CAPÍTULO 5

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ASHTON

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ASHTON

—Se-señor Ashton, yo...

Alzo una mano interrumpiendo el irritante tartamudeo de la anciana que me mira con espanto. Parece que le va a dar un infarto, ¿A dónde se ha ido toda esa valentía que mostró hace unas horas al ponerme en ridículo frente a la mocosa? Detesto cuando toman esa actitud tan asustada, me aburre y cuando eso pasa es que me enojo.

—Ah, Tessa, Tessa... —niego lentamente dándole las últimas caladas a mi cigarro mientras camino en su dirección. —No creí que fueras tan estúpida como para hacer esto. —me detengo y apago el cigarro en el cenicero. Alzo mi mirada en dirección al muchacho que se ha puesto frente a la anciana como si fuera un héroe. —De hecho, no pensaba que los dos lo fueran. Debo admitirlo, estoy sorprendido.

Y también divertido. ¿En serio ese muchacho cree que puede ser el héroe? Qué ingenuo. No es rival para mí, nadie lo ha sido jamás y así seguirá hasta el último día de mi vida.

—Él no tiene nada que ver en esto. —la anciana hace a un lado al chófer y avanza hasta quedar a un metro de distancia de mí. —Yo fui quién planeó todo esto, lo obligué a ayudarme.

Suelto una pequeña carcajada al mismo tiempo que enciendo las luces. No se inmuta ante el cambio brusco de iluminación como lo hace el chico. Ah, por fin salió ese coraje que tanto me divierte.

—Desde luego fuiste tú. Eres la única que siempre ha deseado alejarla de mí sin éxito alguno.

Endereza sus hombros pretendiendo parecer más intimidante.

—Y ahora lo conseguí. —se mofa. —Finalmente, ella es libre. Fui muy tonta al dejar que me afectara sus amenazas, nunca debí tenerle miedo porque usted no merece recibir esa satisfacción de creerse ganador.

—¿Y esa mocosa si lo merece? —siseo entre dientes. —Ella me quitó lo que más amaba en este mundo.

—¡Ella no le quitó nada! —alza la voz dando una fuerte pisada en el suelo de cerámica. —Ya déjese estupideces. Tanto usted como yo sabemos las razones de la muerte de la señora Leticia, mi niña no tuvo nada que ver. Solo que usted es un ciego, un maldito abusador que odia a la niña que, a pesar de todo, lo ama. —suelta una risa despectiva. —Pero claro, usted qué va a saber de amor si lo único que hace es poseer y controlar a todos como si fueran objetos, como hacía con su esposa e hijo...

Antes de que termine alzo la mano, pero Dominic se interpone en ambos sosteniendo mi brazo por arriba de mi brazo con fuerza. Lo miro deseando poder cortarle la mano con un hacha. ¿Cómo se atreve a tocarme con sus mugrientas manos de chófer?

—No se le ocurra o llamo a la policía. —amenaza lanzándome una mirada seria.

Debo reprimirme para no burlarme en su cara. La policía, claro, como si no los tuviera bien comprados con las donaciones que realizo.

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