EastSide•KNJ•

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Algunas veces hay que volver a casa, hay que sentir el calor del hogar y oler esas cosas familiares para estar bien.

Últimamente me he encontrado agotado, más que físicamente, mentalmente, la presión que tengo en el trabajo que aunque sea lo que amo me ha estado acabando de a poco, así que volví a mi hogar, volví a mi cama y a comer la sabrosa comida de mamá.

Hago ésto de vez en cuando, en lo que siento que no doy más, éste es mi lugar de renovación.

Hay un lugar que no puede faltar en mi ruta de terapia, y es la biblioteca del centro. El olor a libros viejos siempre evoca en mí buenos y bonitos recuerdos, aparte de haberse hecho tan preciado para mí porque allí pasaba la mayoría de mis vacaciones, porque me era más interesante leer e imaginar las historias de los libros que corretear con mis amigos del vecindario o estar tras las chicas, aunque claro, siempre me lograba encantar una que otra, pero no terminaba tan bien todo, o al menos no con todas, sólo una chica y yo logramos tener una relación tan estable que terminamos por mutuo acuerdo y bueno, también a ella me recuerda esa biblioteca, allí fue que la conocí.

Hoy luego del almuerzo visitaría el lugar, necesitaba sentarme en uno de esos viejos sofás y leer hasta que mi mente no pudiese más.

— ¿Qué harás hoy?— Preguntó mi madre mientras comíamos en la mesa.— Pensé que tal vez podrías acompañarme a comprar algunas flores para tu tía, sabes que estaba de cumpleaños ayer y lo he olvidado por completo, así que la recompensaré con eso, ama los tulipanes.— Sonrió.

Mi madre siempre es así, olvida el cumpleaños de todos, lo recuerda el día luego y se aparece con algún regalo para que le perdonen su falta, pero conociendo a mi tía, no va a olvidar eso tan fácil.

— Te dije ayer que estaba de cumpleaños, yo la llamé.— Le reproché con respeto.— Yo iba a ir a la biblioteca un rato, así que te dejaré sola con tu problema.— Reí.— Lo siento.— Dije y me levanté tomando mi plato y huyendo a la cocina.

La acompañaría, pero la verdad no me apetece nada ver a esas dos señoras pelear, o bueno, ver a mi tía pelear mientras mi madre le ruega que no se lo tome a pecho, pero mi tía todo lo toma a pecho.

Lavé el plato, subí a mi cuarto y revisé un poco el twitter para dar tiempo a reposar la comida antes de bañarme. En el Kakao tenía unos mensajes en el grupo que tengo con los chicos, así que los revisé también.

Eran los típicos mensajes entre Hoseok, Jimin y Jungkook de fotos graciosas, también envié mis mensajes de burla y luego dejé en celular para irme a bañar.

Me vestí un poco abrigado ya que hacia la tarde hace un poco de frío, tomé mi celular, mis audífonos, algo de dinero y me dispuse a ir a la parada de autobús para irme a la biblioteca.

Me gustaba venir a acá porque sentía cómo si nunca me hubiese hecho famoso, no es que eso no me gustara, pero podía caminar con más tranquilidad, la mayoría de las personas siempre me han visto aquí, por lo que muy pocos se detenían a tomarle importancia a mi presencia, así que podía andar con normalidad.

Subí al autobús, me senté en uno de los asientos de atrás, me coloqué los audífonos y me concentré en notar las alteraciones que había sufrido el lugar en mi ausencia. 

Cuándo llegamos a mi parada, bajé y caminé tranquilamente a la biblioteca. Saludé a la señora que siempre ha estado allí y pasé directo a buscar un libro de fantasía. Tomé el del Señor de los Anillos, que aunque era uno muy famoso, no había tenido interés antes en leerlo.

Me senté en el sofá de siempre y con música relajante de fondo, me dispuse a sumergirme en la lectura. Estuve al rededor de dos horas leyendo el grueso libro, que no sé porqué no había leído antes, la historia te atrapa.

Cuándo sentí que mi vista se cansaba, marqué la página y cerré el libro, preparado para ir a pedírselo a la bibliotecaria y llevarlo a casa para terminarlo.

