Capítulo VIII
La alarma incesante de mi celular sonó resonante y muy distante. Tardé más de lo normal en despertar. Extrañamente sentía mis parpados tan cansados. El cuerpo me pesaba como si fuera de piedra, todo me daba vueltas. Definitivamente algo no andaba bien conmigo. Sentándome al borde de la cama, una sensación extraña invadió mi pecho. Suspire posando mi mano derecha donde fácilmente podía sentir los latidos de mi corazón. Trataba de recordar algún sueño que pudiera explicar esto. Pero, al no conseguir nada, ignoré mis sentimientos por completo obligándome a ponerme de pie.
Era un frío miércoles de noviembre, el viento hacía silbar los árboles, y las ventanas cantaban su misteriosa canción. El cielo estaba nublando impregnando todo con matices grisáceos. Los rayos del sol no podían atravesar esa gruesa capa de nubes que nos acobijaba. Llegué a la universidad sintiéndome como un muerto en vida "El efecto de ser un zombi tiene que ser muy parecido a esto" pensé. Todo parecía normal, monótonamente normal.
Las horas pasan muy lento, como si fueran una eternidad. Mi cerebro estaba congelado al igual que mis manos. Corrí por todo el trayecto hasta la clase de matemáticas para obtener algo de calor. Al llegar, busque con la mirada un lugar donde sentarme, milagrosamente un pupitre estaba desocupado al fondo del salón cerca de la ventana. Al sentarme, el estómago se me revolvió, el aire me comenzó a faltar ¿Qué me estaba pasando? Todo me daba vueltas. Ladeaba la cabeza para que de alguna manera sentirme mejor.
- ¿Te encuentras bien? – preguntó un chico detrás de mí. Apoyé mi cabeza sobre mis dos brazos cruzados en el pupitre escondiendo el rostro de la luz. - Elliot – dijo el chico poniendo su mano en mi hombro. – Ven, te llevaré a la enfermería – Añadió mientras me ayudaba a ponerme de pie.
Cuando recuperé la conciencia estaba en una camilla, el dolor de cabeza me mataba. Delante de mí, un chico alto, blanco, de contextura gruesa y cabello negro hablaba con la enfermera. A él ya lo había visto antes en muchas de mis clases. Pero... no podía recordar su nombre y definitivamente no podía oír lo que decían. Me senté en la camilla, tosí para llamar la atención.
- Despertaste – Dijo la enfermera dulcemente.
- ¿Qué pasó? – quise saber.
- Te desmayaste, tu compañero Alex te trajo hasta aquí. –dijo la enfermera con una sonrisa.
- Gracias Alex. - Dije haciendo un ademan de gratitud con la cabeza. Alex me miraba seriamente con sus ojos que eran tan negros y profundos como la misma oscuridad, daba la impresión de no tener pupilas.
- ¿Cómo te sientes? – preguntó. Su voz era ronca y cortante.
- Muy bien, gracias. –dije sin apartar mi mirada de la suya.
- Elliot, tienes que hacerte estos exámenes lo más pronto posibles. – interrumpió la enfermera.
- Está bien... - contesté mientras tomaba varias hojas que ella me entregaba. Alex tomó mi mochila e hizo un ademán para que saliéramos del lugar. Lo seguí afuera.
- ¿Necesitas que te lleve a tu casa? – preguntó sin ninguna emoción.
- No, no te preocupes. Mil gracias. – Alex me entregó la mochila y yo le di mi mano en señal de despedida.
- Te acompañaré a tu casa. –dijo tan cortante que parecía más una orden que una cordialidad. –vamos. - Añadió caminando frente a mí dejando mi mano en el aire. Lo seguí.
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Un Mágico y Verdadero Amor
Подростковая литератураElliot es un chico de 21 años de edad, quien se enamora profundamente de Lucas. Desde el momento en que sus caminos se unen, extraños sucesos los llevan a situaciones donde sus vidas y las de su familia son puestas en peligro. ¿Podrá el amor salvar...