2 bis

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- Ya vuelvo. - me dijo Ale antes de desaparecer entre la gente. - Te traigo lo de siempre otra vez.

Viernes por la noche. En realidad ya era sábado.

Tampoco estaba segura. No voy a negar que había tomado un poco más de lo que me había planteado a mi misma desde un principio. Sólo quería una "noche tranquila con amigos", pero ya a esta altura podemos confirmar que eso no iba a pasar aquella noche.

Todo comenzó cuando Alejandro entró en mi departamento con una botella en cada mano, una gran sonrisa en la cara y la gran frase: "Tengo una sorpresa".

¿Y cuál era? Que, y cito sus propias palabras, su amigo "Paulito querido" le había reservado tres pases vip para uno de los boliches más populares y codiciados de la ciudad. Y como no estar emocionado, esta era una oportunidad única en nuestras vidas, así que ni Milena ni yo siquiera intentamos convencerlo de no ir.

A partir de ahí, todo se salió un poco del control que buscaba sostener con mi plan.

Y ahora mismo, rodeada de gente desconocida, intentando buscar a mi amiga, no podía ni recordar mi propio nombre.

- Au - gritó Ale, alargando la última letra, y me entregó un vaso lleno. - Tomá. Te robé un poquito, está bastante rico.

Simplemente rodé los ojos.

A lo lejos, entre todo el mar de cabezas, y a pesar de las luces y el descontrol, pude divisar a Milena, que estaba aún más desorientada que nosotros dos.

- Veni. - le grité a Ale en el oído, lo agarré de la mano y, empujando entre la gran masa de gente bailando, lo llevé hasta donde se encontraba nuestra amiga.

Al llegar a ella la abracé. Ale gritó su nombre al verla y se unió a nuestro abrazo.

- No los encontraba. - nos dijo ella.

De repente la música cambió. Me separé bruscamente del abrazo y grité de la emoción.

- ¡Amo está canción! Vamos. - les grité y los arrastré hasta la pista de baile.

La música sonaba a todo volumen. El calor y la multitud eran constantes, al igual que el sudor. El vaso en mi mano se sentía cada vez más liviano. Bailamos tres o diez canciones distintas, ya no podía distinguir el paso del tiempo.

- Voy al baño. - le dije a Mile.

- ¿Queres que te acompañe? - preguntó ella con cara de preocupación. - ¿Te sentís bien?

- No, es un segundo. Ya vuelvo. - le sonreí y di media vuelta.

Estuve minutos intentando encontrar el baño, sin éxito. Empujé y pase entre el mar de gente hasta finalmente encontrar una puerta.

Confiada la abrí y pasé. Aquello no era nada parecido a un baño, pero mi curiosidad no me permitió irme.

La sala era oscura, y silenciosa comparada con el exterior. Las luces eran pocas y amarillentas. La sala era grande, estaba llena de columnas y sillones rojos que se extendían por todas las paredes. El lugar estaba prácticamente vacío, solo habían algunas parejas enfocadas en lo suyo. Nadie en esa sala pareció percatarse de mi entrada, menos un chico sentado en los sillones, que levantó su cabeza al escuchar la puerta abrirse. Me miró y tomó un gran trago de su vaso. Lo reconocí al instante.

- ¿Qué haces acá adentro? - pregunté tímidamente al acercarme a él.

Se veía triste, y algo borracho. Una lágrima rodó por su rostro.

- No sé. - se sinceró y tomó el resto de su bebida. - Solo quiero dejar de pensar en ella por un rato.

- ¿Y entonces qué haces acá solo? Veni. - me paré y le extendí mi mano.

Él desconfió primero, pero segundos más tarde me sonrió y tomó mi mano. Ambos salimos de ahí y volvimos a la fiesta.

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2020 ⏰

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