Mariposas en el estómago

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Las cosas pasan por algo, el destino siempre tiene un plan preparado para ti, no importa si es bueno o malo, si él quiere eso, lo tendrá. No le importa el dolor que alguien se llevará con sus acciones, el dolor que trae no se va, sigue ahí, punzando ante cualquier recuerdo, no puedes superarlo, porque ese es su fin, hacer sufrir tanto a una persona para que termina rogando por un destino mejor. Muchos deciden acabar con ese dolor antes, quitándose la vida pero no se dan cuenta de que generarán otro ciclo de dolor, y de esa manera se vuelve un círculo vicioso.

Ese día, ese puto día del infierno. Pude cambiar todo, pero solo por mi inmadurez no lo hice, ahora recién entiendo la importancia de comportarse como un adulto, no digo que lo soy, pero por lo menos no lo volveré a cometer ese error. La muerte de Sean fue un hecho que marcó a toda la familia, desde el más grande hasta al más pequeño, transportarme a ese día hace que un nudo se forme en mi pecho, con mi estado no es muy recomendable que eso pase.

Recuerdo todo a la perfección. Todos los miércoles él venía a cuidarme, porque para entonces, seguía siendo un niño antes los ojos de mi padre. Yo, siendo tan inmaduro, le dije que no quería una niñera, enojado corrí a mi habitación y me encerré el día entero. La llamada de mi primo preguntando si es que vendría a quedarse conmigo, mi respuesta tan tosca e hiriente diciéndole que no venga nunca más, pues ya era un chico grande que no necesitaba que cuidaran de él. Al cabo de unos minutos recibí un mensaje de mi padre diciendo que vaya a su oficina, que era urgente. Cuando llegué todo era un caos, personas corriendo de un lado para otro, mi papá hablaba por celular dentro su despacho, estaba muy pálido con los ojos aguados y sus expresiones eran de dolor. Al verme en la puerta dejó el teléfono en su mesa, no hizo nada más que abrazarme, sin saber lo que pasaba le devolví el abrazo, pero cuando me dijo que teníamos que ir al hospital, fue ahí donde no presentí nada bueno. Toda mi familia estaba ahí, llorando, inclusive mi tío Máx. La noticia me llegó de golpe, él había muerto cuando manejando motocicleta cayó en un barranco, el rostro estaba desfigurado y quemado, el impacto que tuvo provocó un incendio.

-¡John! ¡Baja de una buena vez! – la voz de mi padre hizo que dejara la foto de mi primo sobre mi cama. Me puse de pie a la par que buscaba mi celular, no recordaba donde lo dejé esta vez.

- ¡Papá! – grité desde la puerta de mi cuarto, me desespera no encontrar mi celular.

- ¡Dime!

- ¡¿Viste mi celular?! – gritar desde el tercer piso iba a provocar una recaída, pero no pienso bajar sin estar seguro de que mi teléfono esté ahí.

- ¡Está en el mesón de la cocina! – ese fue Fede gritando desde su piso.

- ¡Gracias! – los gritos se han vuelto una costumbre en mi casa, todos nos manejamos con ellos.

Salí de mi habitación y entré a mi tobogán, no pensaba esperar el ascensor, es más rápido por aquí. Lo que me pareció algo extraño es que el camino fue más largo de lo normal, luego lo entendí, había tomado el equivocado. Aterricé en el jardín, mierda, lo que me faltaba, ahora tendría que cruzar todo el jardín para llegar a la cocina. Tomé el dichoso camino hasta llegar a la puerta, dos de mis guardaespaldas me abrieron la puerta para que después de que entrara la cerraran. Mi padre estaba dando vueltas en su propio eje por el nerviosismo, odia estar con el tiempo contado, para su mala suerte nosotros somos las personas más impuntuales de la vida. Dejó de dar vueltas cuando me vio entrando a la cocina, yo solo le di una sonrisa y tomé mi celular del mesón.

-¿Qué tanto puedes tardarte en tomar un puto tobogán? – su enojo era muy notorio, pero de todas maneras tenía ganas de molestarlo aún más.

- Ese vocabulario no es digno de una persona tan influyente como tú papá – usé el tono de reproche mientras su mirada se volvía más agresiva.

¿Dónde está mi alma?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora