ᴅᴇꜱᴘᴀɪʀ ᴅᴇꜱᴇᴀꜱᴇ

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Pasaron frente a las otras edificaciones y dieron vuelta en el puente hacia la isla central. El negro manchaba el cielo sobre ellos, por lo que Naegi aconsejó apresurarse.

Segundos despues, llegaron a la primer isla. Komaeda solo aminoró el paso una vez estaban relativamente cerca del hotel.

El sol ya debía haber pasado su punto más alto y estaba descendiendo detrás de las nubes, por lo que Nagito invitó al menor a acompañarlo al restaurante para la cena próxima.

El aire exudaba humedad con el calor de agosto, pero ocasionalmente una brisa tibia mecia tanto las palmeras como las cabelleras de ambos.

Dentro de las instalaciones del hotel, aparecían de nuevo señales de vida: algunos de sus compañeros se encontraban frente a la piscina, murmurando sobre el incidente de Tsumiki.

En la recepción, las pantallas instaladas mostraban solamente estática junto a reportes captados por las pobres señales de radio que llegaban a la isla.

Según estos, la cifra de inseguridad disminuía cada segundo aunque, según sabía Nagito, continuaban existiendo los altercados.

-Veo que encontraron una forma de mantenerse informados sobre la situación en el exterior. Eso es bueno...- comentó Naegi, aunque su voz delataba que no era sincero del todo.

Komaeda se mordió la mejilla.

Ninguno de los habitantes de la isla solía escuchar con frecuencia los reportes por miedo a que sus nombres aparecieran en las noticias.

En cambio, escuchó como la periodista nombró con voz serena a Makoto Naegi, le esperanza definitiva.

Komaeda volteó hacia el menor y observó como sus mejillas reflejaban un tono rojizo.

Hizo una pausa más larga de la habitual para mirarlo, pensando en la esperanza que dormía dentro del más joven, que quizás era incluso más poderosa de lo jamás habría imaginado.

No era que no lo supiera de antes.

Cada vez que escuchaba hablar sobre él sabía, sobre como la esperanza que había soñado realmente existía y vivía en aquel muchacho.

Pero hoy sintió una conexión que nunca antes había experimentado, y con ella un placer casi presuntuoso.

No sólo había conocido a la esperanza definitiva.

Él lo había consolado.

Él había pronunciado su nombre.

Aspirando una bocanada de aire húmedo, se obligó a dar la vuelta sintiéndose infantil.

Iba a empezar a sonar como Souda.

Ambos suertudos definitivos recorrieron el camino conocido por las escaleras desde el lobby hasta el restaurante.

-Si los otros preguntan... -susurró mientras subían los primeros escalones -Nunca tuve un ataque de pánico. Ni siquiera temble.

Naegi parpadeó confundido, pero no protestó.

-Entendido.

Permanecieron en silencio mientras subían.

No fue hasta que llegaron al restaurante, en la planta alta, que el edificio mostró señales de vida. Además del constante parloteo difuso de una radio, reparada por Souda, que brotaba de la puerta abierta de la cocina, escuchó la voz severa de Hanamura desde su área de trabajo.

"No comas eso Akane. Necesito esos ingredientes para la cena de todos"

Nagito miró al rededor mientras esquivaba las mesas camino a dónde se encontraban sus ex compañeros. Apenas escuchaba los silenciosos pasos de Makoto detrás de él, lo que hizo que se detuviera y revisara que aún lo seguía.

𝕃𝕦𝕔𝕜𝕪 𝕒𝕤𝕙 𝕔𝕠𝕝𝕠𝕣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora