Delmira llevaba la sonrisa marchita, aprendió a callar y a soportar los malos tratos, en sus ratos libres buscaba nombres, nunca encontrando otro que le convenciera por completo, hasta que dio con uno, era perfecto, frecuente y fuerte: Klaus. La persona que portara ese nombre debía ser un líder, sería una ayuda recíproca entre los gemelos.
Las cosas se complicaron a los 7 meses de embarazo, cuando estaba definido que uno de sus hijos iba a ser sordo, supuso que este no sería el líder por su discapacidad, a pesar de toda la discriminación que sabía que estaba cometiendo al planteárselo, decidió que la selección natural es a veces mucho más fuerte que el amor de una madre y quería solo lo mejor para sus hijos.
El parto fue complicado, ése día habían demasiados pacientes y muy pocas habitaciones, por no decir que los doctores estaban ocupados en otros tratamientos y con otros pacientes y vino una desgracia más... Cuando Delmira por fin pudo tener a sus hijos entre los brazos, en el grito de uno de ellos, en su paladar vio una apertura de tamaño considerable, lloraba agudo y fuerte, como si quisiera que notaran dentro de su boca, la razón de su llanto. El doctor trató de explicarle sobre las deformidades durante la gestación y le hizo un amplio cuestionario sobre su historial médico, genealógico y sobre narcóticos; hizo el mismo procedimiento con Kurt y entonces encontraron el problema: la familia de éste tenía antecedentes genéticos de paladar hendido, después de todo, el destino le había jugado una mala pasada con la cuestión de los nombres, se maldijo a sí misma por haberse metido con Kurt, no lo amaba, lo odiaba. Lo odiaba por haberle metido un hijo al útero y que este fueran en realidad dos y que ambos tuvieran discapacidades, lo cual no importaría si fueran una familia de abundancia, pero que en cambio, en el contexto de Delmira, alguien que no se encontraba en condiciones de pedir, era una situación un tanto desfavorable, ya que si bien no tenían una especial ausencia de recursos, tampoco tenían dinero para solventar todos los gastos que dos niños con discapacidades físicas requerían. Entonces se dejó llevar por el sentimiento y tomó una decisión drástica: Klaus sería quien llevara las riendas, a quien se le apoyaría más para salir adelante, seguía apoyando la teoría de la selección natural, lo llevó al grado de atender a Ancel apenas a la edad de 5 años, le enseñaron se avergonzarían de él por su defecto, que siempre sería el más débil, mientras Klaus lo miraba por debajo del hombro, con desdén inculcado cuidadosamente por su madre, elaborado estricta y meticulosamente para triunfar. Ancel no hablaba en absoluto, ni lo intentaba, abrirle la boca era difícil hasta para comer, lo cual, como aumento a los pesares, le había ocasionado anorexia y se le fue recriminado el hecho de que ya no podría ir a una escuela normal y entonces encontró un refugio en la lectura, apenas aprendió a leer, no soltaba los libros y se perdía horas en la biblioteca pública. Aprendió a hablar, pero nunca lo hacía de no ser estrictamente necesario, era un superdotado, pero en él no se guardaban esperanzas y él no sufría por este rechazo. Kurt sólo llevaba dinero, lo veía en cierta medida como el proveedor, a Delmira como cuidadora y a Klaus como la representación mejorada de él mismo, una que triunfaba y de la que se esperaba que tuviera un triunfo para celebrar, pareciera que la única similitud entre ellos era que no podían hablar, porque a pesar de ser gemelos se les veía distinto, uno se veía más delgado y con los ojos resaltados por contornos violáceos. Ambos usaban cierta sombra como segunda piel, pero hasta la sombra era distinta, en ambos se notaba una ambición, pero era distinta, a uno se le veía merodeador y al otro enfocado, como un depredador con su presa.
A los trece años, Ancel se enamoró de su maestra de Historia, de la manera sutil en que sacudía su cabello y de su elegancia, la observaba desde la última butaca del salón, escribía poemas acerca de ella, hasta que un día los encontraron en su casillero. Entonces mandaron llamar a su madre y a la profesora, lo que menos quería era ocasionarle un problema, era una mujer que estaba a punto de llegar a los 50, desafortunadamente la despidieron por esta razón, aunque rescató los poemas, eran la cosa más bella que jamás había leído, aún cuando tenía estudiantes universitarios un niño de trece años con autismo y discapacidades del habla había logrado superar con creces cualquier expectativa que tuviera sobre alguno de todos sus alumnos con su perfecto uso de la rima, métrica y metáfora. Era una desgracia que nunca más lo volvería a ver. En cuanto a Delmira, no le dirigió la palabra durante un mes a este, ni siquiera tomó un solo poema, le parecía enfermizo y pretendía que había que algo grave se escondía dentro de él y le daba miedo la ausencia de brillo en sus ojos, como un alma errante, aún cuando estaban en la misma habitación, no se notaba su ausencia y de repente estaba parado en frente de la ventana, mirando hacia afuera, anhelando con desgana, ilusiones muertas. Con el paso del tiempo, la situación económica mejoró y los hijos de Delmira tuvieron que dejar el hogar, Ancel lo hizo primero, más porque se sentía empujado por el desasosiego y la soledad que sentía en aquella casa que porque realmente tuviera un sustento. Tenía veinte años y ni siquiera había aplicado un examen en alguna universidad porque no se creía capaz, fue la primera vez que nadie se lo recriminó, nadie creería que él pudiera terminar una carrera.
La vida en la calle era dura, no tenía dinero ni casa y a pesar de esto, se sentía un poco mas libre, de vez en cuando se juntaba con algún vagabundo misericordioso que le ofrecía algo de desperdicios que encontraba en la calle, admiraba a esas personas, le contaban todo con tanta facilidad y a pesar de que él no pudiera comentar nada, veía cómo los ojos de estas personas he hacían vidriosos al hablar, alzando los brazos y dando gracias por lo que tenían, aún sabiendo que morirían pronto por demencia, mala alimentación o en una cárcel, era algo que él no tenía.
Un mal día, mientras iba caminando por los escombros de los pasadizos de las calles, miró a su madre andar a toda prisa al banco, ella, por su parte, percibió una mirada pesada e incómoda y miró por seguridad, ahí estaba él, irreconocible, con barba crecida y esa mirada. Fingió desconocerlo y siguió su camino. Ancel tocó fondo. Su mirada se tornó vidriosa y le saltaba una vena en la frente, retirándose con la mano hecha puño, para su desgracia, esa misma noche hicieron redada por el vecindario, atraparon a algunos delincuentes y algunos inocentes; esa fue la primera vez que le gustó su invisibilidad, a pesar de esto, corrió en busca de refugio y se topó con el prostíbulo a unas diez cuadras, gruñó para sí mismo, repudiaba ese lugar y el modo en que vulgarizaban el cuerpo de la mujer al grado de tener que venderlo cual ganado, pero ahí nadie le diría nada y con algo de suerte, le regalarían comida. Se sentó en una de las mesas, a donde llegó una joven de su misma edad y se sentó en frente suyo, tenía largos cabellos negros y los ojos más oscuros que había visto en su vida, vestía como cualquier chica de esa edad vestiría, jeans y una camiseta grande fajada negra, que acentuaba su delgadez, tenía un cigarro en la mano, fumaba nerviosa y observaba el panorama con sorprendente meticulosidad, Ancel supuso que no se había percatado de que él estaba ahí, pero ella volteó repentinamente la cabeza hacia él.
- ¿Quieres comer algo?
Como era de esperarse, no obtuvo respuesta, solo una mirada de confusión, ella lo miró como esperando una respuesta mientras expiraba el humo de su cigarrillo.
- ¿Me escuchaste? - dijo con tono golpeado
Después de la amable pregunta inicial y del hambre y la serie de acontecimientos anteriores, decidió que no perdía nada respondiendo, pero su boca no articulaba palabras. Ella se empezaba a ver molesta.
- Que si quieres comer algo.
Asintió con la cabeza, con la mirada baja y nerviosa, entonces llamó a la camarera con la mano y ordenó lo de ella, al preguntarle lo que quería, la única respuesta que tuvo fue una mirada, así que le pidió lo mismo, enfadada de su silencio. Comenzó a proponerle un plan relacionado con la venta de drogas, pero el problema era que él nunca había trabajado, se sentía nervioso y le comenzaron a sudar las manos y la frente, ella lo percató pero decidió ignorarlo, siguió hablando hasta llegar la comida, esperó hasta terminar y le preguntó lo que pensaba, este comenzó a "escribir" con el dedo en la mesa, como pidiendo un papel y un lápiz. Esta supo inmediatamente lo que quería y sacó de una pequeña bolsa desgastada una libreta y una pluma azul, buscó una hoja limpia y se la ofreció. Ancel le comentó sobre su problema y sobre lo que pensaba de su oferta, ella sonrió que dió miedo al terminar de leer la hoja.
- ¿Te parece si lo seguimos discutiendo en mi casa?
De esta manera conoció a Scarlett...

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die Dunkelheit
Mystery / ThrillerScarlett maneja una empresa ilegal desde los cimientos , impulsándola aún entre las dificultades, se enfrenta a un oponente duro, es un misterio y un dolor de cabeza al que Scarlett se propone erradicar, enfrentándose con acertijos relacionados con...