Don't, Tell Me It's You

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Narra ____ 

~Sueño~ 

—¡Vámonos! —escuché decir a ese chico de cabello castaño, revuelto como un torbellino.
—¡Vámonos lejos! —repitió, esta vez tomando mi mano, mientras su risa vibraba como un eco de libertad.

Nos subimos a nuestras motos, sintiendo el rugido de los motores como un latido compartido, y arrancamos. Íbamos sorteando cada curva, cada obstáculo, como si la carretera fuera nuestra corona y nosotros, los reyes de un reino sin fronteras. El viento acariciaba mi rostro, el asfalto se desdibujaba bajo nuestras ruedas, y el mundo parecía detenerse... hasta que un destello rojo nos cortó el paso.

—¡Cuidado! —gritaron detrás de nosotros.

Pero ya era demasiado tarde.

—¡______! —su voz sonó desesperada, llena de pánico, mientras se acercaba a mí. Yo luchaba por mantener los ojos abiertos, pero todo se desvanecía en un abismo gris. Lo último que alcancé a ver fueron unos ojos verdes, brillantes como esmeraldas, que parecían querer aferrarse a mi alma antes de que la oscuridad me envolviera por completo.

~

Me levanté sobresaltada. Incorporandome en mi cama, cansada de lo mismo, murmuré:

- Maldito sueño-

Siempre, a la misma hora, soñaba lo mismo. Fragmentos inconexos, como piezas de un rompecabezas que nunca lograba completar. Mi padre y mi madre se niegan a decirme qué pasó realmente aquella noche. Y ese chico... ese chico de los ojos esmeralda, jamás lo he visto fuera de mis sueños.

El amor por las motos sigue vivo en mí, pero ellos me lo prohibieron. Lo que pasó cambió todo. Cuatro semanas en un hospital, luchando contra la muerte, y dos más en rehabilitación. Aún así, nadie cree en lo que veo en mis sueños: ese rostro, esos ojos. A veces me pregunto si incluso yo lo creo.

Mi madre, buscando "normalidad", me inscribió de nuevo en la escuela. Un lugar donde soporto todas las miserias de la existencia humana. Fría, distante, indiferente: así soy ahora con todos. Pero no estoy sola. Tengo a mi mejor amiga. La navaja. Sí, ella me acompaña, cortando el velo de este maldito mundo de mierda, aunque sea por un instante.

El ruido de mi alarma me arrancó del sueño. 5:00 AM. Otra mañana. Otra rutina. Me froté los ojos, sintiendo la pesadez de mi cuerpo como una constante. A las 6:45 debía estar en el colegio. Me levanté, me duché y escogí mi armadura: jeans negros de talle alto, un polo negro que decía "Don't Love Me", botines oscuros y una campera blanca que cubría las marcas en mis brazos. Mi cabello rizado cayó de lado, mientras los auriculares se convirtieron en mi refugio.

Al bajar las escaleras, el olor a café me recibió antes que la voz de mamá.
—¡Buen día, princesa! —dijo con una sonrisa, abrazándome como si todo estuviera bien.

—¿Cómo amaneciste? —preguntó mi madre, su tono dulce, mientras me sentaba a la mesa con ellos.

—Bien, mamá —respondí sin ninguna emoción, como si la palabra fuera solo un trámite. Bajé la mirada hacia el pan en mi plato y murmuré: —Aunque ese estúpido sueño no me deja dormir.

Mi frustración brotó como una ola. Cerré el puño y lo golpeé contra la mesa, haciendo que el sonido seco resonara por toda la cocina. Mi madre dio un respingo, mirando a mi padre con una mezcla de nervios y miedo. Él, como siempre, fue rápido para intervenir.

—¿Y cómo te va en el colegio? —preguntó, tratando de desviar el tema, su tono forzado, como si caminaran sobre vidrios rotos.

Ignoré la pregunta. No era algo que quisiera discutir. Mientras mordía un pedazo de tostada, mi mirada se deslizó al reloj de la pared.
—¡Ya me tengo que ir! —solté de repente, empujando la silla hacia atrás al levantarme.

Find meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora