¿Dónde está mi alma?

La dura realidad

Ese olor tan desagradable y putrefacto que entraba por mis fosas nasales hacía que quiera escaparme de este lugar. Había pasado toda mi niñez dentro de este horrible centro y me rehúso a pasar el resto de mi vida así, como un esclavo de estas personas. La idea del suicidio había pasado por mi cabeza muchas veces que perdí la cuenta, pero sin embargo, era rechazada al ver la desesperación de mis padres ante algún accidente que me ocurría, ellos, junto al resto de mi familia, son la razón por la cual decido luchar cada día.

Realmente no presté atención a lo que los médicos le decían a mis padres, porque básicamente sabía ese discurso al derecho y al revés, el mismo de todos los doctores, al parecer eso era algo "alentador" para mis papás, pero para mí era lo mismo cada semana. Vi la aguja del suero en mi brazo izquierdo, a mis 14 años ya había perdido noción del dolor, no recuerdo exactamente la primera vez que me internaron, pero si recuerdo el dolor, con el paso del tiempo fue apagándose hasta volverse casi inexistente.

- ¡John! – Gritó mi papá haciendo que salga de mis pensamientos y aterrice en mi realidad.

- Dime – Hice contacto visual con él y mi madre, ambos tenían el rostro lleno de ojeras y muy pálidos, si ellos se ven así, no me quiero imaginar cómo estaré yo. Para toda mi familia ya era una costumbre traerme a altas horas de la madrugada al hospital por alguna emergencia y considerando que era hijo del gran John Webson, era complicado no pasar desapercibido. La prensa y muchos fotógrafos estaban en la puerta esperando que salgamos del lugar para hacer preguntas estúpidas sobre mi salud.

- Vas a quedarte aquí durante dos días – dijo mi madre con una sonrisa débil y yo solo asentí, no era como si pudiera discutir con ellos.

- Está bien – mi madre agarró mi mano con dulzura y le dio un beso, aunque me doliera no podía hacer nada, ellos dicen que es lo mejor para mí y pues si eso los hace sentir bien, yo lo haré.

- Verás que dentro de poco te sentirás mejor – yo entendía el dolor de mis padres al dejarme aquí durante dos días. Ellos no quieren separarse de mí ni un momento y tuve que aprender a vivir con eso, aunque sinceramente lo detesto.

- Mañana vendremos a verte mi príncipe – dijo mi mamá depositando un beso en mi frente, no quería quedarme aquí hasta el jueves y soportar a todas esas insoportables personas que están detrás de mí en cada paso que doy. Sé que se preocupan debido a que soy famoso, pero es estresante que personas ajenas a mi vida me digan cómo manejarla.

- No se preocupen, estaré bien. Solo serán dos días, he estado toda mi infancia en centros así, dos días no son nada – dije con algo de sarcasmo para apaciguar el ambiente.

- Bueno, si necesitas algo, no dudes en llamarnos hijo – dijo mi padre aún no muy convencido de lo que decía.

Ambos salieron de la habitación y me quedé viendo televisión para distraer mi mente un momento. En las noticias mi familia era lo principal y eso causaba rabia en mí, mucho se dedicaban a criticarnos, pero no sabían por todo lo que habíamos pasado para lograr ser quienes somos. En su mayoría hablaban del comportamiento de Mike, hijo de mi tío Máx, y como se había vuelto tan rebelde, él no era renuente ni un adicto como las personas lo describían, era una persona que se derrumbó tras la muerte de un primo cercano, Sean, que afectó a toda la familia y Thomas, el hermano menor de Sean, había caído tan profundo como Mike, pero eso no les incumbe a los periodistas metiches que no saben qué hacer con su vida. Cada quien reaccionó de diferente manera a la muerte de Sean, yo por mi parte estuve en el hospital una semana y tuve recaídas como la de ahora. Mis hermanos tomaron el camino del alcohol y las fiestas, mis demás primos estaban con psicólogo y Thomas junto a Mike estaban cayendo duro con las drogas. No sabía cómo ayudarlos y si pudiera hacer algo más que estar pudriéndome en esta cama, lo haría. Mi doctor decía que la mayoría de estas recaídas se debían a la inestabilidad emocional que provocó la muerte de mi primo.