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Metí mis dedos hasta donde pude. Tocando ese punto de placer que tantas mujeres desean.

Estaba extremadamente mojada, sabía que sí Nicolás me penetrara entraría con facilidad con la ayuda de mi humedad.

—Quiero que me lo hagas—ruego con un hilo de voz. Nicolás alza las cejas satisfecho, eso era lo que quería, que le rogara que me follara. Mi orgullo está al lado del cuarto, agarrada de su cintura y mirándome con desaprobación. Pero mi parte desinhibida está del otro lado haciendo movimientos obscenos en dirección a Nicolás.

—¿Qué?—finge no haber escuchado. Maldito ególatra.

—Fóllame por favor.

Noto como su rostro se contrae. Supongo que es muy erótico para él que le pida que me folle mientras tengo mis dedos en mi humedad.

Nicolás suelta su pene erecto y lleno de líquido preseminal, se acerca a mí y me levanta del sillón con dulzura pero determinación.
Me gira de la cintura y me hace poner mis manos en los apoyabrazos, mientras separa mis piernas con las suyas. Siento su pene en la entrada de mi vagina, empujo un poco atrás para que me penetre de una buena vez y deje de torturarme.

Nicolás chasquea la lengua con decepción, me aleja y me da una nalgada. Una nalgada que me duele y calienta más a la vez. Me da otra y luego otra más fuerte.

Entonces siento cómo me clava la polla de una embestida, mi espalda se arquea y mis músculos se contraen.

Texting with the blondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora