12. Amanecer

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El alcohol le cegaba, la lujuria hervía por sus venas, pero justo antes de introducirse en el extraño, se detuvo. ¿Pero qué cojones estaba haciendo? ¿Qué hacía ahí, con aquel chico en el baño de aquella discoteca? No. No podía hacerlo. Aunque Taehyung le hubiera roto el corazón, él no iba a ser el que pisoteara los pedazos. Tenía que salir de allí.

Jungkook se abrochó rápidamente los vaqueros y desbloqueó el pestillo.

-Ha sido un error. Perdóname-murmuró, saliendo del cubículo.

-¿Pero qué coño...?-Jungkook se marchó antes de oír cómo terminaba aquello.

***

Jungkook salió al exterior como si un demonio le persiguiera. Empezó a caminar por las silenciosas calles de la ciudad, golpeándose con las paredes y tropezándose con las farolas. El alcohol recorría sus venas como un veneno. No podía creer que hubiera estado a punto de tirarse a aquel tío, justo horas después de haber estado con... él. Su cabeza estaba hecha un lío, su corazón hecho pedazos.

El cielo se estaba aclarando. El sol aun no había salido pero el horizonte se estaba coloreando de tímidos tonos rosados. La alarma de su móvil sonó, indicando que ya eran las seis de la mañana. La hora en la que su turno de vigilante se acababa. La hora en la que la estatua de Narciso volvía a presidir aquella sala del museo.

-Deja de pensar en él-se obligó a sí mismo.

Jungkook apagó la alarma y guardó el móvil en el bolsillo derecho de la chaqueta del uniforme.

-Joder...-Jungkook suspiró. Se había olvidado de que aun tenía puesto el uniforme del trabajo. Aquella noche había empezado ilusionado, nervioso, feliz. Se suponía que aquella noche iba a ser especial, donde le iba a decir a Taehyung todo lo que sentía por él, comiendo comida deliciosa, besarse, tocarse, sentirse. Sin embargo, en apenas unas horas todo había salido a mal. Había sido traicionado por la persona que más amaba.

Jungkook caminaba sin rumbo, pero sus pies sabían el camino hasta el museo por sí solos, así que al poco rato terminó delante de aquel majestuoso edificio. Era precioso, al igual que las obras de arte que contenía en su interior. Si alguien le hubiera dicho hacía apenas una semana que aquel edificio le cambiaría la vida, se hubiera reído en su cara. En cambio, había sido el destino el que se había reído de él.

Antes, Jungkook era un simple estudiante de universidad que trabajaba como guarda de seguridad en el Museo de Artes Antiguas de la ciudad. Ahora, no era más que un chico vacío por dentro.

Cansado, con la cabeza cabizbaja y arrastrando los pies, Jungkook se dirigió hacia la puerta de servicio del museo. Solo tenía que entrar ahí, ir directamente al vestuario, cambiarse e irse directamente a casa a dormir durante todo el día. Era una tarea sencilla, sin embargo, para Jungkook era como andar sobre las aguas. ¿Cómo podría entrar ahí y no ir a la sala de Narciso? ¿Cómo podría entrar ahí y no derrumbarse en el primer escalón? ¿Cómo podría entrar ahí y no sentir la presencia de Taehyung en cada partícula de aire?

Una lágrima silenciosa bajó por el rostro de Jungkook, solitaria, hasta su barbilla, donde se precipitó al vacío, hasta estamparse contra las baldosas de la acera. Entonces, el pelinegro oyó algo romperse en mil pedazos. Su corazón se olvidó de latir por un segundo debido al susto. Jungkook, con los ojos abiertos como platos, se giró bruscamente, buscando la fuente de aquel ruido. Había sonado como si algo grande y pesado se hubiera estampado contra el cemento de la calle. Algo como la piedra...

A lo lejos, a unos cuantos metros de él, Jungkook divisó algo sobre la acera, en la parte de atrás del museo. Con un doloroso nudo en la garganta, el chico se acercó poco a poco a lo que parecía un montón de escombros. Cuando por fin llegó allí, confirmó que había sido un bloque de piedra blanca, como mármol. Miró hacia arriba, hacia la azotea del museo, pero no vio nada extraño, nada fuera de lugar, ni siquiera a nadie asomándose que hubiera podido tirar aquello. Eso había sido peligroso, si alguien hubiera pasado por ahí de casualidad y aquel bloque de mármol hubiera caído encima suyo... podría haber muerto.

NarcisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora