Capítulo 10

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Ese día despertó con cierta zozobra. Se puso una camisa azul claro y jeans negros, los combinó con un saco negro y se recogió el pelo en un chongo algo desaliñado, se puso carmín guinda y botas negras al tobillo. Odiaba los eventos públicos, prefería simplemente no hacerlo....

... Pero tenía que mantener la imagen.

Se introdujo en su auto negro y encendió el control de la cochera, esta empezó a abrirse y antes de salir, dió una ultima checada a su agenda mental, se dirigió hacia el estudio de televisión dando su mejor sonrisa a sus anfitriones, mirándolos cuidadosa y amable, pero también minuciosamente. Escuchó las instrucciones que le daba la gente de la staff, un hombre le colocó el micrófono en el saco y tragó algo de saliva, ella tomó nota mental; el sujeto se ruborizó y luego salió con paso apresurado, dictando una orden desde su diadema de audífonos con micrófono, ella se acercó a donde le habían indicado que saliera y suspiró una última vez antes de escuchar su nombre y dirigirse hacia el escenario, donde primero le saludaron y contestó al saludo con una sonrisa, la presentaron y comenzaron a hacerle toda clase de preguntas sobre su empresa. "¿Cómo fué tu comienzo en la venta de muebles?, ¿fué difícil?, ¿cómo te diste a conocer?". Same old story.

Mantuvo la cabeza fría durante toda la entrevista, pero una idea le seguía rondando en la cabeza y no se la podía despegar. Si habían dado con él, darían con ella y lo único que podría hacer sería retrasar ese proceso. Al meterse de nuevo en su auto, condujo hasta la fábrica de muebles, aparcó cerca y ahí se encontró con los dos sujetos en su camioneta gris, quienes llevaban un traje blanco desechable en las manos con guantes y gafas, vestimenta que se puso por encima de la ropa antes de entrar. Los dos sujetos se fueron. Luego de una hora, salió una mujer coquetamente discreta, pero con un maquillaje un tanto cargado, se metió al auto negro y se dispuso a conducir por la ciudad sin una ruta en particular, verificando por el rabillo del ojo cualquier cosa que le pudiera parecer extraña, pero no vió nada, creía que su informante estaba demasiado paranóico y que en realidad no corría tanto riesgo. Entonces recordó esa molesta piedra en el zapato de hace unos días y se dispuso a seguirle el rastro, no es como si le preocupara, pero iba a matar el  tiempo, matando dos pájaros de un tiro. Se estacionó en una calle casi desierta y sacó una pequeña pantalla que guardaba en un compartimiento secreto debajo del asiento del conductor, abrió algunas aplicaciones y encriptados para luego revisar las cámaras escondidas que había puesto en la casa del hombre, vió como una chica rubia justo entraba al departamento con desgana; sonrió para sí misma al ver a la chica, entonces unos cuantos golpes la sacaron de su ensimismamiento, había una magnum contra el vidrio de la ventana, lo cual se le antojó de mal gusto.

- Baja del auto - Gesticuló una cara de miedo sin soltar una sola lágrima, salió del auto y dejó que el asaltante supervisara el auto mientras la amenazaba con la pistola, cuando terminó, se dirigió hacia ella y la aprisionó contra el auto, la miró con ojos encendidos en lujuria mientras se lamía los labios con ansiedad, era un sujeto musculoso y alto, llevaba una sudadera gris, tenía pelo negro y tez morena.

- Asiento trasero - Ordenó este, ella abrió la puerta y se quedó parada, simulando estar temblando de miedo.

- ¡Entra, no tengo todo el tiempo del mundo! - Obedeció esta ultima instrucción mientras este cerraba la puerta delantera y se metía con ella. Una vez dentro, comenzó a besarle el cuello y le subió el vestido, palpó sus muslos, ella dejó de parecer asustada, sentía el metal frío rozarle el cuello en forma de amenaza y sus asquerosas manos llenas de mugre en sus muslos, pero no ponía resistencia, el sujeto parecia ponerse tenso y nervioso ante la apatía de la chica y la oscuridad que emanaba de ella, se quitó el cinturón y se bajó los pantalones, ella sonrió. Él se percató de ello, era una sonrisa diabólica que le heló la espalda, se quedó atónito un segundo y levantó la mano para atizarle una cachetada, pero ella detuvo su mano en el aire y la torció, cuidando al mismo tiempo la otra, la que llebava el arma; la levantó, bajó y finalmente torció hasta quedar en su espalda, tiró del pelo del asaltante y le susurró:

- Tal vez, si me lo hubieras pedido por favor, hubiera accedido. - Arrebató la pistola de su mano y abrió la puerta, lo tiró hacia afuera del auto para luego bajarse ella. Cuando el sujeto cayó, se golpeó en la cara, causando sangrado nasal y unos cuantos rasguños, le hizo arrodillarse, amenazándole con su misma arma y la mayor tranquilidad del mundo, él miraba sus tacones y toda mirada, entes lujuriosa, estaba llena de pánico ante su apatía y su mirada de desaprobación.

- ¿tu eres...? - Ella sonrió.

- Yo soy. - Se posó detrás de él, tirando el arma al suelo - puede que esto te duela - sujetó su cabeza, éste sentía un agudo dolor muscular hormigueando en sus brazos que le impedía moverlos. Tiró de su cabeza hacia un lado, para luego soltarla, se estampó una vez más contra el piso. Se metió de nuevo al vehículo y tomó el celular.

- ¿Hola?

- Necesito que limpien algo.

Ancel se dirigía a la estación, pero decidió hacer una visita a su madre, que estaba en el mejor hospital de la ciudad gracias a él. Una vez en el hospital, se detuvo ante la puerta donde vería a su madre y reflexionó hasta dudar si abrir la puerta, con la mano temblando ante el cerrojo. La miró, estaba dormida y sólo había unas cuantas flores marchitas en el mueble al lado de su cama. Dejó una rosa blanca y metió una mano a su saco, entonces se dió cuenta de que su madre ya había despertado y tenía la cara hacia su dirección.

- ¿Klaus? - Él suspiró.

- ¿Si?

- No te olvidaste de mi cumpleaños - Sonrió y le tomó la mano con afecto, acariciándola, el corazón de Ancel latió con fuerza. - Tienes las manos heladas.

- Si.

- ¿Has sabido noticias de tu hermano? - Preguntó dando un suspiro triste.

- No. 

- Es una pena, ¿sabes? A veces quisiera no haberlo tratado tan mal - Se acostó boca arriba y volvió a suspirar, soltando una lágrima pequeña.

- Te traje un regalo - dijo lo más rapido que pudo y trató de expirar el aire lo más silenciosamente posible, ahogandose en tos, su cara se puso de color rojo, pero la vieja lo ignoró.

- Hay una cosa que no te he dicho, Klaus. Tenías más o menos veinte años cuando ví a Ancel por última vez, estaba cambiado y no sólo porque tuviera barba y ropa sucia y vieja. Lucía más feliz a pesar de la desgracia que estaba viviendo. ¡Vivir en la calle!, ¿Puedes imaginarlo? - sonrió y luego volvió su semblante aún más triste al regresar a su gesto original mientras Ancel guardaba silencio serio - Lo ignoré, me daba miedo.

- ¿por qué? - Logró controlar su tos y su respiración.

- Se veía mucho mejor de lo que yo me ví desde que me casé con tu padre

Hubo un largo silencio luego de eso.

- Quiero ver mi regalo - dijo sonriendo, tratando de animarse y animarlo. Ancel extendió la mano y le puso en la suya una cajita color negro, aterciopelada con un listón blanco, el cual deshizo la anciana, descubriendo el contenido. Tomó entre sus manos una hilera larga de perfectamente redondas piedras y las regresó al empaque casi de inmediato.

- Te traté muy mal, Ancel, siempre y aquí estás, regalándome perlas auténticas.

El corazón de Ancel dió un vuelco, pero lo controló, no sabía si ese día llegaría y no estaba preparado para anticipar lo que diría, pero se quedó en silencio.

- Sé que eres tú, tus manos están heladas y demasiado delgadas, hueles a pino con menta y difícilmente te saco más de dos palabras.

- Si... soy ... yo - respiró hondo.

- Lo lamento tanto, hijo. - Ancel suspiró y vió como los ojos inexpresivos de la anciana se hacían agua.

- Yo... lo... lamento - le acarició la mano a su madre con la mirada seria, pero triste - tengo... que ir...me.

- Entiendo.

Entonces se retiró hacia el aeropuerto para tomar el vuelo, le venía un problema más, pensaba que Scarlett lo odiaría por haberse equivocado en tal medida, quedaron de verse en un café a las afueras de la ciudad.

die DunkelheitWhere stories live. Discover now