Capítulo 5

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Cuando Lancelot llegó a su departamento, repasó con detalle lo que acababa de ocurrir sentado en su sillón, de su chaqueta extrajo una cajetilla de cigarros y eligió uno, lo puso entre sus labios mientras buscaba en su pantalón un encendedor.

Meditaba en silencio, dubitaba sobre si estaba haciendo lo correcto, pero ya poco importaba. Ya había aceptado la propuesta y el dinero se le agotaba. Aspiró lentamente del cigarrillo y dejó escapar el humo por sus fosas nasales, luego suspiró y miró a la ventana, sabía que las personas de aquél hombre lo estarían siguiendo o por lo menos estarían al pendiente, así son los mafiosos se dijo para si; aún así, esto no es Alemania. Buscó su computadora portable, dispuesto a contactar a su colega Ancel para pedirle información, pero desistió de la idea, así que guardó la computadora y se dirigió a la destendida cama, se descalzó y con esa misma ropa, se acostó en la cama sin concebir sueño alguno, miraba al techo mientras ideaba un plan, pero algunos recuerdos conseguían distraer su mente de vez en cuando.

Pensaba en la luz y en lo que esta le había quitado, pensaba: todo mundo piensa en lo cegadora que es la oscuridad y en lo incierto que es todo en ella, encuentran su refugio en la luz, en Dios. La luz también ciega, la luz quema y deja definitivamente ciegas a las personas, pero...

... Al ver el color blanco, se tiene la certeza de que se está  viendo algo...

... ¿o no?

Al no poder reconciliar el sueño

La oscuridad se lo tragaba y le cortó la respiración, escuchó un suave murmullo con la letra "m" tarareando una canción y vió una largo y afilado rostro de mujer con enormes ojos oscuros, de nuevo venían recuerdos desagradables: es mi culpa golpeteaba su mente contra él mismo.

Entonces el rostró se le acercó hasta quedar frente a frente, le acarició el rostro y le besó la mejilla. No, esto no puede ser real. Sintió un suave soplido cálido en su piel, la cual se erizó de inmediato, tomó este rostro y este le sonrió y besó sus labios, en ese preciso momento, él abandonó toda superficie conocida por la humanidad.

- Lancelot... Lance...

Al despertar, eran poco pasadas de las 9, se percató de que se había quedado dormido luego de ser consumido por los labios femeninos, traía la misma ropa del día pasado, se dirigió al lavamanos y se miró, su pelo lacio estaba desaliñado, lo acomodó y optó por lavarse al menos la cara para ir a comprar el primer café del día. Repasó mentalmente su lista de actividades para investigación; luego se secó la cara con la toalla que pendía de un aro pegado a la pared, suspiró dirigiéndose a regañadientes por su portafolios, en el cual estaba su ordenador y se dispuso a salir, dando un ligero tirón accidental a la puerta de su departamento, lo cual causó desagrado y algunos gruñidos por parte de sus vecinos, Lancelot seseó y bajó las escaleras, a lo lejos se percató de la presencia de alguien, ¿otra prueba? tomó nota. si había alguien, debía ser alguien no muy precavido, ya que lo había visto, pero luego escuchó con más atención y pudo percibir unas respiraciones agitadas, eran dos personas, una voz intentando palidecer. Avanzó con precaución y se dió cuenta de que eran dos jóvenes, nada importante; les quitó importancia y siguió su camino.

La señora que vendía el café era una anciana delgada que tenía un ojo ciego y normalmente no decía buenos días, si a caso alguien le saludaba de esta forma, ella respondería con un gruñido que hacía el intento de no ser hostil más que de ser amable.

Se sentó y percibió a lo lejos dos hombres sentados uno en frente del otro, uno robusto y el otro algo joven, pensó que eran familia, pero no les veía parecido, lo cual le resultó curioso, pero no le prestó la suficiente atención. La camarera, una joven de pelo corto y rizado y piel extremadamente blanca, que vestía una camisa de rayas azules intercaladas con blanco, llegó hacia Lancelot con una sonrisa en el rostro y una libreta de notas con un lapicero desenvainado listo para usarse. Lancelot se saltó el saludo y pasó directamente a su orden, lo que incomodó un poco a la mesera, pero no hizo ademán de nada, siguió su trayectoria como era usual.

Observó a lo lejos que el ambiente en torno al joven y el señor se volvía más tenso, al grado en el que el joven cruzó los brazos, como sujeto a una circunstancia, necesitaba soporte para aguantar lo que el otro estaba por decirle, entonces se percató del estado físico del hombre robusto, una barba a medio crecer brotaba penosamente de su rostro y tenía casi la misma mirada que Lancelot había mirado al espejo esa misma mañana, la mirada de alguien que le perturba algo, que le persigue algo y entonces, y sólo entonces pensó que tal vez la investigación no empezaría encenciendo su ordenador.

die DunkelheitWhere stories live. Discover now