Capítulo doce.

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Sí de algo estaba seguro en su vida era de los sentimientos que tenía Sasuke por él. A pesar de que se lo decía frecuentemente, lo demostraba con sus acciones o a través del sexo cuando más le convenía, sin embargo, esos meses se estaban convirtiendo en la odisea de su vida. Tenía demasiados ascos y mareos para enfrentar el embarazo solo, recordaba que con su primogénito no había tenido que pasar por tantos altibajos. Cerró los ojos y dejó que el silencio de la noche lo arrullara, no tenía nada de sueño.

Menma se había cerrado así mismo sin querer hablar con nadie. Sabía que su relación había mejorado, pero todavía el infante se cerraba a entablar conversaciones que consideraba que sólo su esposo y él tenían que solucionar. ¡A la mierda con ello! Sasuke se había largado desde que le dijo lo de las revistas y su primogénito no quería hablar con él.

Se levantó de la cama y buscó entre sus pertenencias el manual de la buena esposa. Lo encontró y comenzó a revisar cada uno de sus apuntes, había hecho hasta graficas que representaban el avance que estaba teniendo con el niño, estaba la foto de su prueba de embarazo y anotaciones de todas las actividades que había tenido. Era un mini plan de trabajo para conseguir el amor del infante.

Suspiró para trazar otro plan para obtener más confianza de su hijo y decirle a Sasuke la verdad. Sabía que lo iba a tomar a bien, sabía que se pondría en extremo feliz, sin embargo, se sentía mal por ello. A penas unos días atrás había renunciado a su trabajo para poder cuidar del bebé, del pequeño embrión que se desarrollaba dentro de sí. Su jefe no había aceptado su renuncia tan fácil hasta que le dijo la razón.

Él entendía que para Naruto la familia era lo más importante.

...

Itachi pensó que los problemas conyugales de su hermano no eran de su incumbencia, sin embargo, el ver como el menor se pasaba los tragos y parecía tener roto algo dentro de sí, se dijo a si mismo que era hora de intervenir. Por supuesto que no creía que Naruto pudiera engañar a su esposo, pero sabía que detrás de esa mascara de indiferencia había gato encerrado.

Fueron las seis de la mañana cuando llevo a rastras a Sasuke hacía su hogar, esperaba que por lo menos Menma no fuera ver a su padre en ese estado, pero quería tentar un poco al rubio para medir la situación.

—¿Las llaves, ototo? — preguntó mientras esculcaba las bolsas del menor, sin embargo, Sasuke le había parado el dedo mientras se recostaba de nuevo en el asiento del auto. «Maldito infantil» pensó mientras fruncía el ceño. También podría dejarlo votado sobre la cera y escapar, al final, los hermanos mayores no siempre tenían que ser ejemplares.

—¡Tío Itachi! — gritó el pequeño niño mientras corría lo más rápido hacía el majestuoso auto del mayor. Sí había alguien a que respetara mucho, ese era a su tío favorito, ¡no había nadie tan genial como él!

—¿Cómo estás, Menma? — preguntó mientras se bajaba del auto —, ¿dónde está Naruto-kun? — tenía que hacer tiempo para poder bajarlo en anonimato, por lo menos que su hijo no perdiera la fe en lo majestuoso de los Uchiha.

—¿Itachi? — le llamó desde la puerta. Entendió que estaba pasando ahí cuando el mayor comenzó a hacer señas detrás de Menma sobre Sasuke en el auto. Suspiró y asintió para tomar a su hijo de la mano y despedirse del mayor. Iba ir a desayunar con su hijo para poder arreglar ese pequeño problema que tenían.

Subieron a su automóvil mientras Itachi le aseguraba a su sobrino que estaría ahí cuando regresaran para jugar videojuegos. Esperanzado, olvidó cualquier otro problema que lo hubiera agobiado, el que estuviera suspendido de la escuela era lo menos, siempre y cuando lograra convencer a su padre de que nada pasaba.

¡No te quejes! No lo satures con problemas insignificantes.

No pasó mucho para que llegaran al pequeño lugar familiar que les gustaba tanto a ambos. Pronto entraron y se pudieron cómodos en el restaurante pidiendo el platillo especial de la casa: Ramen. ¡Qué importaba el desayuno! Sasuke no estaba para reñirlos a ambos.

«Sasuke...»

¡Ese bastardo! Se había pasado de copas, ¡lo sabía! Entendía que estaban teniendo problemas, pero no era para se fuera a embriagar. No paso mucho para que la orden les llegara y comenzaran a comer, sin embargo, su ceño fruncido estaba marcado en su frente y Menma por un momento pensó que sabía lo que había hecho.

Comenzando con las revistas.

—Papá ¿pasa algo 'ttebane? — cuestionó con inocencia, el mayor pareció entender lo que hacía y le sonrió ampliamente, recordando que no era el momento de estar furioso por las cosas que hacía su esposo.

...

A Sasuke le dolía demasiado la cabeza para querer despertar. Trató de abrir los ojos, pero un olor familiar lo hacía no querer despegarse de las sabanas, sentía un cosquilleo, una calidez y unas ganas de vomitar enormes. Se puso de pie al momento y corrió al baño a regresar parte del alcohol que había ingerido por la noche.

—Cuando dejarás de ser tan baka, hermanito — susurró su hermano a sus espaldas. Trató de mantener la dignidad poniéndose de pie, pero la cabeza le daba demasiadas vueltas para intentarlo una vez más.

—¡Quieres cerrar la boca, Itachi! — marginó caminando a paso lento de nuevo a la cama, la cabeza iba a matarlo. Suspiró mientras se volvía a envolver entre los edredones pensando en lo tonto que se sentía, ¡parecía un adolescente! Se había puesto borracho para tratar de menguar el coraje que le hacía sentir su esposo e hijo, ambos tan testarudos y cabeza hueca ¡¿Qué había hecho en su otra vida para pagarlo así?!

El mayor no quiso molestarlo más, prepararía algo para después de que despertara y escaparía con Menma para darle privacidad a la pareja. Estaba seguro que las cosas mejorarían para la pareja, por lo que le había dicho el menor la cosas habían estado tensas entre ambos por las diferencias que tenía por su hijo, pero la cuestión había sido tan tonta, qué se burlaría la próxima Navidad de ambos.

Sasuke durmió al menos tres horas más para lograr levantarse sin que sintiera que iba a vomitar, abrió los ojos para encontrar sobre el buro de noche una botella de agua y dos aspirinas. En ocasiones como esas amaba a su hermano, pero jamás lo admitiría. Las tomó y observó que sobre una silla había un cambio de ropa, le estaba sugiriendo que tomara un baño antes de hablar con el rubio.

Era momento de ser valiente.

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