Cuándo levanto mi mirada, me encuentro con una chica que está viéndome fijamente, ella me sonríe inmediatamente y yo le correspondo en la sonrisa. Hago una pequeña reverencia de disculpa ya que me iba a retirar y me levanto del sofá para ir dónde la bibliotecaria.

— Vaya, la fama te ha hecho olvidar a las personas Namjoon.— Habla en tono de reproche.

Me volteé hacia ella para mirarla con confusión, no veía el porqué de su comentario.

— ¿Qué? ¿No me reconoces?— Dijo ella con incredulidad y luego rió. Yo negué con la cabeza.— Umh, ya veo.— Puso una mueca de tristeza.— Bueno, he cambiado mucho.— Sonrió nuevamente y se encogió de hombros.

Yo aún estaba confundido por la situación, pero cuando ella levantó su brazo para enseñarme una pulsera muy familiar que llevaba en su muñeca, supe quién era.

— ¿Mindae? ¿Choi Mindae?— Digo con asombro e inmediatamente saco los audífonos de mis oídos.— Sí, has cambiado muchísimo, ahora eres rubia.— Reí alegre, y por pura inercia me acerqué a ella para abrazarla. 

No sabía que necesitaba ese abrazo, hasta que lo recibí, ambos nos quedamos por un rato así, como si hubiésemos añorado ese momento. Cuando ambos nos soltamos la vergüenza se reflejó en nuestros rostros enrojecidos, pero aún así las sonrisas permanecían.

— Hace mucho que no sabía de ti.— Dije para romper la tensión.

— Yo sí he sabido mucho de ti.— Su sonrisa se amplió, haciéndome recordar a esa chica que conocí hace mucho, que no puedo creer que no haya reconocido desde el primer momento.

Ambos volvimos a sentarnos en el sofá que ocupábamos antes y así empezamos una larga plática en la que yo buscaba ponerme al día de su vida.

Me dijo que estaba aquí por volver a sus raíces, por un poco del alivio hogareño, así como yo, pero eso ella me lo dijo sin yo comentarle lo que yo hacía aquí, me asombra que aún tengamos tanto en común. Luego de la conversación, de intercambiar números y quedar en vernos otro día, cada uno tomó camino a su casa.

En el trayecto a mi hogar, recordé nuestro tiempo de novios, que aunque hablamos muchísimo, ese tema no salió a flote en ningún momento. Como ambos estudiábamos en colegios distintos, siempre había un punto de encuentro para nuestras pequeñas "citas" si así se les puede llamar, nos gustaba mucho hablar, y si alguno tenía algún problema, nos encontrábamos en la biblioteca o en algún café, pero el que se hizo nuestro lugar favorito fue el lado éste de la ciudad, la mayoría de las veces que nos queríamos ver, nos citábamos en ese lugar. Yo la esperaba en la parada de autobús y luego caminábamos hacia un pequeño parque que tenía un lago y dejaba ver un bonito paisaje de tarde. Varias veces nos escapamos de nuestras casas sólo para ver las estrellas y la luna reflejarse en ese lago, el lado éste era nuestro refugio.

Llegué a mi casa con una sonrisa boba que había dejado el haber recordado eso, por suerte mi mamá se encontraba muy distraída hablando sobre el drama que le hizo mi tía, así que no hubo preguntas incómodas. Cenamos mientras yo escuchaba su cuento y luego subí a mi habitación para ponerme a terminar el libro que me había traído.

De repente mi celular empieza a sornar.

— Aló.— Respondo sin siquiera ver quién llamaba.

— Namjoonie...— Canturrea Mindae del otro lado de la línea.

— Oh, Mindae.— Digo alegre.

— Lado éste.— Dice ella sin más, y corta la llamada.

Al oír eso, como si fuesen mis días de adolescencia, me paré de la cama, me puse zapatos, tomé mi suéter y salí de la casa sin que mi mamá se diese cuenta, ya que era muy tarde por la noche.

Pensé que ella no recordaba eso, pero ya veo que sí, y cómo lo prometí hace mucho si ella me necesita, siempre estaré allí, siempre la esperaré en el lado éste.

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Participante #5 : Ana Claribel.

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