Capítulo 8.

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En la barricada reinaba el silencio, la muerte de Eponine fue un golpe duro para todos. Pero debían mantener la fe, debían mantenerse en pie. Ya todos se habían enterado de lo que había hecho Eponine y Dafne para estar en las barricadas, Enjolras lanzaba miradas asesinas a Grantaire, miradas que podían helar a cualquiera, y Dafne lo vio, se sentía culpable, no debía estar enfadado con Grantaire, debía estar enfadado con ella.

Joly, Jehan y algunos estudiantes se levantaron, era un hombre que se acercaba, llevaba el uniforme de los soldados y pedía no ser disparado. Le dejaron pasar tras la barricada, pero enseguida todo estudiante que tuviera un arma en la mano, le apuntó con ella.

- Vengo como voluntario. 

- ¿Ves a ese de ahí dentro? - El hombre miró a Javert, atado en la taberna.

- Un voluntario como tú. - Respondió Grantaire que también le apuntaba con el arma.

- ¡No le disparéis! Le conozco. - Gritó Gavroche que estaba junto a Dafne. Él hombre se giró a Enjolras, apartó la vista hacia uno de los tejados y le quitó el arma a un estudiante.

- ¡Un tirador! - El tirador apuntaba al líder, a Enjolras. Dafne agarró a Gavroche fuerte para que no se moviera de allí y ninguna bala aterrizara sobre él. Dispararon a todos los soldados que había en los tejados.

- Gracias M'sieur. Estoy en deuda con usted. - Dijo Enjolras, acercándose al hombre que se había movido hasta la taberna. - Si puedo hacer algo por usted.

- Déjeme ese hombre a mi cargo. - Enjolras aceptó, apesar de la advertencia de Combeferre. Se apartaron de allí y se fueron de nuevo a la barricada.

- Madame, por favor, suélteme. - Dijo Gavroche apartándose de los brazos de Dafne, era tal la presión que había sentido que había olvidado que Gavroche estaba ahí.

- Lo siento, monsier. - Respondió Dafne al ver al chico sacudiéndose la ropa y colocándose la chaqueta. - ¿Quieres algo de comer? - Había comprado el día anterior un bollo pensando en Gavroche, lo sacó del bolsillo y el niño lo comió a su lado. 

- Muchas gracias, madame. 

La noche había empezado a caer, sería ya media noche, al rato escucharon un disparo, Javert estaba muerto, aquel hombre le había disparado. Dafne sintió enfado hacia Enjolras por haberlo permitido, todos conocían a Javert pero no por ello merecía ser disparado, rápidamente deshechó ese pensamiento, no era momento para enfadarse; en un intento de distraerse, pudo ver como Gavroche se quedaba dormido en una vieja silla de madera, entonces Dafne recordó haber colocado un baúl donde ya se había metido antes Gavroche.

- Enjolras. - Bajó de la barricada y fue junto a Dafne. - ¿Puedes llevar a Gav a ese baúl de allí? - Enjolras vió al niño dormido y con una postura incómoda, así que le cogió y le metió allí. A Dafne le bajaron una manta las mujeres que estaban allí, y la llevó para arroparle. Y le vio allí, dormido, parecía un pequeño ángel, acarició su sucias mejillas antes de besarlas. Enjolras agarró la mano que tenía libre, y ella no pudo evitar imaginar cómo habría sido su familia con Enjolras. Cómo habría sido su hijo. Seguro que habría sido como Gavroche, un pequeño y valiente revolucionaro. Dafne se levantó y Enjolras fue detrás de ella.

- ¿Estás bien? - Ella asintió mientras él pasaba un mechón de su pelo, ahora mucho más corto, detrás de su oreja. - Tú también deberías dormir un poco.

- No puedo, no tengo sueño. - Él la miró y buscó sus labios para besarla, en una situación normal habrían bromeado, pero nadie tenía ganas de risas.

Se sentó junto a Grantaire y a Combeferre, Grantaire había conseguido una botella de vino y Combeferre se había preparado un cigarro, que le ofreció a Dafne. Ella lo aceptó y fumó, hasta que llegó Enjolras y tiró el cigarro.

No fear, no regretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora