David extendió su mano, de largos y pálidos dedos, hacia la acera de enfrente. Una joven morena, no mayor que el chiquillo fastidioso próximo a morir (¡Oh caprichosa parca! Aguardaba su retorno con codicia) jugueteaba con su teléfono.
El también quería divertirse, pensó. Y levanto tenuemente uno de los dedos.
El aparato emitió un sonido, como si tuviera interferencia. Nadie podía darse cuenta, desde luego que no, solo eran primates que caminaban erguidos.
La muchacha observo confundida su teléfono, la música se entrecortaba, y una voz escalofriante susurraba blasfemias ocultas entre el compas alegre de la canción, una que no correspondía a la del apuesto vocalista que tanto amaba.
Pobrecilla, sonrió David con soberbia. Entre el caos que acosaba al planeta aquellos días nadie se sorprendería por ver diezmada la población de inútiles.
Quiso girar la muñeca, de aquella forma tan graciosa que sabia enviaría su poder a través de los auriculares y freiría deliciosamente el cerebro de esa puberta, mas se detuvo al notar algo mucho más interesante.
Que hombre tan desdichado, pensó. Su rostro surcado por líneas de expresión que atestiguaban lo profundo de su padecimiento se mantenía amargamente concentrado en la torre, esperando cual halcón a que la presa emergiera de su guarida.
David no podía entender el actuar de aquel sujeto; condeno a su familia cuando los abandono pero sentía el derecho de culpar a Stark por no darles amparo de la bomba.
Tan dulce, el pequeño y tierno hombrecito. David no entendía a los humanos, pero le resultaban valorablemente cómicos.
No creía ser capaz de aburrirse prontamente, no mientras su creador protegiera su existencia.
Ladeo la cabeza pestañando mecánicamente, como un bello maniquí encantado y miro con placer a Clint Barton revisar las imágenes recibidas en su teléfono, si, aquel cuyo número y contacto solo conocía Steve Rogers.
Cuan gloriosa y placentera fue la mueca de horror plantada en la cara del héroe. ¡Bendita la insuperable emoción de ver el pánico, el asco y el terror en tu enemigo! David rió, tan alegre, tan armoniosamente que la gente a su alrededor lo volteo a ver con sonrisas de deleite, ¡Ese hombre parecía un querubín!
Vio como la ira resurgía en su mirada, perdiéndose en el mar de enajenación antes de desaparecer entre las personas.
Las cosas se iban a poner interesantes para el Capitán.
Sintió la presencia de su creador, aquella que se imponía por sobre él y mantenía una cautivadora compulsión en su persona. Se giro a mirarlo, esperando ser reprendido.
Pero Stark lo observaba con tranquilidad y con aire cansado, se limito a articular una suave orden: — No morirán.
El genio sabía que aquello era peligroso, darle a David la libertad para jugar con los vengadores. Pero lo pondría a prueba.
Observo hacia atrás con aprehensión, hacia la torre en la que el pequeño héroe agonizaba, y apretó los puños.
No debía sentir, no era lógico ni inteligente.
Maldito niño; había descuartizado y desollado, se había mofado de la muerte y matado a otros tantos, pero la imagen del jovencito desfallecido torturaba su ya enferma mente.
Subió a la limosina junto a David, ¿hacia lo correcto al dejar a Natasha en aquel estado?
Tony no sabía quien estaba más histérica, (y si horas más tarde se lo preguntaran él no lo recordaría de todos modos), si la maternal Vilma o la mortífera Romanoff; en aquel momento ambas habían cargado idénticas expresiones de pavor, pues aquel niño de mirada dulce y sonrisa sencilla había provocado en las dos un gran impacto.
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Mente maestra
FanfictionAnthony jamás dudo de si mismo, nada estaba fuera del alcance de su ingenio. Durante años vivió creyendo que lo tenía todo, confinado en su costosa burbuja de hedonismo. No reconoció la infelicidad hasta que rozo la dicha sincera. Sin embargo, el t...