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— ¡Estas totalmente demente! —grito la adorable Laura Barton. Se había bajado del helicóptero apenas este toco tierra. Tony caminaba atrás, con las manos en los bolsillos y sonriendo, como si no hubiera causado una terrible explosión.

— No había forma de que saliéramos dañados, estaba todo calculado aquí. —se llevo alegremente un dedo a la sien.

— Esa granja era el esfuerzo de toda nuestra vida. —gruño, dándose la vuelta de manera brusca—. Contenía recuerdos irremplazables, que ni todos tus millones podrán pagar.

Tony ladeo la cabeza, pareciendo desconcertado. — No entiendo como una rudimentaria casita puede valer más que la vida de tus hijos. —Laura cerró la boca mirándolo con duda, una mano acariciando protectoramente la cabeza de Cooper.

— Esta bien, no confiemos en el extraño Tony Stark. —el millonario alzo la manos—. Pero tal vez esto te convenza.

Extrajo una sencilla varilla de metal de unos de los bolsillos de su traje y la agito suavemente, inmediatamente una pantalla holográfica se desprendió de esta. En ella la mujer y sus hijos observaron a seis hombres, de rostro cubierto y armados bordeaban los restos humeantes de su antiguo hogar.

— Enviados por el gobierno para capturarlos. —les comento Tony—. Lo más probable es que ejecutaran al más pequeño. —miro al infante, Nathaniel Pietro—. Para hacer salir a Barton de su cueva.

Laura sintió el vomito acender por su garganta, apretó a la criatura contra su pecho.

— Los demás lo seguirían con el tiempo, pero tú serías la última. —sus ojos brillaban intensamente—. No pararían hasta que Ojo de Halcón volviera.

— ¡Nos buscarán! —se quejo, entrando en pánico—. Son poderosos. ¡Es el maldito gobierno! sabrán dar con nosotros.

Tony alzo una ceja. —Soy mejor que ellos, Señora. —le dijo, y con el mentón la insto a mirar nuevamente lo que la cámara mostraba—. Es un pequeño robot, apenas visible para el ojo humano. Lo construí en mi época de estudiante, jamás pensé que le daría otro uso que no fuera para espiar mujeres. —le contaba distraídamente mientras a través de la pantalla recorrían los humeantes restos.

— Supongo que es una ventaja que sea de noche. —le dijo ella, sin saber que contestar a sus divagaciones.

Entonces notaron a uno de los hombres de rodillas junto a un bulto, su espalda se arqueaba bruscamente.

— Que asco, no vomites ahí amigo. —se quejo Tony—. Ten un poco de respeto.

Laura no comprendía que pasaba, Lila y Cooper, por otro lado, se mantenían en silencio, ya eran lo sufientemente mayores para saber cuando algo malo pasaba. Entonces, la cámara dio un giro y tuvieron un completo vistazo de la escena.

— ¡Por Dios! ¡No vean eso! —grito Laura, tapando desesperadamente los ojos de ambos niños. Nathaniel jugaba con su cabello.

Una repugnante masa sanguilonenta de carne y huesos estaba semi enterrada en lo que alguna vez fue la cocina. En medio del asco y los deseos de vomitar que golpeaban su rostro la mujer reconoció vagamente aquellas ropas destruidas. Pudo también notar lo que parecía un cráneo pequeño, reventado y con algunos dientes asomados en lo que de ningún modo podría haber formado una boca. Había cabello castaño claro colgando de uno de los extremos, un cabello que se parecía espeluznantemente al de sus hijos.

— ¡Oh! Esa es Lila. —contó entusiasmado Tony para el horror de Laura, por lo que agrego.—. No la verdadera, claro. Esa esta aquí.

El millonario parecía complacido y la observaba sonriendo.

Mente maestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora