10. Su mundo

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La noche cayó y cubrió el cielo como un manto de terciopelo oscuro. No había luna, no había estrellas. El museo estaba en silencio, como cada noche, y los pasos de Jungkook hacían eco contra las altas paredes y las robustas columnas. Eran cerca de las doce de la noche, y el pelinegro estaba nervioso. Había estado las dos últimas horas preparando todo aquello para recibir a Taehyung como se merecía. Quería sacarle una sonrisa, quería que se olvidara de todo lo que estaba pasando. Sabía que Taehyung estaba preocupado por él, ya que la diosa le había hechizado para que ahora fuera él el que sintiera todo aquel dolor. Pero es que le daba igual. Podía vivir con ello. Podía vivir con aquel dolor, con el hecho de que no pudiera tocarle nunca, no como él quería, siempre y cuando él estuviera a salvo; siempre y cuando pudiera hacerle feliz durante las seis horas que era un hombre de carne y hueso.

Jungkook llegó a la sala de Narciso y se dirigió al centro de ésta, donde había extendido una manta en el suelo de mármol y, sobre él, decenas de velas y una serie de platos con pequeños pasteles y frutas maduras. También había dos copas de vino y un par de cojines para sentarse de manera más cómoda, y todo ello decorado con pequeños narcisos, cortados por el tallo. Sabía que no era gran cosa, pero Jungkook estaba orgulloso. Nunca había preparado algo tan romántico, y menos para alguien más. Nunca pensó que alguna vez tendría ganas de sorprender a alguien con algo semejante. Pero con Taehyung estaba experimentando tantas cosas nuevas, haciendo tantas cosas por primera vez...

Sonrió, solo como un chico enamorado lo podía hacer. Sabía que era de locos, pero ¿a caso el amor no era, en sí, una locura? Y él solo quería dejarse llevar y disfrutar del viaje.

Justo cuando terminó de encender las velas con las cerillas que llevaba consigo, la alarma de su móvil sonó, indicando que ya era medianoche. Se apresuró a dejar todo perfecto y se situó en frente de la estatua de Narciso, justo cuando ésta empezó a desvanecerse. Era asombroso cómo el mármol, tan imponente, podía desintegrarse en partículas tan diminutas que se movían como si fueran arrastradas por una dulce brisa, hasta formar el cuerpo humano más hermoso que había visto en su vida.

Taehyung le miró y él se quedó sin habla. ¿Alguna vez se acostumbrar a su belleza? Parecía imposible porque, cada vez que lo miraba, parecía descubrir una nueva cualidad en él: esta vez, Jungkook se fijó en la diminuta peca en el párpado inferior de su ojo derecho.

-No he dejado de pensar en ti en todo el día-susurró Jungkook con un nudo en la garganta. Se sentía abrumado por todo lo que estaba sintiendo. Con solo tener a Taehyung enfrente de él, era el chico más dichoso del planeta. Así, sin más.

Taehyung no respondió, pero le siguió mirando, con el ceño levemente fruncido. Después ladeó la cabeza y fijó su mirada en un punto detrás de él.

-¿Eso es para mí?-preguntó el rubio, acercándose al pequeño rincón que había preparado Jungkook para los dos.

-Eh... sí. Sé que no es gran cosa, pero me apetecía preparar algo especial-Jungkook se rascó la nuca, avergonzado-. Mmm... te he traído esto también. Espero que te guste, sé que la sudadera y el pantalón de algodón no son mucho de tu estilo.

Jungkook le tendió una bonita bata de seda negra con bordados de hilo dorado. La había visto aquella mañana en un escaparate de camino a casa, y nada más verla había pensado en lo bien que le sentaría a Taehyung.

Taehyung alargó la mano y aceptó el regalo. Extendió la bata enfrente de él y admiró el tejido.

-Gracias-dijo mientras se la ponía. La tela era suave, y se deslizaba por sus brazos como una segunda piel.

Taehyung se sentó sobre la manta extendida en el suelo, con cuidado de no tirar ninguna vela y observó todo lo que había preparado Jungkook: los platos llenos de pasteles de todos los sabores y colores, la fruta cuidadosamente cortada y cubierta de azúcar o zumo, las copas llenas de vino tinto, las flores de narciso esparcidas por el mantel. Era precioso. Nunca nadie le había preparado nada semejante. La diosa está haciendo un gran trabajo con Jungkook, pensó amargamente. Alargó la mano y cogió un racimo de uvas y las mojó en el chocolate derretido que estaba dentro de un pequeño cuenco. Se las llevó a la boca y masticó lentamente.

NarcisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora