Capítulo 3.

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Varios días pasaron por allí, Courfeyrac siempre conseguía hacerla reír, y ella se lo agradecía, desde que su tío estaba encarcelado, se sentía libre, podía dormir tranquila sabiendo que nadie entraría en mitad de la noche. Combeferre había continuado enseñando a Dafne, él estaba interesado por todo, estudiaba de todo, se interesaba tanto por el arte como por la ciencia. A Dafne le gustaba decir que era como un "Da Vinci moderno" y él se reía. Joly continuaba yendo a cuidarla, aunque Dafne insistía que ella se encontraba bien. Incluso Eponine pasaba a cuidarla, aunque realmente no se sabía quien cuidaba a quien.

- Ponine, ¿cuánto llevas sin comer? - Ella se encogió de hombros, Dafne pasó a su cocina y le preparó de comer. Ella lo cogió con ganas. - Ayer estuvo Marius aquí.

- Es encantador. - Eponine murmuró creyendo que Dafne no la oiría, pero había demasiado silencio para no oírla.

- ¿Cómo? - Dijo Dafne perpleja, Eponine apartó la mirada del plato y su cara se enrojeció. - ¡Tú le quieres!

- Por favor, no diga nada. - Suplicó Eponine, esto hizo reír a Dafne. - Por favor, eres como una hermana para mí, no digas nada.

-  ¿Soy como una hermana para ti? - Eponine asintió muy deprisa y varias veces. Dafne se levantó, se sentó junto a ella y la abrazó, sabía que ella recibía muy poco cariño, sus padres eran los Thénardier, no podías esperar nada de ellos. - No diré nada. Pero eso es maravilloso, Eponine.

- No lo es, él no me quiere. Mírame, soy una niña de la calle. - Dijo tristemente, Dafne la miraba y sólo podía ver a alguien maravilloso a una mujer preciosa pero con una mala vida. Dafne no dijo nada más, y Eponine continuó comiendo. 

-X-

A la mañana siguiente, para asombro de Dafne, fue Grantaire quien estaría con ella. Para su asombro, no estaba borracho pero su rostro continuaba siendo triste. Casi no hablaron, ella no sabía de que podía hablar. Él en ocasiones preguntaba como estaba ella, pero no se creaba una conversación.

- Grantaire, ¿sabes algo de Enjolras? - Se sintió mal por preguntarle eso a él pero no sabía que decir.

- Creo que tuvo que irse con su familia de viaje. Iban a ser unos días sólo. - Él se quedó un momento en silencio. - Le quieres ¿verdad?

- Sí, tanto como tú. - Él la miró casi asustado, pero vio que su rostro era tranquilo, derrochaba empatía. - Lo sé desde el día que nos conocimos.

- Él te ama a ti, y lo sé desde el día que te conoció.

- No. No sé nada de él desde hace una semana.

- Él te ama a ti. - Repitió Grantaire, estaba convencido de los sentimientos de Enjolras. - Apolo ha vuelto a enamorarse de Dafne, otra vez.

- Pero ésta vez Dafne también le ama. - Él dio un sonrisa, continuaba siendo triste. Ella se acercó a él y le abrazó, sintió cariño por aquel chico.

-X-

Una semana, una semana había pasado. Y Dafne no supo nada de Enjolras; Grantaire dijo que él la ama pero no, él no había escrito.

Por suerte ella comenzó a trabajar otra vez, cada día tenía miedo de volver a casa y encontrarse a su tío. Ella sabía que estaba en la cárcel, que de allí no saldría, que estaba a salvo, pero había vivido con miedo muchos años. 

Aquel día parecía igual, llegó a su pequeña librería, algunos hombres pasaban a leer y a comprar algunos libros. A las seis la cerró y se dirigió a su casa. De lejos vio a un hombre esperando en la puerta. Era Enjolras.

- Buenas tardes monsier. - Dijo Dafne cortésmente, no supo como tratarle. Él besó su mano, y le dio un pequeño ramo de rosas. Ella lo agradeció pero vio que sus manos tenías heridas, probablemente se las había hecho al coger las rosas. Ella pidió que entrara, cogió lo que Joly había dejado después de curar sus heridas, y curó sus manos.

- Siento no haber escrito, quise hacerlo. Pero tuve miedo. - Se disculpó Enjolras.

- ¿Miedo por qué, mi señor?

- Por favor, llámeme Enjolras. - Él dio una sonrisa torcida antes de volver a ponerse serio. - Miedo de ti.

- No digas tonterías. - Dijo ella avergonzada. Miedo de ella, qué tontería. - Es como si fueras de mármol, eres duro y hermoso, no puedes tener miedo de mí.

- El mármol también puede romperse. - Con la ayuda de su dedo pulgar y su dedo índice, levantó su barbilla haciendo que le mirase. - Te amo, Dafne. Lo hago desde que te conocí, desde que le hiciste burla a Courf.- Ella rió al recordar ese momento en concreto. - Eres inteligente, amable, preciosa, generosa. Me faltan palabras, Dafne. Y yo te amo.

- Enjolras... yo... - Ella suspiró y sonrió como una tonta. - Yo llevo esperando esto desde que te conocí. - Él sonrió, le brillaban tanto los ojos. - Te amo, mi Apolo. - Él rió, sin duda los dos habían pasado con sus amigos demasiadas veces. Se acercó a ella y, por primera vez, aquellos labios virginales se tocaron. Ambos sintieron que ese momento fue perfecto.

-X-

- Así que crees que soy preciosa, inteligente, amable, generosa ¿no? - Preguntó Dafne mirándole, él sonrió con las mejillas tornando a rojo. Iban caminando hacia uno de los puentes sobre el río Sena.

- Sí, lo creo. Lo creo yo y todo el que te conoce. - Se paró frente a ella y la atrajo hacia él, siempre bajo la decencia que la sociedad exigía. Enjolras dio un beso gentil en sus labios. - También creo que pasamos mucho tiempo con Jehan. - Dafne se rió, tenía razón, Jehan nos hacía unos románticos.

Escucharon como un hombre gritaba y vieron que corría tras un niño que tendría no más de ocho años y llevaba una barra de pan bajo el brazo. El niño era pequeño y el hombre le agarró por el cuello de la camisa, le gritaba que llamaría a la policía, le gritaba que era una rata de la calle; Dafne se separó de Enjolras y corrió hacia ellos, pidió que no le pegara y ella pagó la barra de pan para el niño.

- Muchas gracias, mademoiselle. - El niño besó su mano y ella aguantó la risa, eso le parecía adorable. El niño se iba a ir cuando le pararon.

- Chico, no vuelvas a robar. - Sacó las pocas monedas que tenía en el bolso y se las dio al niño.

- Yo no quiero limosnas. - Dijo rechazando las monedas de Dafne.

- No es una limosna, piensa que es un intercambio. Tu besas mi mano, yo te doy dinero para que puedas cuidarte y así podrás besar de nuevo mi mano. - El niño miró sin entender, Dafne miró a Enjolras que sabía disimular la sonrisa. - Algo para ti, algo para mí. Nada de limosnas. - Entonces aceptó las monedas. - ¿Cómo te llamas?

- Gavroche. - Él niño se fue, contento con su comida y su dinero.

- Dafne, eso fue maravilloso. - Dafne vio en Enjolras aquel entusiasmo y aquel brillo que ya había conocido aquella tarde en el campo de lilas. 

- No, no ha sido maravilloso. Sólo he querido ayudarle con lo poco que puedo darle. - Agarró su brazo de nuevo y caminaron hasta su casa en silencio. - Enjolras, eso que has visto no debería ocurrir. - Dijo una vez dentro de casa. - Es humillante que vivan niños en la calle, que tengan que robar para vivir, que estén pidiendo limosnas. Es humillante ver familias enteras viviendo en callejones, muriendo de hambre, mientras los de siempre beben, comen y viven en mansiones sin hacer nada. - Ambos estaban entusiasmados en ese momento, Enjolras no podía expresar lo que sentía en ese momento. Se sentía orgulloso de ella, se sentía orgulloso de que alguien más pensara como él. - El pueblo está muriendo de hambre. A Eponine le he tenido que dar comida porque llevaba días sin comer, y sólo gracias a que tengo lo que dejó mi tío y lo que gano en la librería. - Ella suspiró pesadamente. - ¿Sabes que es lo peor? Que son todos esos ricos que no hacen nada para vivir, el rey y todos aquellos que le rodean, los que se hacen llamar pueblo francés. - Enjolras se acercó más a ella, no podía contener más la emoción que le estaba trasmitiendo y agarró sus manos queriendo transmitirle apoyo en absolutamente todo lo que estaba diciendo. - Y ellos... ellos no son nada. 

- Entonces, cambiémoslo. Luchemos por el cambio. - Se miraron, tenían el rostro enrojecido de tanta pasión acumulada. Ambos estarían dispuestos a dar su vida por cambiar esa decadente sociedad en la que se condenaba al pobre mendigo y se alababa al rico ladrón.

No fear, no regretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora