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¿Palidece el amor ante el deber?

Tony Stark mantenía un extenso registro de situaciones en las que eligió amar, y un historial igual de amplio de las ocasiones en las que erró. Con más experiencia y menos pasión se encontraba ahora sincera y vergonzosamente confundido.

Ante él un variopinto grupo esperaba de su guía, se abrazaban a su sabiduría como un crío confía del protector afecto paterno. Para Stark aquellos rostros ansiosos no significaban más que una estampa que el tiempo soplaría lejos de él, sin embargo eran los ojos afectuosos del Sargento los que lograban desestabilizarlo.

¿Quién era aquel hombre que se presentaba y creía gozar de poder sobre su mente y cuerpo? Solo otro que desaparecía luego de la caducidad de su vida mortal y agrandaría el agujero sangrante de su pecho.

— ¿Cuál es la ubicación de las dos gemas actualmente? —el Capitán no escatimaba en esfuerzos por lograr controlar la situación. Si Tony tenía que decir algo a su favor, le daría puntos por sobreponerse velozmente a la sobrecogedora presencia de los guardianes.

— Están a salvo, y eso es todo lo que necesitamos saber. —fría y dura la respuesta de Bucky corto a Steve y envío un cosquilleo gracioso por el cuerpo de Tony.

Para el Capitán aquella situación rozaba lo inverosímil. El trastornado carácter que años y esfuerzo sepultaron bajo el escudo era incitado a explotar ante cada desprecio del Soldado.

Y aquel brillo cariñoso que estaba aprendiendo a conocer en los ojos de su amado lo obligaba a comprender una realidad a la que se negaba.

— Debemos conocer sus paraderos, y protegerlas. —replico, paciente y dulce para él—. De lo contrario estaremos completamente expuestos.

A veces se llegaba a preguntar porque aún lo conservaba. Pero a Tony le encantaba el drama, y la insignificante amenaza que representaba Steve Rogers podría resultar beneficiosa en algún punto fuera del entretenimiento.

Rocket, a quien Steve se negaba dedicarle demasiados pensamientos pero que captaba un interés juguetonamente oscuro en Tony, bufó. Malherido y Exhausto como se sentía no estaba interesado en escuchar más de aquel complicado enredo amoroso terrano.

— Escucha amigo, en este planeta solo existe un sujeto capaz de resguardar algo, lo que sea, de Thanos. Y no eres tú. Guarda silencio y déjalo hablar. —su expresión airada y malhumoradamente tierna quito una sonrisa de Tony, cuyas manos se retorcieron por alcanzarlo y analizar aquella maravilla.

La indignación rugió en Steve. Descubrió solo miradas frustradas y expresiones irritadas, para su turbación aquellas personas habían llegado a la unánime decisión que su presencia era por lo demás un mal menor que debían aguantar más no secundar. Aún peor, se inclinaban por escuchar a un abstraído Stark.

— Se ha declarado cuarentena en todos los países miembros de la OCDE, con la población civil a salvo en sus hogares y ocultos de un letal virus los agentes de Shield han sido libres de iniciar el protocolo de defensa que Romanoff perfecciono en vida. —comunico Stark, su atención en la lejana puesta de sol que el ventanal enmarcaba. La voz grave y vacía acariciaba sus oídos —. Las bajas que suframos como planeta serán cubiertas como victimas de la pandemia. No hemos de permitir que la histeria gobierne a los habitantes y recorran las calles intentado conseguir un vistazo de la batalla, estorbaran a los soldados y perderemos activos.

El magnate giro sobre si mismo y por un momento los rayos anaranjados le dieron un halo sobrenatural a su silueta otorgándole un aspecto divino, inalcanzable.

— Nueva Asgard despertara con las noticias. La alarma ha sido transmitida a todos los aliados. —no parecía inquieto. Aquella información se escuchaba memorizada, mientras que su mente navegaba en diferentes direcciones.

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