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Era ese imbécil. El que se cree muy chulo y es un ordinario, que le conocí en mi casillero.

Se apoya en el marco de la puerta. Mira a Nicolás, mira la unión que tenemos: él follándome, y luego me observa a mí de manera maliciosa. Por un momento creo que se sacará su entrepierna y comenzará a masturbarse frente a nosotros, o pedirá descaradamente participar. Me muevo inmediatamente, sacando de mi interior el pene de Nicolás, me pongo rápidamente mi ropa interior y me visto de la manera más precavida.

—¡¿QUÉ HACES, MALDITO CAPULLO?!—Exclama Nicolás encabronado, guardándose su miembro viril y secundando mi acto de vestirme. El chico se burla de manera cruel.

—Pues disfrutando de la vista, Riera...—luego me señala a mí—: pero estoy algo decepcionado. Pensé que te gustaba y te preocupabas por mí, Rubia... qué decepción.

No... Siento que mis defensas caen magistralmente, él es quien chateaba conmigo. Él estuvo acosándome, con quien acabo de bailar. ¿Cómo pude ser tan tonta? Haber sentido interés por un patán ordinario como él. Siento nauseas solo de imaginarlo a él, imaginando cómo me masturbaba. 

Me asquea. Me dispongo a insultarlo, a decirle incluso de qué va a morir, que es un patán, y que planeo denunciarlo y poner una orden de alejamiento hasta que Nico interviene.

—¿Fuiste tú, cierto? ¡Tú robaste mi celular! ¡Hijo de puta!—camina hasta él y le agarra del cuello de la camisa.

—Wo, wo, wo, cálmate, amigo—Nicolás es mucho más alto que él, su nerviosismo se hace presente. 

Yo me confundo cada vez más. Comparten unas palabras más, y harta de ser la única que no entiende exclamo con potencia, indagando respuestas. El chico me mira mofándose de los dos. Nicolás se ha puesto pálido.

—Y-yo... Yo era el del chat, Euge. Era yo...—confiesa Nicolás, yo frunzo el ceño.— Yo... Me di cuenta que lo que hacía estaba mal, Euge. Lo lamento, no estuvo bien. Pensé que alguien como tú jamás estaría con alguien como yo. Cuando me di cuenta de mi error dejé de escribirte, y aunque insististe no respondí. Pero mi celular un día desapareció...

Entonces su mirada viaja al chico ordinario, y entiendo un poco todo. Me pican los ojos por las lágrimas. Todos siempre creen que soy una tonta, se aprovechan de que soy humilde. Me harté de eso.

Planeo irme corriendo de allí, cambiarme de país y de nombre. Pero de soslayo veo la mano del chico ordinario hurgando en su pantalón, se asoma una punta brillante y filosa. 

—¡Nicolás! ¡Cuidado!—le grita con alarma en mi tono, pero demoré mucho, el cuchillo impacta en su brazo y un alarido escapa de sus labios. 

No, no, no, no. Luego una vez más impacta en su muslo. Nicolás cae de bruces al suelo. El chico ordinario, acosador, ladrón y ahora medio psicópata se acerca a paso lento hacia él.

Yo estoy en medio, indefensa. Como siempre.              


Texting with the blondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora