Capítulo 49

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No tardamos en llegar hasta mi casa, ella iba besándome sin apenas dejarme coger aire, hasta que yo di de espaldas contra la puerta. Busqué las llaves en los profundos bolsillos de los pantalones y antes de abrir la separé de mí.

- ¿Qué ocurre?- preguntó

- Quizá haya alguien despierto... no quiero arriesgarme

- Isaac... son casi las 6 de la mañana

- Entonces Benjamín está a punto de levantarse- reí

Abrí la puerta principal, pasamos hasta el salón y cuando nos cercioramos de que no había nadie volvimos a devorarnos los labios. Ella echó los brazos sobre mi cuello y yo rodeé su cintura con mis manos comenzando a desabrocharle la blusa a toda velocidad y ella la dejó caer al suelo, junto a las escaleras. Al llegar al pie de las mismas ambos tuvimos el mismo pensamiento: ella se impulsó sobre mí y rodeó mi cintura con sus piernas al tiempo que yo la sostenía. Comencé a subir las escaleras, intentando no perder el equilibrio ni hacer ruido.

***Dawn***

Aquello estaba siendo extraño, pero no difícil. O al menos no tanto como había imaginado. Me había resultado muy fácil convencerle y yo tampoco tenía demasiados reparos, de momento. Al fin y al cabo solo eran besos. Aunque sabía perfectamente a dónde nos conducían esos besos.

Llegamos hasta su cuarto y yo cerré la puerta con el pie haciendo bastante ruido, a propósito. Él me sentó sobre la cama y al instante empezó a inclinarse sobre mí, haciendo que me tumbase. Lancé mis zapatos por los aires antes de hacerlo y me di cuenta de que él se me había adelantado. Eché mis manos al borde inferior de su camiseta y se la levanté, él me ayudó a quitársela y se deshizo de ella rápidamente. Entonces pude sentir como su pecho ardía contra el mío y como su piel estaba cubierta de un ligero sudor.

Le miré a los ojos y no vi ni rastro de duda, parecía decidido y entregado. Y justo eso fue lo que me empezó a acobardar. Creo que en el fondo esperaba que Isaac se resistiese, pero no lo hacía. Al contrario, él estaba siguiendo sin dudar.

Sus manos recorrían mi cuerpo y ya habían desabrochado mi cinturón, no sé exactamente cuándo. Sus labios presionaban los míos y su lengua jugaba en mi boca. Le devolví el beso, intentando apartar los pensamientos amargos de mi cabeza. Si empezaban a apoderarse de mí no podría seguir. Le empujé ligeramente por los hombros, para que fuese él quien se tumbase. Me obedeció aunque un poco reticente. Cuando se había acomodado me tumbé sobre él y me acerqué para besarle, él intentó alcanzar mis labios elevando un poco la cabeza pero yo me aparté.

- Ssshh... no tengas prisa- murmuré

Él cerró los ojos mientras sonreía ligeramente. Le besé por el cuello mientras con una de mis manos iba rozando su torso comenzando por su pecho y siguiendo por los marcados abdominales hasta llegar a la goma de los boxers. Me incorporé para sentarme a horcajadas sobre su cuerpo y poder irle besando el pecho, pero cuando lo hice él no estuvo conforme. Me cogió con fuerza de la cadera y me recolocó, de forma que mi entrepierna caía justo sobre la suya, ya abultada. Tragué saliva al sentirle e intenté centrarme en los besos. Mis labios ahora alcanzaban su rostro y fui besándole con paciencia: los labios, las mejillas, los párpados, la frente, la nariz... él se dejaba hacer mientras deslizaba suavemente sus dedos por mi espalda, poniéndome la piel de gallina.

- No imaginaba que fueses tan calmadita- dijo de repente

Me aparté de su rostro y le miré, sus ojos seguían cerrados.

Dulce ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora