasado, la única vida que lamenté perder. Porque allí conocí al que sería mi primer y único amor....

**Era Meiji (1868-1912) **

Paseo silbando por las calles del mercado de Kioto a hora punta, perfecto para robar alguna fruta de los puestos sin ser descubierto. Siempre suelo acercarme a los grupos de mujeres o geishas, que suelen estar tan entretenidas con su conversación que no se dan cuenta de si meto mi mano entre sus ropajes para coger algunas monedas o cualquier baratija que luego puedo revender. Sonrío triunfal al tener en mi poder una bolsa de monedas que empiezo a sacudir en mi mano y sigo caminando entre los transeúntes agarrando una manzana de un puesto para darle un buen mordisco. Casi me atraganto cuando oigo al viejo mercader gritarme desde su puestecito.

-¡¡OMAE!!! ¡¡Maldito rounin!! ¡¡Demonio!! ¡¡Deja de robarme fruta de mi tienda!! ¡¡Todos los días igual!!-

-Que ruidoso eres viejo ¿Por qué no te calmas? Te dará un infarto si vociferas tan alto-

-¡¡Desgraciado!! ¡¡Búscate un amo y deja de dar problemas!!-

Le miro amenazante ante sus palabras y desenvaino mi espada apuntándole con ella en la distancia. El viejo enmudece de golpe y yo sigo observando su decrépito cuerpo a través del brillo homicida de mis ojos.

-¿qué has dicho anciano? Los rounin no tenemos dueño ¡¡ni falta que nos hace!!-

-Solo sois perros vagabundos... ¡deberían ajusticiaros por el bien de este país!-

-Temeee....¡¡voy a callarte esa bocaza de una estocada!!-

Muevo mi cuerpo con gracia al mismo ritmo que la empuñadura de mi espada para herir al viejo, cuando el filo de otra katana se interpone contra la mía, haciendo que suelte la espada del golpe y quede clavada en el suelo. Me sorprendo a mí mismo con los ojos abiertos por la impresión del choque y observo frente a mí, a dos hombres con vestimentas samuráis montados a caballo. Uno de ellos, viejo con ojos negros penetrantes, y algo indiferente, rostro curtido por varias cicatrices y vestimentas cargadas de todo detalle como su compañero, en el que poso mis ojos más de la cuenta. El hombre que ha chocado su espada contra la mía es nada más y nada menos que el famoso samurái, apodado como "el demonio de los cerezos", un ser que ha alcanzado fama y respeto por sus hazañas en el campo de batalla, donde se dice que siempre que mata a un enemigo, los pétalos de los cerezos le acompañan allá donde vaya, sea la época de estación en que florecen o no. Algo mágico y sobrenatural, aunque para imponente ya está su porte. Ataviado con la armadura japonesa tradicional, lleva un gorro picudo sobre la cabeza y un arco con flechas en la espalda más la espada que porta en su mano derecha desenfundada hacia donde estoy. Tiene el cabello negro larguísimo, dándole un aire salvaje y desenfrenado, más sus fríos ojos azules que harían temblar al mismísimo emperador. Kuchiki Byakuya, samurái, y actualmente barón, como título de la nobleza otorgado por el gobierno.

"Polvos" mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora