CAPÍTULO 13

7.1K 471 20
                                    

MIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MIA

El miedo me consume.

Las lágrimas caen por mis mejillas, mi piel se eriza y mis piernas están temblorosas como la gelatina.

Es él.

Mi padre.

Me encontró.

Su mirada es la de siempre, llena de odio e ira, pero esta vez tiene un destello diferente que enciende la alerta en mi cabeza.

No viene a buscarme y llevarme de regreso con él.

Quiere matarme.

—La mataste.

Niego con la cabeza, frenética.

—No. —susurro en voz baja.

Asiente con la cabeza sonriendo como loco. El brillo en sus ojos es de satisfacción al verme asustada. Siempre le ha gustado eso, que sea vulnerable y fácil de asustar.

—Pagarás por todo el daño que hiciste... asesina.

Ante el primer paso que da al frente reacciono y empiezo a correr tan rápido como es posible. Huir. Huir. Huir. La palabra martillea incesantemente mi cabeza. Tengo que huir del demonio que me persigue si quiero mantenerme con vida. Me niego a recibir más golpes que destruyan mi cuerpo y mi corazón. Me niego a morir.

Mis manos apartan las ramas de los árboles que obstaculizan mi visión con tal fuerza que las hojas y ramas más delgadas se rompen y caen al suelo para ser despedazadas bajo mis pies. El viento helado golpea mis mejillas. Las lágrimas retenidas nublan mi visión que apenas logra ver en la oscuridad que reina en el bosque ya conocido, la sombra que forma los árboles le da un aspecto más terrorífico. Sello mis labios en una firme línea para no vociferar gritos que lo alerten de mi ubicación.

Pero mis esfuerzos no son suficientes.

El áspero tacto conocido para mi piel se cierra alrededor de mi nuca, apretándola con fuerza, y me impulsa hacia atrás. Mis pies dejan de tocar el suelo, esos pequeños segundos que estoy en el aire se sienten eternos como si estuviera en cámara lenta y luego toman rapidez cuando mi espalda golpea el tronco de un roble enviando una oleada de calor.

Duele.

—Memorízalo, Mia. —su voz suena como un eco en mi cabeza. Me siento tan mareada. —No importa si te vas al otro lado del país. Te encontraré incluso debajo de las piedras.

En el momento que abro los ojos deseo no haberlo hecho. Está parado frente a mí apuntándome con lo que dará fin a mi vida. No me muevo ni imploro. ¿Qué caso tiene? La misericordia no forma parte del diccionario de un psicópata.

Espero el final, pero un fuerte aullido aproximándose detiene el tiempo.

«¡Mia!»

Esa voz...

PROTEGIDA POR EL ALFA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora