¿Comenzamos?

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Capítulo II

Me fui muy temprano por la mañana a la universidad para sacar unos libros de la biblioteca, al llegar, entré directamente a la computadora, ingresé los datos de los libros y de inmediato me tiró en pantalla el sitio donde encontrarlos. Los apunté y me propuse a buscarlos. Mis sentidos estaban tan ingridos en la búsqueda que no me percaté de la persona que se encontraba detrás de mí, que sin querer la golpee al dar un paso atrás, buscando tomar un libro del estante. Las dos espaldas chocaron, provocando que dejara caer el libro al suelo.

- Lo siento. - dije de inmediato. Era Lucas. Mi compañero de matemática, mi talón de Aquiles quien se agachó rápidamente y tomó el libro para devolvérmelo.
- Hola Elliot.- dijo mi nombre como si me conociera, como si se alegrará en verme. Nunca habíamos cruzado palabra alguna.
- Disculpa no fue mi intención. -dije con cierto aire de vergüenza.
- ¡no! Ni lo menciones... Fue un accidente... - sonrío tan enfáticamente que no pude decir nada más. - ¿vienes a estudiar matemáticas? - preguntó.
- ohhh... No... No... (Tartamudeé) Estoy buscando unos libros para una exposición en Historia.
- Comprendo. Eres muy inteligente... Ya he escuchado de vos y tus notas sobrenaturales. - su cara era cómica y me reí avergonzado mientras toda la sangre se me acumulaba en la cara. Lo bueno de ser trigueño es que la melanina no permite que el rubor sea tan evidente en las mejillas.
- ¿Vienes a estudiar matemáticas? - dije rápidamente para cambiar el tema.
- Sí, se supone que una amiga me iba a enseñar, pero no ha venido, me estaba distrayendo con los libros.
- Si quieres te... puedo enseñar... - le propuse casi instintivamente como un ágil reflejo muscular. Solo esperaba no haberme escuchado tan ofrecido o desesperado. Por un instante él me miró como buscando algo en mi rostro, permanecía sereno y sonriente.

- ¡Eso sería genial! - exclamó - Pero... No quiero retrasarte en tus cosas.
- No te preocupes, lo tengo todo bajo control.
- ¡Genial! - su entusiasmo era desbordante. Lo había visto en clases pero no tenía idea que fuera tan enérgico, amable y risueño. En su rostro siempre guardaba una sonrisa, como si la serenidad y pureza de la infancia se hubieran quedado indelebles en él. -¡Oye! Espera un momento... Dijo cortando el momento.
- Dime... ¿Qué pasa? - mi expresión se tornó dura de golpe.
- Tiene que saber algo de mi... - mi corazón se detuvo.
- Ok... Solo dilo... - masculle.
- Soy... - dijo de manera tan dramática, que parecía una actuación digna de Broadway. Trague profundamente y hasta deje de respirar por algunos segundos que parecieron eternidad. Puso su mano en mi hombro sin detener su hilarante actuación y dijo: - Soy pésimo, pero realmente pésimo en matemáticas. ¡Te lo advierto! Y ¡Te lo juro! - "tanto dramatismo para eso, seguro solo estaba bromeando conmigo" pensé. La tensión dejó mi cuerpo en un suspiro de alivio.
- No te preocupes. Ya he dado tutorías muchas veces - traté de oírme lo más confiado y pedagogo posible.
- ¡Excelente! - hizo un ademán de victoria con los puños.
- ¿Comenzamos? - quise saber.
- Claro que si Elliot. - Contesto muy optimista, me encantaba como pronunciaba mi nombre, su rostro derramaba en mi toda su confianza. Sacó su celular y escribía algo en él. Supuse que cancelaba su cita con su amiga. Pues... Nunca la vi llegar.

Nos fuimos a un pequeño mesón que se encontraba frente a una gran ventana, que daba al estacionamiento de la universidad. Faltaba dos horas para mi próxima clase, así que me propuse a ser lo más rápido posible, cosa que resultó muy complicado ya que después de explicarle cada ejercicio salía un tema de conversación, era un intercambio mutuo de información, él me hacía reír fácilmente y solo esperaba no verme como un bobo, pero, es imposible resistirse a esa forma tan peculiar de ser, tan magnética y vibrante, me capturó por completo.

Lo estudiaba minuciosamente para captar el momento exacto donde dejara a flor de piel alguna señal o el más minúsculo sesgo en sus palabras que me indicara si existía alguna conexión entre los dos; no encontré nada. Actuaba como un chico normal, varonil y simpático, con apariencia despreocupada y serena. Me sentía un completo advenedizo a su lado. Él era como un Aquiles, yo, un Patroclo bajo el resplandor de su belleza. El tiempo de la clase rápidamente llegó a su fin.

- Elliot - dijo él, me miraba fijamente, una pequeña risa se escondía en sus comisuras. - Gracias, mil gracias ¿cuándo podemos vernos de nuevo? - me dio su mano en señal de despedida, yo la tomé.
- ¿mañana? -propuse, su rostro se tornó con un extraño ademán, parecía esconder algo, la minúscula sonrisa permanecía, pero sus ojos decían algo que no pude interpretar. Se tardó unos segundos en contestar; suspiró.
- Ok, está bien ¿me das tu número de celular para que nos pongamos de acuerdo? - preguntó, aún con el saludo guindando en nuestras manos. Retiré suavemente mis manos de las suyas.

Entonces se lo di, él lo guardó en su móvil y sin más, cada uno tomó su camino.

Por la tarde, fui a la clase de matemáticas. Llegué al salón unos minutos tarde como era de costumbre. Con la mirada busqué esperanzado en encontrar algún pupitre desocupado pues, casi nunca encontraba uno; la razón de esto, era que la distancia entre edificios de esta y la anterior clase eran exorbitantes; por lo que sin remedio alguno llegaba tarde y todos los pupitres ya estaban ocupados. Dicha situación cotidiana me obliga a ir a buscar a otros salones y llevarla cargada. Al fondo, justo al lado de la ventana, una mano se agitaba enérgicamente en el aire, era Lucas, me hacía un ademán de que fuera hacia él. Al acercarme pude notar que había una silla frente a él, no había nadie en ella más que su mochila que la quito rápidamente para que yo me sentara y así lo hice.

- hola amigo. - Dijo con una hermosa sonrisa de bienvenida.
- hola, gracias por el pupitre. - dije tratando de contener mi alegría, me limité a solo dibujar una gran sonrisa en mi rostro.

Por la puerta atravesó impetuosamente el Licenciado Pichardo, su semblante tan duro como el plomo y su piel tan blanca como el mármol pulido, le otorgaba poder y autoridad sobre todos nosotros, infundiendo algo que oscilaba entre el temor y el respeto. Todos buscaron rápidamente su lugar con el menor ruido posible, ya que cualquier cosa lo sacaba de sus cabales; su temperamento era como un volcán activo y un tsunami latente eran sus estados de ánimo. Nadie se atrevía a revisar sus celulares o mucho menos hablar sin levantar previamente su brazo para pedir la palabra. Pese a eso, él era el mejor maestro para dar esa clase, explicaba con la sencillez con la que se explica a un niño desde lo más simple a lo más complejo; Los exámenes eran sumamente complicados, él decía: 'si no los presionó yo para que sean los mejores ¿Quién lo hará?'

Ese día, no logré poner el 100% de atención en la clase, una parte de mí, vigilaba a Lucas, y la otra escuchaba la fluida cátedra. No volteé a ver hacia tras ni una vez; si yo no le gustaba, no quería arriesgarme a perder su amistad "mi primer amigo" no estoy seguro de cómo ser un amigo, soy un neófito en esto. Lucas tocó mi espalda con su mano, en la cual tenía un pequeño papel cuidadosamente doblado. Lo tomé con mucha precaución para evitar que Pichardo nos descubriera. Lo desenvolví, en él estaba escrito: "Estoy a punto de dormirme" Yo le respondí escribiendo: "yo me estoy muriendo del hambre" se lo regresé. Después de unos segundos me lo devolvió nuevamente, y decía: "te invito a cenar a mi casa y nos quedamos a estudiar matemáticas toda la noche, además, mañana es sábado ¿qué dices?" Mi corazón comenzó a latir tan fuerte que lo podía escuchar en mis oídos, tragué profundamente, no sabía qué decir, o que hacer 'quizá eso era algo normal entre amigos' me dije a mí mismo. Jugueteé con el lápiz por unos minutos y escribí: ok, está bien. - Suspiré y luego se lo pasé. Pude oírlo abriendo la cartita, acto seguido, apretó mi hombro con calidez.

Un Mágico y Verdadero AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora