Lancelot caminaba entre calles estrechas y pasadizos que se decían peligrosos siguiendo instrucciones de una carta que sujetaba de vez en cuando entre las manos, con un porte elegante y semblante serio y precavido, aunque sin llegar a ser obvio, tenía la buena costumbre de ser extremadamente puntual, y con esto no me refiero a que llegara antes de lo esperado, porque sería demasiado inoportuno y denotaría inseguridad o ansiedad; por otra parte, odiaba los retrasos, su tiempo estaba calculado para que su día girara alrededor de varios lugares al día, meterse con su horario era una falta de respeto. Él tenía una puntualidad perfecta.
Eran las 19:59 horas cuando Lancelot dobló la última esquina que lo guiaría a su destino, una puerta solitaria al final del callejón que parecía pertenecer a la puerta trasera de una enorme casa. Se detuvo al pie de la puerta y checó su reloj de manecillas que portaba en la mano derecha y sonrió. 5... 4... 3... 2... 1. estos fueron los segundos que tomó para bajar la mano y arreglarse la corbata antes de tocar. Dieron las 20:00 horas y tocó la puerta, se hizo un silencio de aproximadamente 5 segundos y abrieron la puerta, un hombre alto, obeso y de pelo cano con entradas de aproximadamemnte 50 años abrió la puerta, vestía unos vaqueros y una chamarra azul marino.
- ¿Eres quien creo que eres?
- Eso espero.
El anciano lo dejó entrar, examinándolo de pies a cabeza, soltó un gruñido y cerró la puerta tras de sí, Lancelot miraba a todas direcciones, primero extrañado de encontrar una habitación tan pequeña y a oscuras, dirigió su mirada hacia un rectangulo de luz, el cual resultaba ser una puerta contigua, la primer habitación (o la última, ya que entró por la puerta trasera) le resultó extrañamente aterradora, en cada paso que daba sentía un frío gélido en la espalda así que apresuró el paso hacia la luz, entró por la puerta seguido del sujeto, quien no era más acogedor y se encontró con una sala enorme con múltiples puertas y una escalera grande donde podías subir de piso en dos direcciones, del techo colgaba un candelabro de cristal y en la pared había réplicas de cuadros bélicos; el propietario de esa casa debía ser alguien que impusiera, sin duda.
- ¿Quién responde a esta consulta? - dijo Lancelot y le extendió la carta que leía de camino, el otro tomó la carta, la leyó y al terminar le dedicó una mirada sin hablar unos segundos.
- Acompáñame.
Le siguió el paso y abrió una de las puertas. Dentro, la única luz era un ventanal que descrubría una mesa larga de madera oscura cuierto por un mantel de terciopelo rojo con orillas doradas colocado verticalmente; en la silla más cercana al ventanal, estaba un hombre sentado y a su lado había una mujer de esbelta figura que usaba un vestido negro liso. El hombre parecía estar mirando la puerta antes de que esta se hubiera abierto.
- Bienvenido, señor Herbst.
- ¿Usted solicitó mi presencia?
- Si no, ¿por qué está usted aquí? - astuto, pensó.
- Bien, en eso caso, ¿qué puedo hacer por usted? - trató de vislumbrar al hombre, pero no dió resultado, la escasa luz sólo le dejaba ver los bordes de su silueta, entonces la mujer se acercó a él por un movimiento de afirmacion que el hombre hizo con la cabeza. La chica se sentó en el borde de la mesa y pudo ver sus rasgos finos, su cabello eran ondulado y castaño, tenía porte, pero se notaba que su elegancia le costó entrenamiento.
- Él quiere que investigues a una persona que interfiere con su trabajo - dijo ella tranquilamente, en tono bajo, acercándose para hablarle, lo cual hizo notar el pronunciado escote que dejaba ver parte de sus senos, los cuales se entendían y encogían conforme su respiración de una manera muy tibia, no quería conjeturar demasiado pronto, así que siguió con la conversación.
- ¿Podría él decirme qué es lo que voy a buscar?
- No quiere, me pagó sólo para decirte lo que se iba a hacer -dijo ella mirando los labios de Lancelot, éste miró a los suyos y esta sonrió. Confirmado, dijo para sí en su cabeza.
- Si tu jefe tiene tiempo para escribir una carta a puño y letra y dejarla dentro de mi casa, debería tener el tiempo y la atención de atenderme, ¿no crees? - este se acercó a su oído para decirlo, estando consciente en todo momento de la presencia del hombre, así que habló despacio.
- Él se puede dar el lujo de hacer los caprichos que quiera - se incorporó, alejando su oído de los labios del chico, pero sin dejar su calidez - además, yo no iría por ahí pidiendo demasiado en tu posición. He oído cosas.
- ¿Ah, si? ¿como qué cosas?
- Como que has hecho algunas cosas no tan profesionales que te costaron mucho dinero, ellos saben cosas de ti - la chica esbozó una sonrisa felina, manteniendo el tema flotando en el aire. Confirmación de la confirmación, Lance sonrió.
- Ven, acércate - la chica acercó de nuevo su oído suavemente.
- Eres una prueba, ¿cierto? - susurró, esta dubitó.
- ¿Una prueba? - Lance se alejó y la miró sonriendo. Lo sabe, pensó la chica y su semblante se tornó serio.
- Pasó la prueba - dijo la chica en un tono que el hombre pudiera escuchar, se bajó de la mesa y regresó al lado del hombre, quien apagaba un fósforo y dejaba ver las llamas rojas de un puro encendido. El hombre sonrió aunque nadie lo hubiera notado. Es el sujeto.
Entonces el ambiente relajado que parecía haber minutos antes se disolvió y se volvió un tablero de juego.
Lancelot Herbst debía estar preparado para lo que viniera.

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die Dunkelheit
Mystery / ThrillerScarlett maneja una empresa ilegal desde los cimientos , impulsándola aún entre las dificultades, se enfrenta a un oponente duro, es un misterio y un dolor de cabeza al que Scarlett se propone erradicar, enfrentándose con acertijos relacionados con...