• Capítulo 48 •

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—¿Puedes con eso o necesitas ayuda? —preguntó quitándome los globos de la mano.

—Hey, Jack —me quejé—. Puedo sola, no soy una inútil.

—Lo sé, amor —respondió y tomó mi bolso—. Pero no puedes llevar todo.

—Son simples globos —bufé—. Sé que te abruma el hecho de que me los hayan regalado a mí y no a ti —dije y reí. Negó divertidamente con la cabeza y abrió la puerta del auto.

—Entra allí y deja de fastidiar.

—Tú eres el fastidioso —entré al auto y lo observé—. Dame mis globos —ordené. Rió y me los entregó.

Un día antes de que me dieran de alta, Pattie había aparecido por el hospital con los dos pequeños y me habían llenado de cariño toda la tarde. Emma había dibujado con crayones en una hoja celeste y me la había entregado con un chocolate. Jaime sostenía los globos y a la hora de dármelos, besó mi mejilla y enrojeció tiernamente para luego abrazarme. Pattie —mi suegra— me había dado mil y un consejos para recuperarme pronto. Se podía decir que la familia de Jackson, era bastante amigable y cariñosa. En cambio Jack, se había encargado de recordarme el amor que me tenía y me dejaba sola una vez por día para ir a casa por ropa limpia y una ducha para él. Regresaba con un ramo de rosas o una revista para cuando el aburrimiento se apoderara de mí.
La estadía en el hospital se había prolongado dos días más, por el simple hecho de que me tenían que sacar sangre y a la hora de sacarme sangre, los resultados no eran lo que se esperaba y tuve que permanecer medicada por un día más y a eso se le suma un día más de reposo absoluto, con suero incluído.

—¿En qué piensas? —preguntó mientras frenaba en la luz roja.

—Nada —alcé los hombros y agité los globos—. ¿Sabes? Espero que la próxima vez que vengamos al hospital y salgamos con globos, traigamos de vuelta a un pequeño en brazos —sonreí ante la idea y a Jack pareció gustarle.

—Coincido contigo —sonrió y avanzó ante la luz verde.

En menos de diez minutos, las calles que recorríamos no se me hacían para nada conocidas y sentí como mi estómago se revolvía. ¿Qué se traía Jack entre manos? No podríamos ir a almorzar por allí, por el simple hecho que debía comer sano y cuidarme por dos semanas.

—¿A dónde vamos? —pregunté con la intriga a flor de piel.

—Ya se me hacía extraño que no preguntaras —rió.

Volvió a extrañarme que Jack no respondiera a mi pregunta. De cualquier forma, estaba exagerando las cosas y él no iba a hacerme nada malo. No era momento para paranoias y menos cuando sabía que me amaba de la misma manera en que yo lo amaba a él.

—No respondiste —insistí.

—A casa, Elsa —respondió y dobló para pasar de calle.

—No conozco por aquí —fruncí el ceño—. Mi memoria está intacta, ¿cierto? —pregunté desconfiada.

—Claro que sí —rió—. Sólo espera a llegar y verás.

Me limité a apoyar la cabeza contra el vidrio del auto y observé el lugar. Llevábamos más de veinte minutos montados en el auto y cada vez la ciudad se hacía más lejana a nosotros, mejor dicho, nosotros nos hacíamos más lejanos a la ciudad. Era de suponerse que no íbamos a nuestra casa. Pero, Jack podría llamarle «nuestra casa» a la casa de sus padres y como yo nunca había estado allí, podría referirse a eso.

—No te duermas, cariño —dijo casi en un susurro—. Estamos por llegar.

Pestañeé rápidamente y me enderecé en el asiento del automóvil. Íbamos por un camino de tierra, el lugar era casi campo y a lo lejos se veía una enorme casa de ladrillo visto.

La Bella y La Bestia (Jelsa) ||Adaptada|| •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora