• Capítulo 52 •

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Si alguna vez Jack había sido malo, no lo recordaba. Se comportaba de lo más tierno con sus dos hermanos, por la mañana trabajaba, por la tarde jugaba con ellos mientras yo estudiaba y por la noche compartíamos la cena todos juntos. Y cuando las vocecitas de los niños dejaban de escucharse por los pasillos, Él se convertía en un amante sensacional.

Ambos debíamos admitir que mis suegros nos habían dado una hermosa oportunidad para probar suerte como padres y aunque Jackson se quejara cuando Jaime despedazaba las flores y Emma pataleara por todo tipo de juguetes en el supermercado, parecíamos toda una familia. Claro que no era de lo más normal, porque ellos eran los hermanos de mi esposo y la «familia» acababa cuando Pattie y Jeremy volvieran de su viaje.

—¡Me rindo! —gritó Jack mientras bajaba las escaleras—. No sé cómo hace mamá para peinar a la niña, es que no se queda quieta y las coletas salen torcidas —se quejó.

—No es tan difícil —dije divertida mientras él se sentaba a mi lado.

—¿Por qué no lo intentas? —preguntó encendiendo el televisor—. Emma, ¡ven aquí!

Tras escuchar el grito de Jack, la niña bajó las escaleras corriendo con entusiasmo. Su escaso fleco estaba enmarañado mientras era sostenido por una pequeña traba verde claro, sus dos coletas estaban más desparejas que los dientes de un tiburón y las bandas elásticas que sostenían el cabello era una rosada y la otra celeste.

Contuve la risa al verla acercarse a mí. Jack frunció el ceño y Emma alzó los hombros defendiéndose. Senté a la castaña sobre mi regazo y observé a mí esposo con detenimiento.

—Vas a traumarla si sigues haciéndole estos peinados —lo regañé y luego reí.

Golpeó levemente mi hombro para luego quejarse con el ceño fruncido.

—No es mi culpa, nunca nadie me ha enseñado.

—Jack, por Dios, aprende a combinar colores.

Emma rió y él volvió a fruncir el ceño. Se cruzó de brazos y apoyó su espalda contra el sillón.

—Disculpa, no quería arruinarle el cabello a mi hermana.

—Ve a buscar el cepillo y las bandas elásticas —le dije a la niña.

Ella corrió escaleras arriba y me acerqué a Jackson.

—Nadie te ha regañado, tontito —besé su mejilla—, y no le has arruinado el cabello. Estaba molestándote, no seas tan sensible.

—Es que no sé cómo peinar a una niña —observó el televisor sin prestarle atención alguna—. A ti no te tengo que peinar.

—Ya, deja de lamentarte, señor sensibilidad —dije riendo.

—Aquí llego yo —gritó Emma saltando desde el último escalón.

Él volteó a verla y le sonrió, su hermana le devolvió la sonrisa y se sentó sobre mi regazo. Sostuvo el cepillo entre sus delicadas manos mientras yo me dedicaba a desatar su cabello.

-—Jack, observa —dije mientras extendía para que Emm me pasara el cepillo—. Primero, debes desenredarle el cabello.

Quité todas las bandas elásticas de su cabello mal atado mientras me observaba atentamente. Pasé el cepillo por toda la longitud del cabello. Quedó perfectamente peinado, lo separé en dos partes y elevé un mechón de pelo para atarlo en una coleta al costado, acto seguido, hice lo mismo con el otro mechón. Poco de su cabello quedó estorbando sobre su frente, lo estiré, lo peiné y até el mechoncito con una pequeña traba.

—Y así es como peinas a una niña.

—¿Puedo intentarlo? —preguntó arqueando una ceja.

Emma observó a su hermano y frunció la boca. Jackson rió y ella le regaló una sonrisa. La pequeña se giró y me abrazó tiernamente.

La Bella y La Bestia (Jelsa) ||Adaptada|| •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora