Epílogo.

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Quince años después.

Liberté físicamente era idéntica a su madre, excepto sus ojos que eran azules como los de su padre. Pasaba gran parte de sus días en el barrio de Saint-Michel, que continuaba bajo la misma pobreza que hacía quince años. Tanto Marius como Cossette la habían criado como una hija, pero mantuvieron en secreto quienes eran sus padres, decidieron contárselo cuando creciera.

Pasaba por las calles de Saint-Michel, había comprado comida para llevársela a los niños que continuaban viviendo en el elefante de la Bastilla. Fue Didier quien la recibió y quien la ayudó a subir al elefante.

- Chicos, ¿qué tal estáis? - Decía Liberté mientras les daba el pan y la fruta que había comprado. Todos les respondieron que bien, aunque esa noche había sido fría. - Chicos, ¿podéis volver a hablarme de la revolución de 1832?

- La organizaron unos estudiantes, consiguieron que el pueblo se levantara y construyeron barricadas. Pero atacaron muy pronto, no estaban preparados y las barricadas cayeron. - El niño se quedó en silencio un momento. - Dicen que la organizaron en el Café Musain. - A diferencia que hace 15 años, el Musain ya estaba restaurado.

Liberté se dirigió hasta allí, y subió a la segunda planta que es donde se escuchaban mujeres hablando. Vió una mujer mayor que la miró fijamente y se acercó a ella.

- ¿Dafne? - Su voz sonaba desgastada, al igual de desgastado que su rostro.

- Perdone, creo que se ha equivocado.

- Lo siento, la he confundido con una joven que conocí hace mucho tiempo. - Liberté la sonrió, pero la mujer parecía confundida, juraría que ese rostro, esa sonrisa y esa mirada las había visto antes. - Siéntese, por favor. - Se dirigió hacia una mesa vacía y se sentó frente a ella. - ¿Quiere que le ponga algo?

- No, merci. Pero me gustaría que me hablase sobre la revolución de 1832. - La mujer quedó un momento en silencio y suspiró.

- Pobres jóvenes, murieron solos y asustados. Sólo eran unos niños, unos hermosos niños. - Quedó en silencio y dio una pequeña sonrisa. - Y el líder, recuerdo que se llamaba Enjolras, era tan hermoso, a veces le llamaban Apolo, porque parecía un dios griego. - Fue Liberté quien dio una pequeña sonrisa, le habría gustado conocerle. - Y su prometida, Dafne, era preciosa.

- ¿Llegaron a casarse? - Inocentemente, preguntó Liberté pero se llevó una gran decepción cuando la mujer negó con la cabeza.

- A él le dispararon junto a un compañero, y murió en brazos de Dafne. - El estómago de Liberté se estremeció al escucharla.

- ¿Qué pasó con ella? - La mujer negó, no sabía qué había pasado con la joven.

- Sólo sé que sobrevivió un joven, a veces pasa por aquí. Se llama Marius. - La joven quedó en silencio, le pareció una locura pensar que su padre estuvo en las la rebelión y sobrevivió. 

-X-

Entró en la casa todavía pensativa por lo que aquella mujer le había contado. Se encontró a Marius y Cossette en la sala de estar junto a su hermano pequeño.

- Papá, ¿puedo preguntaros algo? - Se sentó junto a él. - ¿Sobreviviste a la rebelión de 1832? - Él quedó en silencio y miró a Cossette, que mandó al pequeño a su habitación. Marius asintió, lo que a Liberté le provocó dar una suspiro de alivio, él podría decirle quienes eran Enjolras y Dafne. - ¿Conociste a Enjolras y Dafne?

- Sí. - Dijo casi en un susurro. - Debemos contarte algo. - Se quedó en silencio y miró a Cossette que asintió y permitió que continuara. - Cariño, Enjolras y Dafne son tus padres. - Liberté les miró sin entender nada. - Enjolras, tu padre, no llegó a conocerte, y tu madre murió de una fiebre al día siguiente de que tú nacieras. - Miraron a Liberté que tenía los ojos encharcados de lágrimas.

- Ella antes de morir me pidió que te cuidáramos como una hija. - Respondió Cossette. - Me pidió que te dijera que ellos te amaban. - Liberté no pudo evitar comenzar a llorar, y sintió el brazo de Marius rodeando sus hombros, ella se puso en su pecho y lloró varios minutos. El hecho de que sus padres murieran, le golpeó con fuerza. Mientras lloraba, Marius le contaba como era su personalidad, sus ideales y por lo que lucharon. Al saberlo, no pudo evitar amarles al instante.

- Hubiera amado conocerles. - Hablaba entre sollozos. - Pero vosotros seguís siendo mis padres. - Consiguió tranquilizarse y hablar sin llorar. - ¿Dónde están enterrados? Quiero ir a verles. - La llevaron al cementerio de los caídos en la rebelión de 1832, ella se empeñó en comprar dos rosas rojas, sería una para cada uno. Fue Marius quien la acompañó hasta sus tumbas. - ¿Puedo quedarme sola? - Él se marchó, dejándola sola como ella había pedido. Se arrodilló frente a sus tumbas y suspiró nerviosamente. - Me habría gustado conoceros, que fuérais mis padres y me cuidárais... - Se sintió tonta hablando sola, pero si lo decía ahora quizás no sentiría esa presión. - Pero estoy orgullosa de vosotros, luchásteis por un mundo mejor. Padre, tú moriste por una gran causa y, madre, tú hiciste el trabajo más difícil; siento que moriste por mí. - Liberté suspiró pesadamentr mientras dejaba que las lágrimas resbalasen por sus mejillas. - Me habéis dado unos buenos padres, y sólo puedo agradecéroslo. - Entonces sintió un toque en su hombro y un beso en su cabeza, pero no eran reales. Ella sabía que no era real pero sintió que fue reconfortante, como si fuera el cariño de unos padres. - No os olvidaré. - Clavó una rosa roja a cada uno. - Os voy a querer siempre, os lo prometo.

Entonces sintió una mano en el hombro que la sobresaltó, eso si era real. Se giró y vio a un joven que tendría su edad o quizás dos años más.

- Madame, ¿se encuentra bien? - Ella se levantó, colocó su vestido azul turquesa antes de quitar las lágrimas de sus mejillas.

- Sí, no se preocupe monsier. - Por primera vez ella le miró, tenía un rostro muy tierno, y unos grandes ojos marrones de mismo color que sus rizos.

- Siento si es descarado, pero ¿a quién perdió usted en la rebelión?

- A mis padres, Enjolras y Dafne. - Ella le miró, dudando si debía preguntarle. - ¿Y usted, M'sieur?

- A mi hermano mayor, le llamaban Courfeyrac. - Sí, Courfeyrac, algo le habían contado sobre él. - Perdóneme, madame, no me he presentado, mi nombre es Hugo.

- Liberté. - Dijo tímidamente mientras el joven agarraba su mano y la besaba.

Caminaron juntos hasta salir de allí, vieron como estaban esperando Marius y Cossette en un carro. Ella miró al joven que acababa de conocer, cuando Marius la llamó para que subiera.

- M'sieur ha sido un placer conocerle pero debo marcharme, ¿volveremos a vernos?

- Podremos volver a vernos en el Café Musain.

- Que así sea. - Dijo ella con una sonrisa que hizo que el joven quedase prendado de ella, él agarró su mano y la besó. Se fue apartando de ella pero andando hacia atrás para no perderla de vista. Ella subió al carro sin dejar de mirarle y le regaló otra sonrisa mientras le volvía a despedir con la mano. Cuando entró en el carro no podía dejar de sacarse al joven de la cabeza, deseando que pasara el tiempo hasta poder verle otra vez.

No fear, no regretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora